Opinión

“Tiempo para el tiempo y un rato más”

Por Gustavo Ramírez

“Todos los ríos van al marPero éste nunca se llenará
Siempre volverán a donde salieronPara comenzar a correr de nuevoLo que siempre fue lo mismo seráLo que siempre hicieron repetirán”
Vox Dei/Libros Sapienciales

 

La gira de Sergio Massa por Estados Unidos culminó con expectativas positivas para el gobierno nacional. El ministro de economía hizo gala de su experiencia en la gestión y mostró a propios y extraños la envergadura que puede adquirir su volumen político a la hora de las negociaciones económicas. Sin embargo, esto no necesariamente se debe traducir de manera automática como buenas nuevas para los sectores populares.

Massa mostró músculo al  re-acordar con el Fondo Monetario Internacional, luego de un encuentro con la Directo Gerenta del organismo financiero, Kristalina Georgieva. El representante del gobierno nacional reafirmó el compromiso oficial de cumplir con la meta de un déficit que consuma solo el 2,5 % del PBI para este año y un 1,9 % para el año entrante. Lo que sigue sin explicarse es bajo que condiciones se alcanzará el objetivo. Por otro lado, diversos fuentes económicas coincidieron en señalar que este nuevo acuerdo da pie para que el FMI desembolse 4.000 millones de dólares.

Todo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional daña la estructura económica nacional en mayor o menor medida. Por otro lado, desde una perspectiva local, Massa todavía no logró convencer a los propios que su plan económico de ordenamiento de la macro economía no es un ajuste en sí mismo, al menos en modo neoliberal.

No obstante la persistencia en dar cumplimiento al acuerdo permite inferir que en corto plazo no se abandonará la perspectiva ortodoxa de la mirada económica. Sobre todo porque desde el Ejecutivo consideran que esto corresponde a trazado inexorable por lo que es necesario recurrir al pragmatismo más allá de las ínfulas ideológicas. No obstante, en las bases la miradas son distintas y las demandas comienzan a ser más urgentes.

Massa apreció el encuentro sin grandes pompas. Aseguró que fue una excelente reunión de trabajo “con el objetivo de seguir avanzando en la estabilización y el camino de orden fiscal, acumulación de reservas y desarrollo con inclusión”.

Por su lado, en la misma línea, la titular del FMI consideró que fue “una reunión muy positiva con el Ministro argentino Sergio Massa en la sede de Washington DC del FMI, luego de una semana de discusiones técnicas muy profesionales entre nuestros dos equipos”.

Parte del objetivo del titular de la cartera de Hacienda es fortalecer la acumulación de reservas como una manera de reasegurar la gobernabilidad. Su posición, casi obsesiva, de ordenar la macro-economía conlleva que se recurra en mayor o menor medida al ajuste. La discusión fina se deslizará por un terreno barroso, puede más o menos ortodoxo, pero es un ajuste al fin de cuentas y este tiene impacto sobre la economía de los sectores populares.

El gobierno no tiene tiempo para corregir las demandas estructurales. Por lo que deberá continuar apelando a las soluciones parches. Se estima que se implemente un ingreso universal por tres meses al corto plazo, con la intención de institucionalizarlo en diciembre. Este recurso es tan útil como suficiente, abarcará un universo cercano a dos millones de personas pero no logrará dar respuestas de fondo. La iniciativa cuenta con el apoyo de dirigentes populares, aunque muchos prefieren emitir opinión una vez que se den a conocer los detalles finos de la medida.

La mirada centralizada sobre la macro-economía no necesariamente incluye un programa que proteja al mercado interno. La demanda por hacerse con moneda extranjera amplía los márgenes  de las fronteras económicas. El marco de austeridad empieza a denotar un caída en el consumo que además añade el factor de la depreciación del salario producto de la inflación y la devaluación por goteo.

La indexación del poder adquisitivo de la clase trabajadora denota la ausencia de una mirada arraigada en la ecuación inversa a las recetas que hoy articula el gobierno nacional. La dependencia del modelo exportador, la sujeción a las importaciones para la producción, constituyen el mapa de las asimetrías económicas que parecen irreversibles en este período. Ambos condicionamientos descomponen el trazado del mercado interno al mismo tiempo que fomentan la transferencia de riqueza de manera vertical.

