Opinión

Larreta, el candidato de las mentiras y la violencia institucional

Por Gustavo Ramírez

“No hubo un solo manifestante herido”, aseguró con tono solemne e impostado el intendente cambiemita de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta en una nueva conferencia de prensa donde reiteró su vocación provocativa y desnudó su naturaleza autoritaria al mentirle al conjunto social para justificar el accionar represivo que su gobierno desplegó desde el último sábado, en el barrio paquete de Recoleta.

Con anterioridad, un Macri, Jorge, ministro de gobierno de Larreta,  ostentó sin racional prudencia su adhesión al absurdo al afirmar sin descaro en un medio adicto: “Secuestramos seis parripollos que iban camino a vender sus pollos ahí en el barrio. Los secuestramos. Venían las organizaciones con sus parripollos a armar sus puestos de venta de pollo ahí y los frenamos”.

Al mismo tiempo que se mostraba junto a funcionarios policiales, hombres y mujeres que componen el aparato represivo del neoliberalismo en la ciudad, Larreta volvió a ponerse por encima de la ley al confirmar que no acatará el fallo del juez Roberto Gallardo que ordenó correr a la policía larretista de la custodia del domicilio de Cristina Kirchner. En este prefabricación narrativa de civilizados y bárbaros, Larreta vulneró una vez más el estado de derecho en función de recaudar votos.

Desde las primeras  horas del sábado quedó en claro cual era la intención del intendente. Sacudir el avispero y generar la condiciones para reprimir a las y los manifestantes que se movilizaron hasta las inmediaciones de la casa de la vicepresidenta de la Nación para expresarle su cariño, su apoyo y su solidaridad ante la avanzada reaccionaria asistida por la corporación judicial.

El discurso del alcalde fue previsible. Demasiado ensayado , prefabricado, sobreactuado. Con esta carga la mentira se hizo evidente y Larreta quedó expuesto. Descontrolado por la derrota política se inventó una fábula que denota su malestar más que su conducción como cabeza del ejecutivo de la Ciudad. Lo mismo dejó traslucir el encargo de la seguridad porteña, Marcelo D’Alessandro, que llamativamente aún mantiene su cargo después de la represión.

Larreta aseguró este martes estar orgulloso de la policía de la ciudad. La misma que participó de la estructura de espionaje montada por Mauricio Macri. La que mató sin miramientos a Lucas González. La que le pega a personas en situación de calle. La que reprime a trabajadores y trabajadoras de la vía pública. La que ve en cada civil a un enemigo. Un orgullo bastante psicótico el del intendente.

Lo concreto es que la realidad es la única verdad. El sábado la militancia autoconvocada llegó a la Recoleta para expresar su repudio al vallado dispuesto por las autoridades porteñas. Este hecho fue considerado por propios y extraños como una provocación. No obstante, no se registró un solo hechos de violencia por parte de las y los movilizados. Cabe destacar que en sus apariciones públicas, Larreta señaló como violentos a los “kirchneristas”. Entre quienes se acercaron a las inmediaciones de la casa de la vicepresidenta había gente mayor sola y familias con niños y niñas.

La lógica de Larreta es la misma utilizada durante años por la Dictadura Cívico Militar. Todo lo que se relaciona con el peronismo es apuntado como violento. Una imputación que no se condice con la actualidad democrática donde el propio intendente se pone por encima de los principios que la rigen para justificar su derrota política. Es común que los representantes cambiemitas invierta la valoración de tales principios para adaptarlos a sus dogmas autoritarios.

En realidad, Larreta reproduce un esquema histórico en la ciudad. Su mirada unitaria, heredera del rancia estirpe rivadaviana, se asienta en una ideología anti-patriótica que desmerece todo aquello que no se adecúe a la centralidad porteña.

Al mismo tiempo, resurge en su naturaleza autocrática, la impronta ultramontana de la Unión Democrática. Su discurso flower power sólo es creíble en las esferas de ese porteñismo amañado atado a la compulsa instalada por Sarmiento, civilización o barbarie.

