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Pro Francisco, Pro “Tucho” Fernández

*Por Sabrina Marino, Agustín Podestá y  Aníbal Torres

No hace mucho tiempo, un Cardenal insospechado de pertenecer al sector “progresista” de la Iglesia, decía que desde el Concilio Vaticano II hacia acá, los dos Papas que más críticas recibieron fueron San Pablo VI y Francisco. Como persona de fe, la misma fuente refirió que esas críticas, en definitiva, reportan al ensañamiento del maligno sobre la Esposa de Cristo.

Si bien sabemos de las limitaciones de aplicar para el ámbito eclesial las categorías de “conservadores” y “progresistas” o “mayorías” y “minorías” (puesto que la Iglesia no es ni un Parlamento ni se rige por las modas de turno, como correctamente remarca Francisco una y otra vez en el camino sinodal), lo cierto es que en los análisis seculares esos términos son más comprensibles y aquí decidimos emplearlos solo por una cuestión práctica.

Así, es sabido que el pontificado de Francisco, caracterizado por impulsar una reforma en la continuidad y una continuidad en la reforma de la Iglesia, desde “la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas” (Evangelii Gaudium 10), viene recibiendo constantemente ataques de los grupos “conservadores”, grupos que a pesar de ser minoritarios, resuenan con mucha intensidad, probablemente por contar con mayores recursos económicos y comunicacionales que la mayoría de los creyentes.

Esto ha recrudecido a partir de la decisión soberana del Pontífice de designar a Mons. Víctor Manuel Fernández (conocido popularmente como “Tucho”) al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Los mismos sectores que en su momento se opusieron a la elevación de Fernández al cardenalato hoy parecen estar fomentando una rebelión abierta contra el Prefecto y el mismísimo Vicario de Cristo en la tierra. ¿Qué es lo que está generando semejante levantamiento? Una acción pastoral y fraterna: La publicación de la Declaración Fiducia supplicans (“La confianza suplicante”). La gravedad del asunto parece no tener techo, ya que en estos días se supo que el Cardenal Prefecto incluso fue amenazado. Por lo visto, el malo no descansa (Cf. 1 Pedro 5,8).

Para sus secuaces parece que la aclaración del documento de que “se puede entender la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio” (FS), no es tenida en cuenta. Así, los “indietristas” (los que quieren volver atrás) muestran que “al descarnar el misterio finalmente prefieren ‘un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo’” (Gaudete et Exsultate 37).

Se trata de sectores que niegan la adultez que supone vivir la fe cristiana desde el discernimiento personal y comunitario, prefiriendo ideológicamente la manualística moral de antaño o, peor aún, priorizando desde su fariseísmo la norma canónica al mensaje evangélico encarnado. Desde el rigorismo prefieren una Iglesia-aduana, a una Iglesia-hospital de campaña, en la cual haya lugar para “¡todos, todos, todos!”, como insiste Francisco desde el Evangelio (Cf. Mt 22,9 y Lc 14, 21-23).

Quienes arteramente oponen un Papa anterior al actual y legítimo sucesor de Pedro, hiriendo severamente la comunión eclesial, olvidan lo señalado por San Juan Pablo II: “Es sobre todo contradictoria una noción de Tradición que se oponga al Magisterio universal de la Iglesia, el cual corresponde al Obispo de Roma y al Colegio de los Obispos. Nadie puede permanecer fiel a la Tradición si rompe los lazos y vínculos con aquél a quien el mismo Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, confió el ministerio de la unidad en su Iglesia” (Juan Pablo II, Motu Proprio Ecclesia Dei 4).

No se trata solamente aquí de defender a una o dos personas en particular, sino lo que los ataques a ellos ahora representan. El camino sinodal iniciado por Francisco desde el comienzo de su pontificado, donde también la comunidad teológica en general pero, en particular, el gran trabajo de la Comisión Teológica Internacional, han sido fundamentales para sentar las bases de lo que ahora se plantea en el referido documento del Dicasterio para la Doctrina de Fe. Es un recorrido que ha comenzado mucho antes y que, en todo caso, ya venía manifestándose desde aquellos momentos.

El Espíritu Santo anima e ilumina a las comunidades y, en este caso particular, a la inteligencia de la fe de forma pluriforme y polifónica. Recordemos que unidad y catolicidad no se oponen a pluralidad, sino a uniformidad. En todo caso, recomendamos leer el documento Fiducia supplicans y no quedarse en titulares o charlatenerías de otros comentaristas.

El texto es una hermosa y completa explicación de qué son y qué no son las bendiciones en general, para luego hacer algunos pormenores respecto de bendiciones en particular. Invitamos a abrir el juego pero del debate serio, honesto, de adentrarnos en la reflexión sabia, prudente y fundamentada para pensar juntos la fe, y no caer en sensacionalismos o amarillismos coprofílicos (como alertara el Papa más de una vez al referirse a la necesaria ética en la comunicación).

Quizás ocurre que, como dijera también Francisco en cierta ocasión, “el tradicionalismo es la avivada de algunos que tienen la fe muerta”. Más aún, y poniendo los términos más adecuados, son los “acostumbrados”, no los “enamorados” del Señor Jesús y su Evangelio de justicia, paz y misericordia, como dijo en el último mensaje de intercambio de las tradicionales salutaciones navideñas con la Curia Romana.

Por eso, aquí sencillamente tres laicos argentinos, que nos reconocemos miembros del Santo Pueblo fiel de Dios, enamorados del Reino de fraternidad y filiación que Cristo ha traído a este mundo herido por el pecado personal y estructural, encontramos necesario manifestar públicamente nuestro repudio a los feroces ataques al Papa y al Cardenal Tucho Fernández, expresándoles nuestra adhesión a su misión apostólica.

Que María, Madre de la Iglesia, cuide especialmente a Francisco y sus colaboradores.

 

 

 

*Sabrina Marino, teóloga. Agustín Podestá, teólogo. Aníbal Torres, politólogo.

 

 

 

12/1/2024

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