Internacionales

Sahel: Guerra de hermanos

*Por Guadi Calvo

La rivalidad entre las dos khatibas fundamentalistas que operan en el Sahel está alcanzando altos niveles de conflictividad, generando cada vez con más frecuencia e intensidad fuertes combates entre ambos grupos.

El Jama’atu Nusratil Islam Wal Muslimin (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes), también conocido como JNIM por sus siglas en inglés, es un conglomerado de grupos tributarios de al-Qaeda que se formó en 2017. Por otro lado, el Estado Islámico del Gran Sahara (ISGS) comenzó a operar fuertemente en la región a partir de 2015, después de separarse de la alianza entre el Movimiento por la Unidad y la Jihad en África Occidental (MUJAO) y al-Mourabitoun, quienes más tarde serían fundadores del JNIM.

El conflicto ha ido escalando a partir de 2019, después de que el grupo al-Qaeda comenzara las negociaciones con Bamako. Esto provocó que Daesh no solo los acusara de traición, ya que el objetivo final acordado era derribar al gobierno de Mali, sino también porque sospecharon que JNIM, que inicialmente propuso atacar solo toda presencia extranjera (occidental) en su territorio, planeaba ataques contra Daesh, que ataca indiscriminadamente cualquier organización o personas que no se alineen cabalmente con su interpretación del Corán.

Otra de las diferencias fundamentales entre las dos organizaciones radica en el trato a la población civil, a la que el ISGS prácticamente esclaviza para utilizarla en su beneficio, además de exigirles a todos el zakat (limosna), que aparece entre los cinco preceptos obligatorios para todos los musulmanes (profesión de fe, oración, limosna, el ayuno y la peregrinación a la Meca). Pero en el caso del ISGS, estas exacciones son extremadamente gravosas. Mientras que el JNIM tiende a establecer acuerdos de paz con las comunidades locales, retribuyendo e invirtiendo en cada comunidad los beneficios del zakat. Aunque suele ser exigente a la hora de cumplir la sharia (ley islámica).

El JNIM había exigido en las negociaciones del 2019 con el gobierno maliense la retirada de la Operación Barkhane del ejército francés para lograr avanzar. Finalmente, esto se llevó a cabo en el 2022, después de que la actual junta de coroneles que gobierna el país tomara el poder un año antes.

Los choques armados entre las dos organizaciones takfiristas ya han dejado decenas de muertos, rompiendo lo que se conoció como la “Excepción Saheliana”. Estas dos grandes trusas del terror internacional, más allá de tener prácticamente la misma ideología, se han enfrentado en duras batallas en cada uno de los lugares en los que han convergido, como Siria, Irak, Afganistán o Somalia, por ejemplo. Después de haber participado en operaciones conjuntas en la zona de la triple frontera (Burkina Faso, Malí y Níger), como la de 2019, cuando invadieron puestos militares de las tres naciones, obligando a los ejércitos locales a replegarse. A partir de las constantes acciones que se producen en esas áreas es que pasó a conocerse como “el triángulo de la muerte”.

Este nuevo escenario saheliano, después de la declaración de guerra, ha expuesto a ambas organizaciones a presentar flancos de severa vulnerabilidad frente a las renovadas estrategias de los gobiernos de Níger, Malí y Burkina Faso. Estos tres países están gobernados por juntas militares que se rebelaron precisamente contra la pasividad y los desaciertos de sus anteriores gobiernos para enfrentar la extrema complejidad de las crisis de seguridad. Estas crisis no han podido ser contenidas ni siquiera por la presencia de operaciones militares de Francia y Estados Unidos, que han permanecido en esos países por más de una década sin lograr ningún avance, por lo que han sido expulsadas de los tres países.

A principios de marzo, en Osadia, en la región de Gao (Malí), se produjo el asalto de los muyahidines del Daesh contra una base del JNIM, donde fue asesinado un importante comandante de la organización, Liassou Amadou Moussa, junto con varios combatientes que, tras ser apresados, fueron ejecutados.

Desde el quiebre de la “Excepción Saheliana”, se han producido más de doscientos incidentes en los que han fallecido más de mil personas. A pesar de que la filial del ISGS cuenta con menos poder de fuego y recursos, ha resultado más efectiva, permitiéndose una mayor expansión territorial.

En el cruce de acusaciones, el JNIM responsabilizó al ISGS de violencia excesiva, incluyendo sus ataques contra civiles, en su campaña para arrebatar las poblaciones que se encuentran bajo su control.

