Opinión

Modelo para armar

Por Gustavo Ramírez

“En la CGT hubo lista de unidad, pero no unidad”, aseguró a este medio un experimentado dirigente sindical. Es lo que se aprecia por estas horas. Claro, la misma situación atraviesa al Frente de Todos. Sin conducción las partes se dispersan y siguen sus propios lineamientos. De cierta manera esto tiene impacto dentro de la estructura del propio peronismo pero al mismo tiempo abre intensos debates que se asimilan en el presente y con proyección en el futuro.

Es un síntoma de buena salud que la Confederación General del Trabajo impulse el lanzamiento de una Mesa Político-Sindical que le permita disputar espacios de poder dentro de una nueva estructura de gobierno. Sin embargo, sobreviene un interrogante ¿con qué programa dicho núcleo disputará espacios que le corresponden por historia y por urgencia? Entre la dispersión general no está claro el rumbo que la CGT pueda tomar y mucho menos quienes serán los que comanden el trazado de dicho camino.

Las distintas ramas de la dirigencia sindical tienen en claro que “estamos mal”. El diagnóstico casi no divide. Lo que genera reposicionamientos internos es que se hace con esta realidad en la que está en juego también el futuro del peronismo. El concepto del peronismo, en el ámbito sindical, no se reduce ni se sintetiza en una expresión electoral. Abarca un modelo de vida que tiene su raíz en la clase trabajadora y al trabajo como eje articulador del universo social.

Que el Movimiento Obrero entienda que la responsabilidad de la resolución del estado de situación es política señala el hecho que el proceso iniciado en 2019 quedó trunco. Sea por la pandemia de COVID-19, sea por la guerra en Ucrania, que asoman solo como atenuantes de la crisis en el marco del análisis, está más que claro que el Frente de Todos no encontró las respuestas adecuadas para evadir las trampas del sistema y propiciar políticas dirigidas a mejorar la calidad de vida de los más humildes, de las y los trabajadores ocupados y desocupados.

Al mismo tiempo poco se comprende  que las condiciones del sistema, de impronta liberal, han mutado. La concentración de la riqueza no puede medirse solamente por las disposiciones de países sobre estas, dado que existen empresas transnacionales que manejan márgenes de rentabilidad superiores a los PBI de países en desarrollo. Esta condición impacta sobre la soberanía de los Estados y permite inferir que el neoliberalismo promueve el desplazamiento de la democracia y con ello la anulación de las fuerzas sociales que se le resisten.

El gobierno nacional no quiso, no supo, como cambiar las condiciones distributivas en la Argentina. Se concentró en restructurar el esquema de la macro-económico. Esto implicó que, una vez más, la economía tenga incidencia determinante sobre las decisiones políticas. Al mismo tiempo, se decidió esperar -amargamente- que el impulso tomado por la reactivación tras la pandemia se derramara con benevolencia sobre los sectores más lastimados por el sistema. Algo que no sucedió porque el derrames es una apreciación más teórica que práctica.

Estas decisiones, de no alterar el estatus quo para no dañar los frágiles acuerdos de superestructura, fueron convalidadas por el acorralamiento que promueve la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional sin tener, en la previa, un programa integrador que permita restringir los condicionamientos que estos acuerdos imponen. El gobierno naturalizó su rol de subordinado con el FMI y desde allí diseñó un modelo económico que termina poniéndolo de espaldas a los sectores populares que son la base de sustento electoral del Frente de Todos.

Hay un daño auto infligido: el Ejecutivo, con Alberto Fernández a la cabeza, no escapó de la categorización que le fugó un número importante de adherentes en las elecciones de medio término. Desde los acontecimientos de Vicentin hasta la fecha el propio gobierno se asume con debilidad. Una impronta que constituye a la mirada progresista en tal sentido es la escasa vocación de poder que ostenta. Por ende, éste siempre es colocado por fuera de su propia estructura.

Los últimos datos del INDEC sobre la pobreza evidencian la falta de carácter político para disciplinar a los sectores económicos que promueven la transferencia de riqueza a través de la especulación política y las operaciones de mercado. El crecimiento de la indigencia, un 10 % desde la asunción de la dupla Fernández-Fernández, pone de relieve que el “modelo” sostuvo e incentivo a través del subsidio sistemático de la oferta, la concentración, la transnacionalización y la rentabilidad de los grupos económicos concentrados que al mismo tiempo son factores políticos.

