Opinión

Los fariseos

Por Gustavo Ramírez

Los liberales nos han hecho creer que los empresarios, como grandes capitalistas, son los portadores del germen de la creación de empleo. Pero en las distorsión económica que genera la expansión, la consolidación y la acumulación empresaria, en realidad son una gran, enorme pandemia.

Su peste es productora de descapitalización en la medida que avanzan en base a la adquisición de préstamos bancarios blandos multimillonarios, lo que les permite apropiarse de empresas rentables en malas condiciones financieras, inyectan capital , inflan la producción en base a la gestación de empleos precarizados y venden. Venden caro y compran barato y así se expanden. Son gestores de deuda propia y administradores de deudas exógenas.

SOCMA, del Grupo Macri es el más claro ejemplo de esta competencia mercantilista que en la libertad de mercado impulsa la descapitalización nacional en la misma medida que necesita del Estado para enriquecerse con un capital desfasado y que nunca le es propio. Así, con estas prácticas permanentes asumen posiciones dominantes como dueños y tenedores de empresas más pequeñas que no pueden enfrentar su insolvencia. En cada ruina ajena e incluso del país, estos tipos, que viven de la anti-ética, ven una oportunidad.

El cuento de que los ricos y sus empresas son necesarios para el crecimiento del país es una ilusión vendida en los sueños infantiles. Allí no hay nada que tenga que ver con el interés colectivo y nacional. Cuanto más puedan extraer más productivo será el margen de ganancias. Los mueve el éxito de cagar más alto que el cielo, aun cuando sea para comprar la mortaja más cara.

Por eso el impuesto a la riqueza no puede ser una medida coyuntura. Por el contrario, tiene que ser una demanda social estructural que permita la recomposición de la distribución de la riqueza y que esta quede en las manos de quienes en verdad la generan: los trabajadores. En la actualidad esta mirada escapa a los gobiernos populares que creen en el milagro capitalista del consumo como impulsor de la dinámica de desarrollo productivo.

Lo que no se aprecia es que a la larga, sin la conformación de un capital nacional que este manejado por un Estado inversor y productor, los trabajadores continuarán empobrecidos y esclavos del espiral de desigualdad que es generado por estos capitalistas anti-nacionales y vende patrias.

No se le puede hablar con el corazón al capital. Existen ejemplos en la historia. Así como hay ejemplos de control del mercado por el Estado. Una vez más lo que queda expuesto es que el cambio no puede ser segmentado, mucho menos en épocas de crisis. Por lo cual se debe pensar en un plan que estructure un modelo nacional centralizado en trabajo en manos de los trabajadores en empresas nacionales manejada por empresarios que tengan una mirada absolutamente nacional y no financiera o embelesada con los cantos de sirenas que llegan desde afuera.

Estamos atrapados en una coyuntura dramática y extremadamente dinámica. Hasta el momento el aceleracionismo ha sido propicio para el capital explotador y su expansión en el rubro de la inteligencia artificial, por lo que estamos obligados a re-prensar el modelo productivo en esta crisis civilizatoria.

La pandemia ha dejado al desnudo el atraso socio-político-cultural en el que nos han dejado sumido los gobiernos neoliberales en la región. Para muestra basta con analizar el shock que ha sufrido el obsoleto sistema educativo argentino, donde hasta no hace mucho la consigna de las conducciones escolares era la prohibición  de la inteligencia artificial, como celulares, en aula. Esa mirada, altamente disciplinadora y significativamente anacrónica, ya daba cuenta de la ruptura que el capital produjo entre conocimiento, producción, educación y trabajo.

Los gobierno progresistas se conformaron en la estructuración de la rueda de consumo dejando en el camino jirones de la doctrina integral que manifestó el peronismo en su revolución liberadora, por ejemplo. El Estado de Bienestar no llegó a consolidar derechos y accesos sociales en la falsa montaña rusa de la movilidad social, medida por el acceso al consumo y como manifestación del goce para con este.

Sin estas transformaciones de fondo corremos en un círculo cerrado donde los perdedores son los verdaderos generadores de valor, mientras que el empresariado parasitario desglosa toda su retórica moralizante y se fuma la capitalización nacional. Aun cuando el actual, sea un gobierno de transición, es importante que se comprenda y se discuta cual es el verdadero acceso al valor de producción que tiene en la actualidad la clase trabajadora en su conjunto.

Tal vez es momento de poner a la oposición farisea y a los esbirros del capital ante Minos, no solo para que confiesen sus pecados, sino para que por fin rindan cuentas de sus fechorías. ¿No ha llegado el momento de romper los mitos liberales que encumbren a los productores de pobreza y desigualdad?

 

 

 

2/11/2020

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