Opinión

Los ojos de la calle

*Por Gustavo Ramírez

 

“Mira, está trepando por mi pared

Negro y peludo, muy pequeño,

ahora está sobre mi cabeza,

colgando de un hilo pequeño”.

Boris The Spider, The Who

 

La mujer, de unos setenta años, miró con aprensión la góndola del papel higiénico. Sus ojos parecían querer saltar de sus cuencas, se inyectaron de sangre y su rostro se transfiguró por un instante. ¿El efecto de los precios en un testimonio de algún personaje de Stephen King? Luego recobró su tez rosada. Dentro del supermercado chino de Crucecita sonaba While My Guitar Gently Weeps, de los Beatles, como si fuera una ironía sutil de la línea imaginaria que divide al espacio y al tiempo. Los ojos de la mujer le sumaron dramatismo a lo que, para entonces, parecía una escena de neorealismo italiano, cuando se llenaron de lágrimas.

“Sabe”, me dijo mirándome fijamente, “me da vergüenza venir a compra, tengo que juntar peso por peso y sacar cuentas para comprar dos o tres cosas. Soy jubilada, como se puede vivir así. Espero que este año la gente se de cuenta que este hijo de puta se tiene que ir”.  Respondí que era necesario y ella agregó: “eso si llegamos, porque el corazón no aguanta, vivimos pensando en como llegar, no a fin de mes, sino al otro día. Los viejos nos vamos a morir de un infarto”. 

Miré sus tobillos al bajar la vista. Estaban tan hinchados que a penas le permitían caminar, sus pies se arrastraron por el estrecho pasillo, la vi alejase mientras balbuceaba palabras de bronca y tristeza. “Hijos de puta”. Pedazos de “hijos de puta”. El resto de la gente seguía en sus compras, tal vez idénticas a la de la mujer que ahora se había perdido como un fantasma se pierde en la niebla.

“Estaba soñando con mi pasado

Y mi corazón comenzó a latir rápidamente

Comencé a perder el control…”

La radio que sonaba en el “chino” se había copado en pasar música de los Beatles, aunque en este caso era Lennon. ¿Qué pasaría si ante este diseño de muerte que monta el neoliberalismo todos comenzáramos a perder el control? Tal vez ese proceso ya comenzó y todo está en el carajo y no nos dimos cuenta. El drama de la crisis no es televisado, a no ser que sea un tanto espectacular. Es curioso lo poco se suele mirar alrededor.

Cierto sector social, instruido, blanco, suele conmoverse con películas de carácter progresista como Roma de Alfonso Cuaron para expiar culpas sociales antes que mirar la geometría política que se desliza en un pequeño supermercado chino. ¿Dios tiene los ojos rasgados? Lo políticamente correcto es que le den el Oscar a Roma, escucho un comentario que sale de la radio. La “china” en la caja cobra. ¿De eso se trata? ¿De una transacción comercial? A eso estamos reducidos.

“Somos el primer partido pro mercado y pro-negocios en cerca de ochenta años de historia argentina que está listo para asumir el poder” aseguró Mauricio Macri en la Embajada de Estados Unidos en el 2007. Me pregunto si la señora del supermercado chino ya lo sabía.

II

 

“Rezas hasta romper el amanecer 
creyendo cosas extrañas
amando al alien “

David Bowie

Donde pisa el “mercado” no vuelve a crecer la hierba. Donde el FMI pasó un tsunami social regará las calles, los hogares, el trabajo, las cabezas. ¿Todo eso es apariencia?

En el mundo, uno de cada cinco niños vive en la indigencia, con 1,9 dólares por día.  La mitad de los pequeños del orbe viven en la pobreza, con 3,10 dólares al día. Los más pequeños son quienes mayores posibilidades de vivir en la pobreza extrema tienen. Los datos se desprenden de un reciente informe realizado por UNICEF y la OIT.

El trabajo de ambas organizaciones sostiene que solo 35 por ciento de los niños goza de protección social; con cifras que oscilan desde 87 por ciento en Europa y Asia Central, 66 por ciento en las Américas, 28 por ciento en Asia y hasta 16 por ciento en África”.

En Argentina, según las estadísticas de la UNICEF, para diciembre del 2018 el 48% de niños y adolescentes son pobres, de ese porcentaje el 20 % vive en condiciones de extrema pobreza. En contraste durante el año pasado los bancos aumentaron sus ganancias en un 50 %.