Mientas el deterioro del poder adquisitivo de la clase trabajadora se traduce en un profundo retroceso de su calidad de vida, la rentabilidad de las empresas es solventada por decisiones políticas dirigidas a sostener el estado de situación. El mejor ejemplo está graficado por la medida de implementar un dólar soja que le permita al sector agroexportador realzar su rentabilidad al costo del sacrificio de las clases populares. Por otro lado, esta medida perjudicó a los pequeños productores y terminó por beneficiar a los grandes. Algo que se repite en el tiempo.

Durante los últimos meses las empresas alimenticias que acaparan el mercado han producido, bajo un sin número de pretextos y sin control estatal, operaciones económicas con impacto directo en los precios de los productos de góndola. Según el informe del Centro de Economía Política Argentina entre 2014 y 2021 las empresas Ledesma, Aluar, Molinos Río de la Plata registraron una “evolución en ventas” promedio de 6.100 millones de dólares anuales. Estas firmas llegaron a 50.000 millones de dólares, es decir tuvieron resultados favorables en los ocho años.

Las cuatro empresas obtuvieron ganancias por un promedio anual de 528 millones de dólares, en el período mencionado acumularon 4.224 millones de dólares. Estos datos evidencian el problema que tiene el gobierno para aplicar políticas que operen sobre la rentabilidad acumulada del capital concentrado.

La mirada ideológica -más cercana a Woodstock que a las 20 verdades peronistas- que postula el oficialismo se adhiere a la presencia del Estado como elaboración retórica. En ningún período de sus tres años de gestión el gobierno pensó en una administración estatal que intervenga para disciplinar al mercado. El reduccionismo político que se hizo en este proceso conformó una estructura de gobierno que repite viejos vicios liberales: el estado es útil en tanto y en cuanto administre la crisis en favor de los intereses del capital.

El término inclusión denota un prerrogativa asistencialista más que distribucionista. Un sostén moral más que una acción política. En un reciente informe de coyuntura, el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz, sostuvo que “un programa heterodoxo debe contemplar una recomposición salarial en simultáneo al lanzamiento de un congelamiento inicial de todos los precios de la economía por tres meses, incluyendo los centrales como tarifas, tipo de cambio y combustibles”.

La pregunta que emerge es cuánto margen de maniobra le queda al gobierno nacional para aplicar un plan que permita la recuperación real del salario. La ausencia de políticas intervencionistas y la urgencia para acaparar dólares de manera ortodoxa choca con las demandas de los sectores populares, más allá de las estimaciones de las y los economistas.

No hay indicios de que el panorama vaya a cambiar sustancialmente al corto plazo. Incluso, las políticas actuales pueden caer en un espiral recesivo que agravaría las condiciones para los sectores populares porque los precios quedarían muy por encima de la expectativas de recomposición salarial. El primer dato es la caída del consumo. Lo cual debería alertar a las autoridades ejecutivas para iniciar un proceso de medidas preventivas. Sobre todo en un contexto internacional donde las economías “desarrolladas” vuelven al redil proteccionista.

Massa vuelve de la gira por Estados Unidos con las espaldas anchas, pero su regreso y los “logros” que este quiera mostrar serán mirados con recelo por una base que evidencia cierto cansancio. Basta con observar algunas encuestas, así como el territorio, para comprender que el desencanto se comienza a traducir en ausencia de expectativas y esto deviene en descreimiento sobre el campo político. Caldo de cultivo sobre el cual abrevan los dispositivos reaccionarios.

Nadie desborda de optimismo. Los próximos días, los próximos meses, serán de profundas discusiones internas en el Frente de Todos. El  mapa político no es plano ni uniforme. El gobierno gira sobre si mismo como una manera de ganar tiempo. Obviamente existe la sobrevida. La cuestión es si eso alcanza para enfrentar los momentos  venideros. Tiempo para el tiempo y un rato más.

 

 

 

 

 

13/9/2022

 

 

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