Qatar 2022

Scaloni, elogio a la humanidad

Por Gustavo Ramírez

El relato del fútbol se construye sobre lugares comunes. Hay demasiados mitos que sirven para ensalzar a determinados personajes y para divinizar estilos de juegos que están más relacionados con el furor de ventas, producto de los resultados, que con los procesos de trabajo que sirven para humanizar al propio juego.

Scaloni rompió con esos mitos y dejó al desnudo las falsas representaciones que suelen ornar los programas seudo futboleros donde gente que no sabe de fútbol hace que habla, como si supiera, del juego. Su trabajo se plasmó en resultados. Pero no resultados que constituyen el soporte del proceso. Sino todo lo contrario. Fue el proceso de trabajo que inició con bajo perfil y convicción silenciosa y respeto por lo propio el que trajo como consecuencia el triunfo.

Un triunfo que no se corona con levantar Copas o ganar campeonatos solamente. El triunfo se plasmó en la construcción de una identidad de juego, en la unidad del grupo y en la consolidación del  liderazgo de Messi, como puntos altos del proceso. Pero sobre todo porque logró reconstruir un lazo de sangre que estaba vampirizado en la Selección por años de desgaste y de perseverancia de sentido común.

En esos años la Selección era más una marca de ropa deportiva con caras conocidas cotizadas en mercados del fútbol europeo, que la representación nacional desde el sentir popular. Al estilo de lo que Bianchi construyó en el mejor Boca de todos los tiempos, Scaloni invirtió la ecuación. Lo hizo de una manera simple: Convenciendo a propios y ajenos del potencial y la capacidad que el equipo tenía si adquiría algo que se había dejado en e olvido: la humildad y la humanidad del grupo.

La Selección de Scaloni dejó de ser una máquina de figuras marketineras y marcas personales para convertirse en un equipo para y de todos. Messi dejó de ser el semidiós sumergido en la sombra de Maradona y se transformó en el pibe de barrio que siempre fue y no se había dejado ver. Lionel no tenía que sustituir a nadie en el equipo, solo ser él. Dejarse ser.

Ni si quiera el triunfo histórico en el Maracaná invirtió eso. Es que el DT ya había gravado su impronta solidaria, colectiva y humanizante en cada uno de sus dirigidos y el primero en entenderlo fue precisamente Messi. Se puede decir que la cuestión futbolística quedó en segundo plano, pero esto que señalamos es también fútbol. El fútbol está hecho por seres humanos que trabajan de futbolistas.

Ahí están los dos ejes: Humanidad y trabajo. Identidad forjada desde abajo hacia arriba. Tal es así, que el último partido de eliminatorias en el país se jugó en la Bombonera. El grupo quería sentir el calor del hincha y abrazarse a él. Algo que se volvió a repetir en cada partido de este mundial. Un mundial que ya es inolvidable.

Es el mundial que todos queremos ganar, pero no ya por nosotros. Sino por ellos. Primero por Scaloni y Messi, después por todos estos pibes que se tatuaron la camiseta argentina en el cuerpo y en el corazón. Así lo hicieron en cada barrio, de cada rincón del país, millones de pibas y pibes. La “Abuela” de los videos y cada uno de nosotros.

Y una vez más. Las celebraciones populares, tan combatidas por periodistas de mierda como Niembro, y por autoridades políticas tan alejadas del pueblo como de la realidad concreta, manifiestan gratitud y apoyo. Esta Selección permitió que cada uno de nosotros juegue su propio partido. Nos permitió encontrarnos como Nación aunque más no sea por unos días y ese quizá sea su mayor logro.

Los dotes de Scaloni como  Director Técnico no pueden ser ya cuestionados más allá del resultado del próximo domingo. Él ya ganó. Así como lo  hizo su cuerpo técnico. Claro. Todos queremos ser campeones del mundo. Queremos la tercera. Somo muchos los que llegamos a esta instancia más que satisfechos y después de haber aprendido lo que nos enseñó Scalani, que no es más ni menos haber recuperado la memoria sobre nuestra propia humanidad.

 

 

 

 

 

15/12/2022

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