Los números de la economía se relacionan directamente con la intervención de los organismos de crédito financieros. La intrusión del FMI en la Argentina es desastrosa, pero la movida no es nueva. Durante la década del ’90 distintos países tuvieron que recurrir al fondo con la anuencia de Estados Unidos. La crisis rusa, por ejemplo, hacia final de la década es un claro ejemplo de ello. En el período de crisis el 41,2 % de los rusos vivía por debajo de la línea de pobreza. Para 1998 11,3 millones de rusos estaban sin trabajo, lo que equivalía al 7,7 % de la población total.

Todo apoyo del FMI tiene condicionamientos directos del Mercado Financiero estadounidense. Ello consiste básicamente en romper la matriz productiva de un país, desequilibrar las balanzas comerciales de las empresas del Estado para introducir, bajo el mote de inversiones extranjeras, a empresas de Estados Unidos y darle “prioridad a los especuladores extranjeros a corto plazo”.

Nada es ficción en el mundo de las finanzas. Macri representa a ese mundo con un profundo desprecio hacia las clases populares. En las últimas horas sus acólitos reprimieron, en Plaza Constitución, a Pequeños Productores de la Unión de Trabajadores de la Tierra, que habían organizado un “feriazo” para demostrar que se pueden vender productos baratos sin la intermediación de los especuladores agrícolas. En su diseño de fondo el modelo es violento por donde se lo mire. Sobre todo, cuando impulsa el discurso banal del emprendimiento personal para gente de piel blanca y con olor a recoleta, mientras caga a palos a los trabajadores populares a los que considera criminales. “Saben los que te conocen que no estás igual que ayer”.

 

III

 

 

“Cambiaste de tiempo y de amor
Y de música y de ideas
Cambiaste de sexo y de Dios
De color y de fronteras

Pero en sí, nada más cambiarás
Y un sensual abandono vendrá y el fin

Y llevas el caño a tu sien
Apretando bien las muelas
Y cierras los ojos y ves
Todo el mar en primavera”

Viernes 3 AM. Serú Giran

 

Bonus Track. El gobierno insistirá en su discurso anti-corrupción durante el proceso electoral del 2019. Su apelación será para con el ciudadano vampirizado por el sistema. En su depredación social el sistema envalentona a los tontos y afianza sus atrocidades en la impunidad de la ignorancia. La corrupción no es la espontaneidad de la manifestación política, es una estructura inherente al modelo neoliberal. Es un hecho ideológico para acumular poder y ganancias.

Uno de los principales socios financieros del gobierno es el banco HSBC, The Hongkong and Shangai Banking Corpporation, fundado en 1865 “como el eje central de la red financiera de la Compañía Británica de la Indias Orientales, financió al Imperio”, escribió en el 2002 Cynthia Rush para Executive Intelligence Review.

Imágenes paganas: “A finales del siglo XIX, más del 50 % de los ingresos del Imperio provenían del campo de Opio de la India, cuya producción se vendía en  los mercados minoristas chinos de opio. El banco financió las guerras del Opio de Londres contra China en el siglo XIX, lo que marcó el inicio del narcotráfico moderno. Desde ese momento, HSBC ha sido una especie de entidad de redescuento utilizada para blanquear el dinero negro procedente del tráfico de drogas, oro y diamantes”.

No es tan fácil romper con siglos de explotación social. El imaginario colectivo no rompe cadenas con los algoritmos históricos que conformaron su estructura cognitiva. El sueño del triunfo es embriagador y condensa el armado del capitalismo.

La tarde se extiende mansa sobre la longeva alfombra del tedio. Son horas sombrías, pero no definitivas. Esta semana los trabajadores de la economía popular y las organizaciones sindicales mostraron que el espíritu de lucha no tiene fecha de vencimiento, ni se regala al calendario electoral. Tal vez es el mismo ímpetu de rabia, bronca y tristeza que movilizó a la mujer del supermercado chino de Crucecita a pedir que se vayan “los hijos de puta”. Muchacha punk. En todo caso es un mensaje de esperanza, después de todo creer en los milagros no es un acto místico es un hecho de defensa propia. Y los trabajadores, más allá de su condición coyuntural, creen. Allí reside el secreto de  su perseverancia histórica.

 

*Director de AGN Prensa Sindical

Fotos de nota: OIT

 

 

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