Pensamiento Nacional

La experiencia libertaria, el vanguardismo iluminado, los apresurados y algunas enseñanzas de Perón

*Por Juan Godoy

“no hay cosa más sin apuro
que un pueblo haciendo la historia
no lo seduce la gloria
ni se imagina el futuro
marcha con paso seguro
calculando cada paso
y lo que parece atraso
suele transformarse pronto
en cosas que para el tonto
son causa de su fracaso”
(Alfredo Zitarrosa)
“Así como es difícil armar una nacionalidad, es fácil desarmarla cuando no median los
factores que la engrandecen y cohesionan (…) como argentinos, no podemos perdonar
el intento de destruir el alma nacional” (Juan Perón)

 

Resulta evidente que asistimos a un política de ajuste feroz por parte de una administración de gobierno que pretende no solamente “atrasar” el reloj de la historia, volviendo a una Argentina pre peronista del orden del país en que “las vacas tenían más atención por parte del estado que los trabajadores”, la Argentina desigual que cristalizó el Informe Bialet Massé, el país en que en algunas partes de la región cuyana se hacía un guiso de uvas y carne canina como certificó Pedro Escudero, incluso hacia una nación pre-moderna sin Estado, al fin y al cabo pre-capitalista, sino también un avance hacia lo desconocido: no se trata solo del clásico liberalismo que piensa al individuo sobre lo colectivo, más bien es un “experimento” que imagina una geografía (que no necesariamente implica nuestra nación tal cual la conocemos), de individuos absolutamente aislados que se vinculan entre sí en búsqueda de la maximización del beneficio, sin lugar a ningún tipo de organización colectiva.

El gobierno en general y el presidente en particular expresa la antítesis de lo que construimos como nación a lo largo de estos siglos. Nuestras tradiciones, identidad y conciencia nacional no sólo no se encuentran en la programática libertaria, sino que son bastardeadas y vapuleadas día a día. De esta forma también se mina la autoestima de nuestro pueblo.

Queda claro que destruyendo el “ser nacional” no quedan barreras defensivas a este experimento, a la defensa de lo nacional. Transitamos una cornisa que “los nacionales” vienen advirtiendo hace tiempo pero que se ha acelerado a partir de la irrupción libertaria, la posible balcanización de nuestro país y la disgregación nacional.

En tiempos de relativismo cultural, insistimos y enfatizamos en que todo no puede dar lo mismo. Perón advertía los riesgos en torno a la nacionalidad cuando no median factores de unión y de cohesión, resultando imperdonable el intento de destruir el “alma nacional”.

¿Cómo enfrentar este “experimento” que si bien tiene muchas cuestiones que ya conocemos, también tiene algunas particularidades novedosas? Resulta primordial, como decía Sun Tzu conocerse a uno mismo y también al adversario. Vale decir, muy someramente ya que en estos meses varios artículos apuntaron cuestiones muy interesantes al respecto, y destacar no solo el origen democrático del gobierno, sino también apuntar que en esa expresión hay varias respuestas al interrogante acerca de cómo llegamos hasta aquí.

La advertencia entre “compañeros” del campo nacional a lo largo de estos años resultaba recurrente, lo podríamos definir en una frase que se escuchó reiteradamente en los últimos años: “esto termina mal…” .

En este punto, queremos significar que en el diagnóstico libertario que constituyó parte de su campaña que lo catapultó (más allá de otras “ayudas” de los “magos de la política” que pensaban y piensan siempre que “la tienen atada” subestimando al pueblo), al gobierno hay muchas verdades y mayormente “medias verdades”, las más difíciles de desandar.

Será por eso que decía Jauretche que los pueblos primero “aprenden” lo que no quieren y luego queda construir el camino hacia el proyecto de nación que pueda arbitrar soluciones a las problemáticas nacionales. Apuntamos muy rápidamente que, desde ya, hubo un impacto de la economía pero no es la única arista de análisis que hay que buscar, sobre todo por la elección de una expresión tan virulenta.

El gobierno es expresión nuevamente del “que se vayan todos”, un voto lógico desde esa óptica, claro está. Milei probablemente sea hijo de la pandemia y de la política aplicada sobre la misma en esos largos meses (y de ciertos acontecimientos que sucedieron: léase por ejemplo la justificación que algún funcionario accediera antes a la vacuna porque él es más importante que los “ciudadanos de a pie”) , como también (y acá hay un punto nodal) de la política cultural de los últimos años, de la discursividad progresista y sus diversas agendas ligadas mayormente a las minorías con poca raigambre en las necesidades de nuestro pueblo (y muchas muy ligadas a las de los intereses extranjeros), la sobre-ideologización.

