Opinión

Jodidos

Por Gustavo Ramírez

Equivocar el diagnóstico, sobre todo cuando este sobreabunda en el análisis político y en la gestión de gobierno, puede acarrear consecuencias irreversibles en la estructura ejecutiva. Si la mirada sobre el problema inflacionario se asienta en las tradicionales apreciaciones liberales la resolución será igualmente distorsionada e inapropiada. La cuestión sigue siendo sistémica por ende la inflación es un drama estructural.

El Frente de Todos quedó empantanado en su propio tormento. Ya es sabido que las medidas asumidas dentro del plan económico no tuvieron el resultado esperado, lo cuál era previsible si se ubican en perspectiva histórica. El desarrollismo no ha dado, en Argentina, el resultado que anticipó la teoría. Sobre todo porque el problema nacional no es económico sino político. La situación se torna aún más compleja cuando se busca “incluir por ingresos” y no generando las condiciones propicias para la gestación de movilidad social ascendente para los sectores populares.

Esto demanda una transformación de fondo. Si bien es cierto que la crisis sanitaria y la Guerra en Ucrania han generado un cimbronazo en términos de la política económico internacional, el gobierno no quiso ver en ellas una oportunidad para corroer el sistema productivo actual, desarticular la dependencia de los condicionamientos impuestos por el Fondo Monetario Internacional y liberarse del dólar.

Al sostener el principio rector del modelo agro-extractivista-exportador lo que se generó fue un retroceso político que sumergió al propio Frente de Todos en un espiral descendente sin fin. Sin la reconstrucción del tejido articulador de un mercado interno, las fuerzas monopólicas concentraron mayor potencia de fuego en un mercado hegemonizado por el capital especulativo financiero y sin presencia nacional. Se descompone así la producción autóctona y se destruye toda competencia, por lo que los precios quedan sujetos al mandato del poder del capital concentrado.

El sistema exportador como absoluto imperante para la adquisición de divisas solo dejó en evidencia la desesperación del Gobierno por ganar tiempo para que la administración no se le escurra de las manos como el agua. La llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía condicionó aún más el devenir económico al mandato de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional.

El volumen político que el ex intendente de Tigre le dio a la cartera de hacienda respondió en parte a las necesidades coyunturales propiciadas por los acreedores de la crisis que son al mismo tiempo sus generadores. Como era de esperar la tranquilidad de los mercados, en función del orden macroeconómico, redundó en mayor transferencia de riqueza de los sectores medio bajos hacia los reductor del capital concentrado.

La necesidad de acumulación de dólares para el pago de  deuda y para sostener los subsidios a la oferta, a través del endeudamiento permanente, acrecentó la debilidad del peso y el fortalecimiento de la moneda de dominación que a nivel internacional comienza a mostrar signos de fragilidad. Es decir, a pesar de lo que varios analistas del propio campo popular aprecien en relación al alineamiento internacional del gobierno, este no implicó una apertura estructural hacia la potencial multipolaridad. En términos prácticos se mantuvo la dependencia con los organismos globales atlantistas.

Contrariamente a lo que sostiene el híbrido ideológico econimicista, en el que abrevan los Massa tanto como los Horacio Rodríguez Larreta, no es bajo la egida del modelo agro-exportador que se recuperará el país. La ausencia de mercado interno alimentó la falta de planificación estratégica que de impulso a la reconstrucción industrial. En Argentina no se produce casi nada y lo poco que se hace no esta a disposición de la población porque sus precios quedan pegados a los valores exportables.

El pobre sigue con la ñata contra el vidrio. No está en la mesa de decisiones. Otros toman malas determinaciones por él. En su nombre se reivindica el asistencialismo. Esos mismo le piden más sacrificio cuando ya no tiene más nada que dar. Se lo sacaron todo. Y si le dan algo se lo echan en cara. Le hablan sobre las bondades del Pre-Viaje, de los restoranes llenos. Pero él no pude comprar medio kilo de pan. La panza hace ruido y empieza hacer frío. Se viene el invierno. Tener una manta ni siquiera llega a ser un acto de justicia, a penas si es un poco de caridad.

La Argentina cruda y profunda no circula desnuda por las redes sociales. La real concreto se mete en la carne y duele. Desde una señora cerca de jubilarse que en un supermercado chino en Avellaneda comparaba los precios de marca de leches para ver cual podía llevarse y dejaba todas ahí, en la góndola, hasta los pibes de un comedor de una escuela rural de Esquel que volvieron a comer milanesas después de un año porque la acción de una organización sindical intervino para hacerles llegar la carne.

¿Peronismo? Al peronismo se lo deglutieron en cenas de beneficencia. Lo arroparon con los vestidos de museo y lo dejaron en un estante para que acumule olor a jubilación prematura. Vandorismo que le llaman. El peronismo es cosa del pasado, dicen los que se calzan el traje de peronistas para salir a cazar votos. Los buenos salvajes que se adaptan a los nuevos viejos tiempos, alegando que hacer peronismo pianta votos. El mundo del revés o el universo de la traición.

El gobierno no mira para abajo. El Frente de Todos casi que tampoco. Mira para el costado. El hacer poco y decir mucho se convirtió en ley. Una ley seca. Frustrante. Peor. Se pierde demasiado tiempo hablando de realidades paralelas, de los monstruos que la habitan. Los Milei, las Bullrich, los Macri. Narcóticos. El entretenimiento mainstream del progresismo frentista.

En esa pérdida de sentido no se suele apreciar que las estadísticas no suelen reflejar lo palpable. Lo que se toca con la punta de los dedos en la calle. Gente rota. Basta con ver los alrededores del Teatro San Martín en el centro porteño. Personas jóvenes en situación de calle. Sin presente. Con menos futuro. Que terminarán siendo criminalizados por el discurso dominante. La fragilidad nos pone en estado de somnolencia permanente. Esos pibes, esas pibas, no discuten por el candidato. La política les queda demasiado lejos.

Ahí, en la calle, a la intemperie, no hay banqueros, no hay periodistas, no hay autoridades, no hay tasas de interés, no hay créditos, dolares de distintos colores, tampoco hay criptomonedas, ni ferias del libro, ni avances tecnológicos. A veces, con suerte hay algo de humanidad. Pero hay sombras. Demasiadas. Que atentan contra la posibilidad de habitar el suelo. Allí la realidad no tiene benevolencia.

¿Entonces? Y, estamos jodidos.

No se cambiaron las reglas de juego. Se mantuvo un sistema productivo altamente selectivo y excluyente. Se alimentó la cultura del emprendedor para que los que no terminan en una ciénaga concluyan pedaleando doce horas precarizados y por dos monedas. No se los ve, se los asimila al sistema. Son índices de confiabilidad. Crecimiento y desarrollo.

Estamos jodidos si. La pérdida de sentido confluye con la pérdida de identidad política. La fusión ideológica sintetizó los parámetros de la confusión. Todo es centro. El equilibrio se reduce a las relaciones de fuerza y estas a la falta de voluntad en el hacer. El Frente de Todos abandonó a los pobres, en una actitud narcisista y egoísta. Se enamoró de su propia imagen en el espejo. Un espejo que tiene los vidrios rotos.

Si, estamos jodidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

20/4/2023

 

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