Es una característica del ISGS, en árabe conocido como “el que siembra discordia”, imponer en todas sus franquicias la emisión de fatwas (edictos o disposiciones religiosas) para localizar y reprimir a los kafiris (réprobos), quienes pueden enfrentar diferentes castigos, desde una serie de azotes hasta condenas a muerte.

Estos castigos, aplicados con extrema crueldad, son los que Al-Qaeda ha denunciado, a pesar de haberlos aplicado en innumerables oportunidades a lo largo de su historia. Al-Qaeda comenzó a amenguar su uso tras el cisma en 2014 en Siria, que dio oportunidad al surgimiento del Daesh, acrónimo en árabe de “al-dawla al-islâmiyya fi l-‘Irâq wa l-shâm” (Estado Islámico de Irak y el Levante), tal como lo denominó su fundador y primer emir Abu Bakr al-Bagdadí o el Califa Ibrahim, muerto en 2019.

Algo similar sucede en Nigeria, entre Jama’atu Ahlussunnah Lidda’awati Wal Jihad (JAS), mejor conocido como Boko Haram, y la Wilāyat Garb Ifrīqīyā o ISWAP (Provincia de África Occidental del Estado Islámico). Aunque en este caso, ambas son tributarias del Daesh global, y la escisión que se produjo en 2015 fue a causa de la extrema violencia que aplica el emir de Boko Haram, Abu Bakr Shekau, muerto en 2021.

En julio del año pasado, en Tessit y Hourara en Gao, al noreste de Malí, se habían producido choques importantes entre los grupos muyahidines tributarios del Daesh y al-Qaeda, al igual que en octubre del 2022 en Anderanboukan, en la región de Menaka (Mali). En esa misma región, en 2020, el ISGS había asesinado a cuarenta milicianos del JNIM.

Mientras tanto, en Burkina Faso, prácticamente todo el norte de ese país ha caído bajo el control de los integristas. En esta región, no solo se producen asedios a ciudades importantes y ataques a aldeas, sino que las escuelas son saqueadas y se ha asesinado a maestros, lo que ha provocado la huida prácticamente de todos los docentes. Ambas organizaciones chocaron en Seytenga, en la provincia de Seno, al noreste de Uagadugú, la capital burkinesa, en marzo de 2023. El año anterior, se había registrado otro enfrentamiento en la zona de Oudalan.

En el campo de batalla

La primera de las grandes escaladas armadas entre el JNIM y el ISGS se produjo entre enero y abril de 2020 en el delta interior del río Níger, donde el Daesh consiguió la expulsión de posiciones al-Qaeda. Desde entonces, los combates se extendieron a otras zonas, como el este de Burkina Faso, y a lo largo de las fronteras con Níger y Benín, donde se han producido combates ocasionales. Aunque es en el área fronteriza de los tres estados donde más enfrentamientos de alta intensidad se producen.

Las poblaciones civiles suelen ser las más perjudicadas por los efectos de la lucha entre JNIM y ISGS, lo que en algunos casos ha generado resultados devastadores para quienes han quedado atrapados en el conflicto. Por lo que existe una importante cantidad de denuncias hacia los grupos, los cuales han cometido numerosos abusos, particularmente en la región central de Malí, entre los que se incluyen asesinatos masivos, violaciones y saqueos, así como la destrucción de numerosas aldeas y el desplazamiento de sus pobladores.

Diferentes ONGs han descrito los padecimientos que soportan quienes quedan entre los dos fuegos, quienes han experimentado miedo y ansiedad, con secuelas psicológicas graves. Además de los daños económicos y el retraso en el crecimiento de los niños, innumerables escuelas se han visto obligadas a cerrar. Los enfrentamientos del 2023 y 2022 se han incrementado casi un cuarenta por ciento en comparación con el 2021.

Además de haberse incrementado la conflictividad tribal y étnica, lo que se traduce en choques que añaden más muerte y destrucción en diferentes regiones. En el contexto del aumento de la guerra entre el Daesh y al-Qaeda en el Sahel, en agosto del año pasado emergió un tercer grupo, el Wahdat al-Muslimin (Unidad de los Musulmanes), que ha llamado a las dos organizaciones en conflicto a unirse contra los enemigos comunes para “preservar la sangre de los musulmanes”, particularmente civiles. Este grupo centra sus objetivos contra los ejércitos regionales y las diversas fuerzas de autodefensa que se han alineado con los gobiernos.

 

 

 

* Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

 

 

9/4/2024

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