Otra cuestión central en el análisis es lo que alguien (lo he leído en varias notas, no sé de quién es la idea original) denominó certeramente como un Estado que hace mímica (más allá de algunas cuestiones importantes y maravillosas, podemos observar esto claramente en la salud o en la educación -fundamentalmente en “los conurbanos”-, la política de seguridad y su justificación “clasista”), como asimismo pregonar un conjunto de ideas pero no practicarlas, es decir no ser coherente entre lo que se dice y lo, que se hace, no seguir lo que Francisco puntualiza como central en la construcción política de los dirigentes: pregonar con el ejemplo (no se sigue a los líderes por lo que dicen, sino por lo que hacen).

Ponemos de relevancia también la falta de un proyecto nacional, atado a la imposibilidad del desarrollo. Un discurso que deja de lado el trabajo (no sabemos bien en base a qué estudio o solamente es repetir una zoncera), rompiendo la máxima de Perón en torno a que “cada uno debe producir, al menos, lo que consume”. Esa carencia o desorientación se observa en el discurso anti-sindicalista, y/o anti-militarista abstracto, cuando no en contra de la fe que profesa en mayoría casi absoluta nuestro pueblo.

Queremos apuntar también la problemática de la construcción de un discurso absolutamente soberbio que divide la sociedad en buenos o malos. En que nosotros somos todo lo bueno, y los demás los malos. Una suerte de superioridad moral. Vale destacar también una dirigencia divorciada de las problemáticas del pueblo, sumada a la balcanización del gobierno, y a que a la “grieta” externa se le sumó una “grieta” interna, lo cual también dificultó mucho más el desempeño del gobierno.

Una política realizada por uno “nuestro” es buena, mientras que la misma política realizada por uno “de ellos” es mala. Sectores dentro del gobierno que preferían que no funcione o tiroteaban si “la cosa” iba bien. “Dirigentes” auto-proclamados que no dirigen a nadie. Por último, anotamos una cuestión preocupante: la tendencia a la “desaparición” de la militancia política entendida como una actividad realizada para otros, con “la formación” como elemento central, y los espacios territoriales de anclaje. Dejado de lado eso nos quedan un conjunto de tecnócratas preocupados por ellos mismos y sus bolsillos, una “política” vacía, un “cuerpo si alma”.

No casualmente Francisco en su exhortación apostólica de octubre de 2023 Laudate Deum dedica especial atención al paradigma tecnocrático. Volvemos más concretamente al interrogante en torno a cómo enfrentar estas políticas y fundamentalmente algunas problemáticas que observamos al respecto.

Hay una anécdota de Perón conocida ya que la contó en sus clases en la Escuela Superior Peronista, luego compiladas en Conducción Política. El General refiere allí a que cuando era Secretario de Trabajo y Previsión Social algunos sectores fubistas y de la Unión Democrática tenían una fuerte presencia en la calle, a lo que varios trabajadores le reclamaban a Perón e insistían en la idea de “ganar la calle”. Perón respondía con prudencia con el principio de “economía de fuerzas” que “hay que ganar la calle en un momento y en un lugar decisivo. Pretender tener siempre la calle es gastar la fuerza y no ser nunca fuerte”.

Esto anécdota vale en tanto hay sectores que piensan y “presionan” (desde diciembre mismo), para “salir a la calle”, “ganarla”, “paro general por tiempo indeterminado”, “caceroleros” de nula o dudosa trayectoria política erigidos en “revolucionarios” que critican a la CGT, etc. etc. Esos sectores se auto-proclaman como los “más revolucionarios”, y tildan a todos los demás (cuando no “la burocracia sindical”) de conservadores.

Se piensa a priori que esa es la única forma de “ganar” políticamente, cuando es probable que se termine debilitando el “campo nacional” y fortaleciendo el gobierno que se pretende debilitar. Nos preguntamos por qué pretenden tener más mérito que dirigentes sindicales elegidos por sus bases, representativos, y cuando no refrendados varias veces.