El dato más evidente es la carencia de políticas que contrarresten el proceso inflacionario que genera transferencia de riqueza de abajo hacia arriba. El “miti y miti” es más una utopía en este contexto que un objetivo. Massa aportó cierto volumen de vuelo propio al gobierno pero hasta el momento todo el músculo político demostrado en los rediles internacionales, donde el ministro se siente cómodo, no tuvieron impacto en aquellos hombres, mujeres que no llegan a fin de mes.

Massa no cae bien en los sectores populares más allá de lo que muchos dirigentes políticos o sindicales expresen públicamente para la ocasión. Su gestión comenzó a emparentarse con el ajuste. Su afinidad con los representantes de los organismos financieros internacionales genera aún más desconfianza.

Datos recientes del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz dieron cuenta que “el gasto total se redujo en términos reales por tercer mes consecutivo. Sólo los pagos de deudas se actualizaron por encima de la inflación (94%)”. Lo cual refuerza lo que expresamos. El ajuste no está en futuro ni fuera del área de aplicación del gobierno. Negarlo en función de aseverar que “enfrente está la derecha” en un síntoma patológico que solo alcanza para justificar una adhesión atada con alambre.

Por otro lado, la política más evidente para combatir la inflación se sustenta en la suba de las tasas de interés lo que al mismo tiempo promueve que el capital productivo se traslade al ámbito especulativo. No sólo no habrá descenso inflacionario sino que este camino conduce al embudo de la recesión a través del enfriamiento de la economía, algo que es absolutamente dañino para el mercado interno y para el herido poder adquisitivo de la clase trabajadora y los más humildes.

Massa es un liberal hecho y derecho. Por ende no se avizora a corto plazo un cambio de matriz distributiva. ¿Cómo estamos?, le preguntamos a un dirigente sindical de la Ciudad de Buenos Aires: “Mirá, si nos medimos por el índice del precio de la leche, estamos mal”. Ahí está la cuestión. El ordenamiento de macroestructura no tiene, dentro del capitalismo moderno, un correlato con la economía del hogar. “Tenemos compañeros que no llegan al día 20, esto hay que decirlo. Nadie se puede ofender porque decimos esto. Es una descripción real de lo que nos pasa”, afirmó otra fuente sindical.

Se aproxima el 17 de Octubre. El peso simbólico y concreto de la fecha recae sobre los hombros de los representantes políticos. En el campo sindical, más allá de los berrinches particulares, nadie se asusta por el hecho de que existan actos distintos. El problema no está allí sino en el contenido que se le otorgue a los mismos. La pregunta emergente puede tener varias acepciones: ¿Qué es el peronismo hoy? ¿A qué quedó reducido el peronismo en la actualidad? ¿Se usó al peronismo para traicionar al peronismo?. El gobierno nacional tiene la responsabilidad de responder estos interrogantes. No obstante, es función del Movimiento Obrero dotar a las respuestas de contenido.

Si no existe una mediación profunda ente interpretación de coyuntura y la constitución de actores sociales que pasen de ser agentes de presión en factor de poder, será difícil torcer el rumbo diseñado para navegar las agitadas aguas de la realidad nacional. Ahora bien, si se mantienen las cosas como están se corre el riesgo de asimilar este nuevo estatuto del coloniaje naturalizando el hecho determinante, por ejemplo, de que en nuestro país el cerca del 50 % de las y los pibes entre 0 a 14 años viven en la pobreza, del mismo modo que se terminó naturalizando el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Empieza a quedar claro que el Movimiento Obrero no puede quedarse al margen de la discusión ni de la mesa de discusión política. Tanto como los Movimientos Populares. Ambos sectores preservan el origen plebeyo del peronismo, algo de lo que reniegan los sectores progresistas que tomaron el comando (pero no la conducción) del Frente de Todos. Pero además, a sabiendas que son el objetivo a eliminar por parte del enemigo, son la parte constitutiva del modelo nacional.

Si bien el interrogante está abierto, tal vez después del 17 de Octubre algunas cosas queden más claras. Esto no quiere decir que esa claridad implique una mejora de la situación. La complejidad del momento no reviste soluciones terminantes a corto plazo. Todo está en discusión. Incluso el hecho de que ni el Frente de Todos, ni el gobierno sepan que hacer con el 17 de octubre.

Aún así esto no sería lo grave. El punto es la ausencia de determinaciones sociales que no queden sostenidas solamente por el asistencialismo. A casi tres años de gobierno y con una nueva elección presidencial en la mira es insostenible un modelo nacional que condene a la supervivencia a los sectores populares. Por eso es bienvenido que la CGT quiere meterse desde una posición de poder en la discusión política, aunque por ahora, por cierto, solo esto se esté planteando en el plano discursivo.

 

 

 

 

 

6/9/2022

 

 

 

 

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