La encrucijada argentina: corrupción, polarización y proyecto alternativo de Nación

*Por Fernando Araneo

Argentina atraviesa actualmente un período caracterizado por una marcada polarización y un creciente conflicto social, atribuible en gran medida a las políticas implementadas por el régimen conservador-liberal-libertario del gobierno nacional. Diversos sectores han señalado la falta de transparencia en la gestión pública y la estrecha relación del gobierno con grupos económicos concentrados.

Entre los principales cuestionamientos se encuentran los procesos de desregulación y privatización que benefician a sectores reducidos en detrimento de la mayoría de la población, la ausencia de mecanismos adecuados de rendición de cuentas en la utilización de los recursos públicos, y los conflictos de intereses que involucran a funcionarios con vínculos estrechos con empresas y sectores de poder. Estas dinámicas refuerzan la percepción de un Estado capturado por intereses privados y alejado de las demandas sociales orientadas a promover el bienestar general.

Javier Milei llegó al poder proclamándose como “el topo que venía a destruir el Estado”, una frase que sintetizaba su visión. Sin embargo, en un giro discursivo, ahora acusa a la oposición de ser los responsables de querer destruirlo. Esta contradicción se da en un contexto en el que los legisladores, presionados por la sociedad, tomaron algunas decisiones en favor del pueblo y no para el beneficio de unos pocos grupos privilegiados; y justo después de que salieran a la luz denuncias de coimas que nacen del propio corazón de este régimen de gobierno, exhibiendo la trama de corrupción que lo sostiene.

En paralelo, se observa un proceso de creciente polarización que deteriora los vínculos sociales y dificulta el establecimiento de un diálogo constructivo. Las manifestaciones de oposición a las políticas oficiales, lejos de limitarse a canales institucionales, en muchos casos se transforman en hostilidad hacia quienes sostienen posiciones divergentes.

Este fenómeno podría ser interpretado a partir de la teoría de la estupidez formulada por Dietrich Bonhoeffer, que describió la tendencia de las personas a actuar de manera irracional y violenta cuando se sienten amenazadas o expuestas a narrativas simplistas y cargadas de emociones. Se ha sostenido que la estupidez es más peligrosa que la maldad, porque no se trata de una falta de inteligencia, sino de una condición moral y social que inhibe la reflexión crítica y conduce a la obediencia ciega, sea a una persona o a un mito.

Surge en contextos de presión colectiva, miedo o búsqueda de seguridad, donde las personas renuncian a su autonomía y se vuelven inmunes a la verdad, rechazando todo argumento racional que contradiga sus creencias. Esta actitud las convierte en terreno fértil para la manipulación y las hace cómplices pasivas de estructuras de poder perversas. Se hacen cada vez más ausentes la independencia personal, la responsabilidad moral y el pensamiento crítico.

En el contexto argentino, esta dinámica se refleja en reacciones inmediatas que desatienden tanto las consecuencias de largo plazo como la posibilidad de construir alternativas superadoras. La falta de empatía y la intolerancia hacia la diferencia han erosionado peligrosamente la capacidad de diálogo, generando un clima de tensión y violencia, tanto simbólica como material.

La combinación de prácticas de corrupción con altos niveles de polarización produce un escenario de desconfianza generalizada en las instituciones y de fragmentación social, con consecuencias negativas para la cohesión democrática y la estabilidad política del país.

En este escenario de crisis política y social, resulta fundamental contar con una propuesta capaz de sostener el rol integrador del Estado y garantizar la soberanía de la Nación. Frente a los proyectos de entrega y dependencia, se vuelve imprescindible impulsar alternativas políticas, como las que plantea el Grupo OND, con un horizonte de “industrialización con justicia social”, aprovechando nuestras riquezas nacionales en beneficio del conjunto del pueblo, creciendo para generar trabajo genuino y digno.

Esto solo será posible en el marco de un proyecto de Nación que sostenga una soberanía intacta y permita ser verdaderamente independientes ante cualquier otra dominación extranjera, sea estatal o privada. Así, la justicia será social.

 

 

* Secretario de Prensa y Difusión de la Federación Médica Gremial de la Capital Federal, miembro del Grupo Ofensiva Nacional Democrática.

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