Esto último nos recuerda a Bassil Liddel Hart que en su libro más conocido nos dice que “en la estrategia, el camino más largo es con frecuencia la manera más rápida de llegar a casa”. Diseñar una estrategia en la cual se apoya la táctica entonces resulta esencial. En este sentido también el “gran estratega” debe descubrir los puntos de apoyo de quién se enfrenta, apuntando a debilitarlos, descubrir el tendón de Aquiles, se trata de una lucha política. Vale remarcar que fortalecer “nuestra posición” es también debilitar la del adversario.

Vale también recordar aquí otra “enseñanza” de Perón para los movimientos revolucionarios, pero que resulta adecuada también para reflexionar sobre este punto que mencionamos. Afirmaba Perón que había tres enfoques: “el de los apresurados, que creen que todo anda despacio porque no se rompen cosas ni se mata gente. El otro sector está formado por los retardatarios, esos que no quieren que se haga nada, y hacen todo lo posible para que esa revolución no se realice. Entre esos dos extremos perniciosos existe uno que es el del equilibrio, y que conforma la acción de una política que es el arte de hacer lo posible, no ir más allá ni quedarse más acá. Pero hacer lo posible en beneficio de las masas, que son las que más merecen y por las cual tenemos que trabajar los argentinos”.

Hay una cuestión que aparece reiteradamente en sectores vinculados en mayor o menor medida al “campo nacional” que es una postura soberbia que, como sabemos, no es buena consejera en política. Una postura que, a partir de su auto-proclamación como gran analista político, pretende “explicarle” al pueblo cómo debe “pensar”.

Es una postura que en muchas ocasiones denigra al “otro”. En lugar de prestar más oído y construir una agenda política ligada a las problemáticas de nuestro pueblo, adopta una postura iluminista que lo que termina haciendo es alejando a los sectores populares de nuestro lado. Hay también un umbral bajo de tolerancia a quien “piensa diferente”.

Se cortan en gran medida los vasos comunicantes, gran problema, hemos llegado a un punto en que gran parte del pueblo “no los quiere escuchar”, cuando no les guarda un profundo desprecio. Muchas veces se prefiere “tener razón” a tener éxito siendo persuasivo.

Perón también contaba que cuando llegó a la Presidencia e ingresó en su despacho, cuando le preguntaron qué era lo primero que iba a hacer, contestó: “tirar al General por la ventana”, con lo que quería significar la necesaria transformación y re- semantización política necesaria al pasar de “lo militar” a “lo político”, cuestión que también desarrolla en las clases de Conducción Política cuando explica que la base eran los “Apuntes de historia militar” que había escrito en los años 30, entendiendo por ejemplo que en lo militar se conduce mandando, y por el contrario en la política se lo hace persuadiendo.

Lo que tenemos es una postura que ha sido muy perniciosa a lo largo de nuestra historia. Un sector que se erige en “vanguardia iluminada”, sobre la que nada ni nadie puede estar. El mismo está más bien ligado a un esquema de pensamiento colonial que lo lleva a pensar en divorciado de las necesidades nacionales, al fin y al cabo piensan en términos de “civilización y barbarie”.

Se trata de quienes “la tienen clara”, “bajan al territorio”, “hablan en códigos para ‘entendidos’”, se erigen en “vara moral”, llegando a “putear” al que no piensa como ellos, a denigrarlo, al tratarlos de conservadores o “que atrasan”, a caricaturizarlos como dinosaurios, a burlarse de sus creencias, etc.

No hay que ser un pensador audaz para dar cuenta que desde ahí es muy difícil construir política. Decía Hernández Arregui sobre estos sectores medios que: “la clase media, convencida de su independencia, justamente porque carece de ella, se cree depositaría de valores universales, sin comprender que detrás de ellos están los intereses particulares de la burguesía. El pequeño-burgués –y el intelectual no escapa a esta regla– piensa siempre en términos absolutos (…) Su minúscula situación social le hace perorar con frases de gigantes”.

Ciertos sectores progresistas de hoy, algunos que pregonan su pertenencia al campo popular, se creen más que los trabajadores organizados a los cuáles llenan de adjetivaciones, al fin y al cabo parecen tener sobre los trabajadores el mismo odio que los gorilas profesaban sobre los “cabecitas negras” en los 40/50 o que muchos de sus hijos (y otros) en los 60/70 tenían sobre lo que consideraban “sindicalismo burocratizado” blanco predilecto de sus atentados.

Mucho de esto se vio en los últimos años, pero como decía el General “la única verdad es la realidad”, y esa realidad indica que en los últimos años el movimiento obrero organizado se ha sostenido como bastión central de la resistencia del movimiento nacional a las diversas políticas sobre nuestro pueblo.

