Opinión

Los herederos

Por Gustavo Ramírez

La unidad no se enuncia, se practica

Las tensiones pre-existentes en el universo sindical no representaron un obstáculo para construir un proceso de unidad dentro de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte. Lo que había para decir se dijo hacia adentro y aquellos gremios, como La Fraternidad y la UTA, que no estuvieron de acuerdo con la síntesis que expresó dicha unidad, expusieron su postura y se alejaron de la CATT sin generar un sismo.

El punto de partida resultó auspicioso. La diferencias internas se saldaron en una construcción que se plasmó en el último Congreso Nacional de la CATT. Esto implicó, obviamente, reposicionamientos internos lo cual impone que el análisis no puede centrarse en el superficial debate de quien ganó o quien perdió con esta nueva conformación y estructuración.

En realidad, la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte terminó fortalecida, más allá decisión asumida por el gremio ferroviario que lidera Omar Maturano y por la determinación del desgastado Roberto Fernández.

Se podrá aventurar que persistió un re-alineamiento del moyanismo que sumó adhesiones a partir de la articulación que este sector gestó con Sasia y el reconocimiento que finalmente se hizo al trabajo realizado, no sin incordios, por Juan Carlos Schmid. Vale añadir que la inclusión de los sindicatos que componen el Frente Gremial Aeronáutico promueve cierto aire de renovación que añade fortaleza a la estructura que nuclea a las organizaciones sindicales del transporte.

La expresión de los distintos sectores se plasmó en la lista de unidad que encabezó Sasia y, en principio, dio cuenta que la estructura salió fortalecida. Durante el Congreso, la CATT,  definió su política a corto y largo plazo: Designó a Pablo Moyano como su representante para ocupar un espacio en la conducción de la CGT y expresó la necesidad de desarrollar un programa propio entre los gremios del transporte para superar la etapa coyuntural de la unidad en razón de constituir un modelo nacional  inherente a las necesidades de la clase trabajadora.

Un párrafo aparte merece el rol que cumplió el titular de la FeMPINRA, Juan Carlos Schmid, para alcanzar esta unidad. Antes del Congreso General Extraordinario de la CATT muchos opinadores mediáticos desvencijados apabullaron a la mentada opinión pública con la idea que el dirigente marítimo estaba más cerca de la jubilación que dentro del juego. Sin embargo la realidad los puso en su lugar, como ya es costumbre.

Cuesta comprender que el sindicalismo sigue su propia dinámica, con su propias reglas de juego. Desde un principio Schmid sostuvo que era imprescindible trabajar para la unidad de los gremios del transporte. Lo primero fue tender puentes y dar el debate franco hacia adentro sin pensar en los cargos. Privilegiar la mirada estratégica por encima de las relaciones empáticas y promover el entendimiento entre segmentos que se presentaron, en el universo de las operaciones corporativas, como irreconciliables. Esta acción permitió adecuar los intereses colectivos a las demandas presentes y dejar de lado las demandas individuales. Hubo discusiones, interpelaciones, pases de factura, pero no ruptura. Un ejercicio democrático que el sindicalismo argentino tiene aceitado.

Es en esta línea donde a pesar de las manifestaciones mediáticas, el Movimiento Obrero, da cuenta de comprender el presente sin entregar su identidad ni su posición. En este caso, los actores intervinientes en la CATT, figuras fuertes y con su propio poder, pusieron las cartas sobre la mesa y jugaron a favor de los intereses de los trabajadores y trabajadoras del sector por encima de las ambiciones personales. Es decir, hicieron peronismo.

Contra la colonización cultural

Durante los cuatro años de gobierno oligárquico pro neoliberal que gestionó la coalición Cambiemos, desde el propio campo nacional hubo operadores que se encargaron de confundir a propios y ajenos cargando las tintas contra la conducción de la Confederación General del Trabajo. Un trabajo de pinzas que cercó la legitimidad de la Central, que a pesar de sus propias contradicciones internas pudo constituirse como la primera línea de defensa de la clase trabajadora.

La militancia política, seducida por el placebo del acceso al consumo y la performance de un Estado de Bienestar superficial y endeble, contribuyó al señalamiento macartista de las organizaciones sindicales sin darse cuenta que eso era precisamente lo que buscaba la restauración neoliberal. Aun cuando algunas críticas eran válidas no se llegó a dimensionar que el obrar sindical fue en definitiva el que propició la derrota macrista en 2019. Una gran porción de vanguardistas iluminados eligieron creer que el enemigo estaba en el edificio de la calle Azopardo y no en la Casa Rosada, por entonces amarilla.

El Movimiento Sindical argentino tiene un gran desafío por delante, aun por encima de la elección de autoridades en la CGT,  es el de romper con la cadenas de la colonización pedagógica que se impone tanto por derecha como por izquierda. Existe una gran porción de la sociedad que aun no comprende que el ataque del sistema contra el sindicalismo responde a la demanda de desarticulación de los lazos comunitarios. Por eso no es casual que se intente permanentemente desprestigiar a los Movimientos Populares, por ejemplo.

La labor de los actores sociales sindicales tendrá que apuntar a descomponer el sentido del pensamiento único que se naturaliza a partir de presupuestos pedagógicos y colonizadores que responden al significante de la anti-patria. Como bien describe el pensador italiano Diego Fusaro: “El pensamiento único es la superestructura que promueve el orden de la dominante élite globalista contrabandeándolo como natural, irreversible y capaz de promover el interés general de la humanidad: es “único” porque, como se dijo, es introyectado y metabolizado también por el Siervo precarizado, que ha hecho suya la visión de su tradicional adversario”. 

Por otro lado, al sindicalismo también se lo ataca por ser el último gran núcleo de preservación de la concepción peronista histórica. En las desvirtualización sistemática de la doctrina peronista, el Movimiento Obrero, es visto como el celoso guardián de la ontología peronista resistente a la subordinación y a la entrega de la Patria, lo que genera incomodidad para aquellos que pregonan el idealismo progresista de la democracia demo-liberal.

Es menester comprender en que contexto se encuadra la unidad que se pretende en la Confederación General del Trabajo y su vital importancia. Un dato desde esta perspectiva es la convocatoria al acto por el Día de la Lealtad. La CGT se movilizará con su propia agenda evocando la gesta del pueblo trabajador en aquel 17 de Octubre resignificando el valor social de la producción, el desarrollo y el trabajo, como características éticas de la Justicia Social.

Esto no quiere decir que el debate interno esté vedado o anulado. Por el contrario, la discusión excede el plano meramente formal y más allá de las potenciales candidaturas, que pueden tener mayores o menores adhesiones, existe una coincidencia general en la necesidad de construir un programa propio que interpele los desafíos presentes sin arriar las banderas legadas por Perón y Eva Perón. Ello producto de una discusión permanente sobre cuál debe ser el rol de la CGT en este proceso.

Los gremios del transporte han dado el primer paso en ese sentido. Falta aun mucho camino por recorrer, pero la experiencia marca una tendencia en el rumbo que seguirá el Movimiento Obrero, que tampoco está exento de lo que ocurre en el terreno político. Contrariamente a lo que ocurre en otros países, el sindicalismo argentino con sus idas y vueltas, es sostén fundamental para la continuidad del proyecto de liberación nacional promovido por el peronismo a los largo de su historia. Cuando se ataca al sindicalismo se ataca a la Patria y se es funcional a los intereses de la neocolonia.

 

 

 

12/10/2021

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