Opinión

Los viejos nuevos fantasmas

Por Gustavo Ramírez

Una fantasma recorre el mundo financiero, el de Lehman Brothers. En las trincheras del pánico se escuchan los mismo gritos de siempre: hay que salvar al sistema. Pero este está resquebrajado. Impera el desconcierto. El proyecto “civilizatorio” impuesto por occidente parece caduco. Está delgado y enfermo y los medicamentos de siempre ya no hacen efecto.

Como si no fuera poco, el solucionismo tecnológico con el paraíso prometido a cuestas y la fantasía de que las monedas virtuales podían expandir el beneficio de ganancias a extremos inconmensurables quedó hecha añicos de un soplo. El resguardo de la zona segura impresa en las fronteras de lo virtual quedó como tierra arrasada luego de un tsunami.

Silicon Valley Bank cayó como lo han hecho otros tantos imperios. El capital es falible, el tema es que estas caídas tienen efectos devastadores para los sectores sociales que no se enredan en las telarañas de los insectos que conforman el sistema. El índice pan, el índice leche, siguen midiendo lo paupérrimo de la situación y advierten que la cosa podría empeorar si no se abandona el lupanar financiero.

Medios especializados hablan con grave interés sobre números inimaginables para quienes padecen la hostilidad del clima con calores insufribles en marzo, así como sufren la violencia de la inoperancia sistematizada de EDESUR y encima tienen que cargar con un 6,6 % de inflación en el último mes.

Resulta obsceno que en Wall Street los mismos grupos causantes de grandes males globales se muestren sensibilizados en los bolsillos y salgan a realizar una colecta de 300 millones de dólares para salvar al First Republic Bank. Autoridades de la Reserva Federal de la Reserva Federal impostaron la voz y expresaron: “esta muestra de apoyo de un grupo de grandes bancos es muy bienvenida y demuestra la resiliencia del sistema bancario”.

Once bancos socorrieron a uno para no quedar atrapados en el efecto dominó. Claro, esto no implica que hayan contenido la estampida. Fuentes consultadas para esta nota coincidieron en advertir que esto recién comienza. La advertencia puede tardar poco en convertirse en algo más. El presidente de Estados Unidos no ha dado muestras de poder pilotear la tormenta. Solo atinó a realizar manifestaciones de ocasión que sembraron más dudas que esperanza.

Janet Yellen, Secretaria del Tesoro estadounidense aseguró, ante  el Comité de Finanzas del Senado que “el sistema bancario del país sigue siendo sólido”, según testimonia la prodigiosa Forbes. Pero sabemos que estas declaraciones encubren siempre algo más. En la timba de jornadas precedentes el First Republic Bank perdió 30 mil millones de dólares.

El Credit Suisse está en una situación parecida y al parecer ahora, después de todo, los europeos parecen dudar de los beneficios de la globalización. El banco central suizo decidió intervenir con 44.500 millones de libras esterlinas para evitar un mal mayor. Hay acusaciones cruzadas e investigaciones en curso. Las pirañas olieron su propia sangre y se les abrió el apetito.

¿Cómo andan las cosas por casa? El Ministro de Economía, Sergio Massa, guardó por el momento sus aspiraciones presidenciales. Pecó de optimista. Abril no llegará con un pan bajo el brazo. Así que el deseo del funcionario de observar un índice del 3 % para entonces quedó sepultado ante la realidad concreta que parece serle un tanto hostil.

La reacción inmediata fue aplicar una receta cortoplacista que puede tener un efecto contrario al deseado por el equipo económico. Subir la tasa de interés en tres puntos, de 75 a 78 % es una respuesta defensiva pero que no implica necesariamente un resultado positivo. En 2022 el  Banco Central subió la tasa de 52 % al 60 %, del 60 % al 69,5 % y del 69,5 % al 70 %. La medida no contuvo el índice inflacionario que no paró de crecer y terminó por beneficiar, una vez más, al capital concentrado.

Para marzo de 2022 la inflación era del 50 %, un año después en el mismo período es del 102 %. Durante el primer trimestre del año pasado, la pobreza alcanzó al 41,1 % de la población. Ese es por el momento el último dato disponible, pero se puede inferir, como es obvio, que dado el porcentaje inflacionario actual los índices se han modificado.

Según el INDEC, una familia tipo de cuatro integrantes para no ser pobre necesitó en el mes de febrero 177.063 pesos. Un 8,3 % más que el mes anterior. En ese mismo período la canasta básica alimentaria sufrió un incremento interanual del 115,1 %. El salario promedio formal es de 102.247 pesos según estimaciones de consultoras privadas.

¿Por qué el gobierno persiste en esta política económica? Tal vez porque está convencido que la inclusión por ingresos puede palear la situación sin dañar los mandatos del mercado. Amén de la creencia que mantiene sobre la política del derrame arraigada en la concepción neodesarrollista local. Crecimiento y desarrollo son sinónimos de bienestar social para el equipo económico que al parecer carece un lectura menos infantil de la actualidad nacional e internacional.

El gobierno se encerró en su propio laberinto como zona segura para su supervivencia. Si la lectura persiste en colocar la mirada obtusa sobe este  mapa es probable que la situación actual se agudice. La crisis global, como se evidencia es sistémica. Esto se ha expuesto desde el inicio de la pandemia, como para poner un fecha cronológica. Lo que demanda un plan de contingencia que hasta el momento no parece existir. Al menos no hay noticias de sus existencia.

El sistemático subsidio al capital representa una decisión política del gobierno que puede significar un tiro en el pie. La crisis global tiende a agudizarse, esto al mismo tiempo es una oportunidad para Argentina si el gobierno abandona su actual rumbo y regresa al universo político peronista. Ahora, si la decisión de continuar en este sendero está tomada y es inamovible, el desencanto seguirá en aumento y la bomba de tiempo habrá sido activada.

 

 

 

 

17/3/2023

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