Su larga tradición de lucha se vio claramente estos últimos años en el macrismo a través de la realización de cinco paros generales entre otras medidas contribuyendo a que esa administración dure tan solo un mandato constitucional, y también en estos primeros meses de experiencia libertaria, se vio concretamente en logros contra su política principalmente en lo referente al trabajo.

Al fin y cabo se trata de luchar, de ser inteligentes, de persuadir, tener fe en nuestro pueblo que sabe de gestas épicas, al mismo tiempo que construir una agenda política que parta de nuestra realidad y las necesidades de nuestro pueblo, partir de abajo hacia arriba, y elaborar un proyecto nacional de emancipación.

En este punto, se revela esencial entender que, como dice Francisco, “el todo es superior a la parte”, “el tiempo es superior al espacio”, “la unidad prevalece sobre el conflicto” y “la realidad es más importante que la idea”.

Apuntar desde ahí a la construcción de una unidad nacional, y esa unidad no es entre los que pensamos lo mismo, sino es con el que se tiene un conflicto, con el que piensa diferente, entendiendo que la misma no anula a las partes sino que en la síntesis se sostienen las identidades de cada uno. Por un momento, al menos, y sinceramente hay que valorar la posición del “otro”, acercar posiciones, construir puentes (no muros), que nos lleven a la unidad en virtud de la grandeza nacional y la felicidad de nuestro pueblo.

 

 

 

 

 

*Doctor en Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster y Especialista en Metodología de la Investigación, Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesor de Sociología (UBA).



No es nuestra intención “hacer leña del árbol caído”, sino que son temas y problemáticas que venimos abordando hace años. Acá algunos de esos artículos:
La unidad nacional y la reconstrucción del hombre argentino para la emancipación nacional. Revista Hechos e Ideas. N° 9. Febrero 2023.
El orden dependiente y el pensamiento nacional. Revista Zoom. Noviembre de 2022.
Para que el Movimiento Nacional perdure hay que poner en valor la doctrina peronista. Entrevista a Juan Godoy por AGN – Prensa Sindical. Julio 2022.
La Escuela Superior Peronista recupera lineamientos para un proyecto de emancipación que retome la tradición nacional. Entrevista a Juan Godoy por la Agencia de Noticias Paco Urondo (APU). Junio 2022.
La centralidad de la formación en el pensamiento de Juan Perón. Revista Viento Sur UNLa. ISSN: 1853- 8762. Diciembre de 2021.
Pensamiento nacional y emancipación. Revista Movimiento Nº 35. ISSN: 2618-2416. Septiembre de 2021.
¿Y si probamos con un proyecto nacional? El peronismo y la planificación, el progresismo y la
“improvisación. Revista Movimiento Nº 33. ISSN: 2618-2416. Junio de 2021.
La crisis argentina, la cultura nacional y el destino de un continente mestizo. Revista Viento Sur UNLa. ISSN: 1853-8762. Marzo 2021.
Del laberinto nacional se sale por la comunidad. Revista Zoom. Abril 2020. Volver a lo nacional para reconstruir la Patria. Apuntes al filo de las elecciones. Revista Zoom. Noviembre 2019.
La Patria, la comunidad y su destino. Marzo 2019.
Revista Zoom Reflexiones en torno al progresismo y la agenda política de las minorías. Revista Movimiento Nº 5. ISSN: 2618-2416.Octubre 2018.
El pensamiento colonial y la ideología de la resignación. Revista Zoom. Septiembre de 2018.
Envar “Cacho” El Kadri y la crítica a las armas. Revista Movimiento Nº 4. ISSN: 2618-2416. Septiembre 2018.  También disponible en sociologiayliberacion.blogspot desde Febrero 2018.
El progresismo, la historia del pueblo argentino y el peronismo. Revista Zoom. Noviembre 2017. El sindicalismo, el progresismo “clasemediero” y la CGT. Revista Zoom. Política y sociedad en foco.
Marzo de 2017.
La madre de todas las batallas. Apuntes sobre la dependencia. Revista Movimiento. ISSN: 2618-2416. Junio 2018. Originalmente en Revista Zoom. Política y sociedad en foco. 13 de Octubre de 2016. La vuelta a las fuentes para enfrentar la restauración neoliberal y reconstruir el movimiento nacional. Publicado en Sociología y Liberación. Diciembre 2015. Disponible en sociologiayliberacion.blogspot.com.ar

 

 

 

15/3/2024

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