El desparpajo político y mediático es grande como peligroso. Larreta insiste con desacatar fallos judiciales que le ponen coto a su accionar represivo. Su actitud irresponsable no es nueva. En este entramado, que a ciencia cierta no se sabe a donde conduce, el intendente le suma una artillería verbal del salva que apunta a Cristina Fernández de Kirchner. Hace un llamado a la paz al mismo tiempo que quebranta toda tranquilidad social con la infantería policial.

La reforma constitucional del ’94 reafirmó el principio unitario de la Ciudad de Buenos Aires. El costo fue demasiado alto y un premio desmedido para una jurisdicción históricamente parasitaria. Los doce años de bonanza popular no alcanzaron para imponer la reforma constitucional como eje de ruptura con el estatuto del coloniaje. En este presente esta perspectiva no está contemplada. La excusa es la relación de fuerzas que no siempre dirimen la disputa política en los términos que la tradición política plantea.

Larreta quedó expuesto pero eso no alcanza para derrotar el neoliberalismo. El entramado político que se define en la conformación de coaliciones electorales termina por condicionar el impulso de políticas liberadoras. La consigna del 2019 era derrotar al macrismo en las urnas, algo poco ambicioso si se piensa en términos de necesidad estructurales.

El regreso de un gobierno nacional caracterizado como popular fue una distinción nominal más que una realidad efectiva. La zonza decisión de Alberto Fernández de cogestionar la pandemia con el intendente porteño reviste un error grave en la mirada estratégica del mandatario y hoy ello quedó en evidencia.

La obediencia debida para con la corrección política implica un alto grado de descompromiso con la escucha dirigida hacia las demandas de los sectores populares. Los mensajes ambiguos, por parte de las cúpulas políticas de la dirigencia del Frente de Todos, han posibilitado que se abran surcos internos donde la ideología del enemigo se plantó con apariencia de suficiencia y condicionó la expansión de la fuerza nacional. Larreta es también un producto de las propias decisiones como lo fue en 2015 Mauricio Macri.

En las calles por estas horas, con la movilización en ciernes, la interpelación se dirige hacia adentro del Frente de Todos. La movida de Cristina Fernández de Kichner fue al mismo tiempo en esa dirección. La expresidenta se puso de cara a la sociedad con su alegato. Desnudó el dispositivo persecutorio, revitalizó al peronismo al que puso en primera instancia como objetivo de la apuesta política de la oposición a partir de su destrucción y limitó las acciones del Ejecutivo en relación al programa económica que pueda esgrimir Sergio Massa.

Así como Larreta se desquició por perder la calle en un territorio afín, el gobernador de la provincia de Buenos Aires se puso al frente de la resistencia. De esta manera el Frente de Todos recupera vigor y de momento se resignifica la conducción peronista de la coalición que tanto el presidente como el ministro de economía con sus acciones de gobierno ponen en duda. Aún queda por ver cual será la derivación de estos acontecimientos. Lo concreto es que parece haber un antes y después. Quizá el sábado 3 de septiembre, cuando la vice presidenta hable en Congreso del Partido Justicialista bonaerense, en Merlo, el panorama sea más claro.

Por lo pronto hay un derrotado. Ese es Rodríguez Larreta. Claro, tal vez esto no lo saque de la carrera presidencial, pero lo debilita hacia adentro y hacia afuera. Su estrategia de bajo perfil y discurso armonizador quedó hecha trizas. Su imagen política quedo resumida en esa foto fría, deshumanizada, del último sábado, donde parte de su gobierno se mostró en público sin ángel y con demasiado marketing estereotipado.

El contraste se vivió en las calles. Donde lo amoroso y los emocional se consagraron por encima de la política prefabricada. Ni Macri, ni Bullrich, ni Larreta pueden mostrar ese tipo de demostración afectiva con sus adeptos. En cambio, fueron las imágenes preponderantes en el domicilio de Cristina. Afecto. Memoria colectiva, militancia y política. La vitalidad inquebrantable del peronsimo.

 

 

 

 

30/8/2022

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