Opinión

“Nuestra fe es revolucionaria”

*Por Gustavo Ramírez

Tierra, Techo y Trabajo son los tópicos por donde  circula el sentido de la conformación histórica del Movimiento Nacional. La búsqueda de un Estado de dignidad, que centralice a la persona humana, a los pobres y a la clase trabajadora en la estructuración de la comunidad, no satisface la expresión de deseo de un grupo social, no se asiste en la razón utópica. Por el contrario, revalida una filosofía de la esperanza en acciones concretas que tienen su arraigo en el propio devenir histórico.

El retroceso, al capitalismo pre-peronista, es un intento furtivo del neoliberalismo para imponer su dogma económico sin resistencia social.  En estos tres años y medio, el gobierno de Mauricio Macri, desplegó el arsenal ideológico del liberalismo thatcherista para descomponer una matriz social con amplias ramificaciones en los territorios. Esa violenta expansión de fuerzas de poder han tenido un efecto absolutamente regresivo para el conjunto nacional. No obstante, la expresión de deseo gubernamental, chocó de frente con el poder popular que no se rindió.

La última marcha de San Cayetano, que se realizó el pasado 7 de agosto a días de las elecciones Primarias, propinó  al Ejecutivo una significante derrota política. El Movimiento de Trabajadores supo expresar sus necesidades, su rechazo al modelo neoliberal, pero también demostró la capacidad que tienen las Organizaciones Libres del Pueblo para producir opciones alternativas en defensa de sus intereses colectivos. Cabe recordar que los Movimientos Populares han presentados seis proyectos de ley que el los representantes del Pueblo en el Congreso han ignorado con afán de desmemoria.

 En ninguno  de los actos de cierre de campaña, de los representantes del campo popular, la movilización gigantesca del 7 de agosto, fue siquiera mencionada como un hecho de triunfo político significativo. El narcisismo político cae en la trampa coyuntural de obviar lo preponderante, que incluye oír a los que más gritan. En la agenda política del momento no está la persona humana, no están los pobres, no están los trabajadores.

Lo ocurrido en las calles porteñas  este último miércoles deja en claro que, como dice el Papa Francisco con su interpelación  a los Movimientos Sociales, la fe popular trasciende el mero ámbito religioso: “Nuestra fe es revolucionaria”. Lo que se celebró en las calles, en un contexto sumamente dramático para los más vulnerables, fue la “cultura del encuentro”. Desde allí, entonces, el gobierno ya perdió.

El 1° de Mayo del 2013, Francisco le explicó al pueblo trabajador, convocado en la Plaza San Pedro que “el colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano…precisamente, porque, al poner la periferia en función del centro, les niega el derecho a un  desarrollo integral. Y eso, hermanos, es inequidad y la inequidad genera violencia, que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener”. 

Las palabras del abanderado de los humildes, bien podrían haberse pronunciado en la última marcha de San Cayetano: “No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría Hipócritas. Que lindo es en cambio cuando vemos  en movimiento a los Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces si se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor”. 

La centralidad del Trabajo, que reclaman los Movimiento Sociales y el Movimiento Obrero, es determinante para derrotar a la pobreza y devolverle al pueblo la dignidad que el endiosamiento del dinero le intenta arrebatar cotidianamente.

“No se existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son el resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”, estas palabras de Francisco fueron pronunciadas  en el I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, el 28 de octubre de 2014.

¿Es piantavotos habar de pobreza y de los pobres? ¿Por qué entonces no están en la agenda electoral? Las estrategias de marketing también sirven para neutralizar el discurso político. Tal vez por miedo a aparecer como demagogos ante esa abstracción implacable que es la “opinión pública”, los políticos del campo popular prefieren ubicarse en la autorreferencia. Pero lo cierto es que, más allá, de las explicaciones ocasionales la opción, aun de los actuales representantes del ámbito nacional, no es por lo pobres. El fetiche del pasado cercano puede servir como eslogan para cifrar comparaciones pero no como solución efectiva para los descartados. Lo curioso es que en el discurso electoral también aparecen como los periféricos y son lumpenizados. Entonces el problema es político-cultural.

Otra vez Francisco se convierte en  nuestro mejor expresión: “Digamos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo”. 

La joven democracia argentina está en deuda con los pobres, con los trabajadores. Ha sido un instrumento del capital para someter a poblaciones enteras. En nuestro país hubo intervalos de bienestar que no llegaron a recuperar el sentido revolucionario del proceso de transformación iniciado por el perinismo. Los años buenos del kirchnerismo no alcanzaron para propiciar, por decisión política, una verdadera revolución cultural.  Allí es donde más se perdió.

“Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías  y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal”, el énfasis de Francisco es el que suele ningunearse en Argentina por los representantes políticos del Movimiento Popular.

No hay Justicia Social posible sin cultura del encuentro, sin la reconstrucción determinante de la Comunidad Organizada, sin contar con las Organizaciones Libres del Pueblo. Tampoco hay democracia sin Justicia Social. Mientras se juegue un juego impuesto por el voluntarismo de las fuerzas narcisistas tampoco habrá victoria definitiva. Entonces, insistimos, el desafío es reincorporar al plano social la revolución cultural para “hacer justicia juntos”.

Hay una línea histórica que imbrica a Perón y al Papa Francisco, aunque algunos segmentos retardatarios pretendan separar la aguas. Ambos son líderes indiscutidos de los pobres, de los más humildes, de los trabajadores. Algo que no ha encontrado una síntesis en el actual mapa político de representación. Nos devora, no la urgencia de los pobres, sino la velocidad coyuntural.

Existe un camino de retorno. Por eso la fe del Movimiento Nacional es revolucionaria. En se sentido el Papa es un faro que no se puede ignorar para la reconstrucción de la Patria:  “La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas  nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas  de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobiernos locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos con la construcción del destino común”. 

La derrota definitiva del neoliberalismo se producirá con un regreso a Perón, al peronismo que  optó por los pobres, no desde una razón mesiánica, sino desde una plena consciencia de clase y pertenencia. Se avecinan tiempos de inflexión que requerirán de la madurez del Movimiento Sindical y de la fortaleza inclaudicable de los Movimientos Populares.

Es necesario hacer carne, en el colectivo social, en su imaginario, que de una vez por todas “nuestra fe es revolucionaria” y con esa convicción avanzar hacia  la verdadera transformación política que es la revolución cultual.

 

 

*Director periodística de AGN Prensa Sindical

Fuente de citas: “No os dejeis robar la dignidad” de Abraham Canales Fernández.

Fotografías: Ariel Chávez, Octavio Martín, AGN Prensa Sindical.

Subir