El 3% y el brócoli: los símbolos de la casta libertaria

*Por Gustavo Ramírez 

¿Y ahora? El calor de la caricia desconfiada duró poco. El maltrato y el desprecio hicieron efecto. La narcotización mediática demostró, una vez más, que es precederá. Entre el brócoli y el 3% de Karina Milei, el gobierno perdió ese estúpido toque de superioridad moral, inventado en la simpatía por el demonio, que le permitía avanzar aceleradamente en la implementación de la economía colonial.

Milei miente y se miente. Nada en una pecera acorazada por billeteras prestadas. Se mueve direccionado por movimientos impuestos. Nada le pertenece dentro del circo de vanidades. Está sobrenarrado. Su mito fundante se repitió en el espejo de la decadencia y se deslizó sobre el cristal humedecido por las lágrimas del incesto ideológico: la corrupción. Así que ahora, casta terminó siendo él.

No hay nada que festejar. El daño avanza. Jorge es un veterano de Malvinas, hace unas horas se enteró que desde el 1° de septiembre la ANDIS le va a quitar la categoría al centro que coordina el acompañamiento de su hijo y a otros 50 pibes con diversos tipos de discapacidades. No es ajuste, es la coima de Karina Milei.

La violencia de los Milei se traduce en disolución de los principios éticos, nada que no hayamos visto a lo largo de la historia. El desprecio por la vida es una característica del régimen neocolonial, aunque la narrativa civilizatoria pretenda cubrir las huellas de la masacre. Ahí están, las marcas de sangre en cada acción. La colonia y la República, la civilización del infierno y la barbarie disuelta en pena.

El déficit cero no nos va a salvar. No les alcanza. Quieren más. No porque lo necesiten, sino por naturaleza. El capital es voraz y, como tal, para saciar su apetito tiene que robarle el pan al pobre. Si puede, también se lo comerá a él. Estos tipos creen que el dinero les va a comprar un lugar en el cielo. Pero no juegan a ser Dios, ellos quieren derrocarlo. Tomar su lugar.

Milei es un producto de esa psicopatología que instala en el pasillo de un shopping el nihilismo del consumo. Dime quién eres y te diré a qué puedes acceder. En el mundo de la miseria, la barbarie no tiene derechos. Para los bárbaros solo hay reprimendas, balas, cárcel, enfermedades, heridas incurables, limosnas de vez en cuando, si acceden a hacer el papel de perro guardián. En todo caso, alguna vez se les permitirá pensar en el día de sus muertes.

En el banco de inversión estadounidense Morgan Stanley presentó su sugestivo informe «The Empire Strikes Back — Navigating Argentina’s Investment Narrative» (El Imperio Contraataca — Navegando la narrativa de la inversión en Argentina), donde detalla que los “inversores” (traducción: oligarcas financieros) están interesados en el país, pero no encuentran suficientes garantías para arriesgar su capital. Es que ellos quieren lo mismo que el Fondo Monetario Internacional: condiciones irreversibles para que Argentina les pertenezca. Si para eso millones de pibes tienen que comer las sobras de la basura, que así sea. Lo hacen en Gaza, ¿por qué no lo harían acá? Ya lo han intentado.

Para estar “tranquilos” le exigen al gobierno libertario que, después de las elecciones, establezca reformas estructurales. Quieren: “Autonomía del Banco Central, para despejar dudas sobre el uso político de la emisión y la política monetaria. Liberalización total del tipo de cambio, pasando a un esquema de libre flotación. Reformas laborales para flexibilizar el mercado y mejorar la competitividad. Fortalecimiento de agencias regulatorias independientes, evitando discrecionalidad sectorial” (Forbes, 2025).

Ellos quieren estar seguros. Para eso hay que sacarles el pan de la boca a los discapacitados, que están obligados a demostrar su condición de acuerdo con lo que expone en sus ponencias esquizofrénicas el gobierno. Los jubilados no deben cobrar más de lo que cobran. Es el impuesto a la pobreza.

Durante la semana, el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, montó el circo romano en el Congreso y repitió como idiota útil que este es el gobierno que más hizo por los pobres. La violencia de sus afirmaciones es un insulto para la inteligencia popular. El funcionario, que supo cambiar de ideología como de calzoncillos, se rió de los argentinos en nombre de ese capital que exige más de un gobierno dispuesto a darlo todo.

A Karina Milei le alcanza con el 3%, lo comparte con su hermano. Al menos con ella, el libertario tiene una relación más sólida que con el espíritu de su perro muerto. Ese porcentaje es suficiente para abandonar a las PYMES, precarizar trabajadores, eliminar programas de abastecimiento de medicamentos oncológicos y dejar sin protección social al hijo de Jorge, el veterano de Malvinas.

Lomas de Zamora y Corrientes a penas fueron una expresión minúscula del cambio de humor social. Este punto de quiebre demuele el peso suplementario de las redes sociales, donde el acorazado liberal también evidencia escoriaciones. Lógico, tampoco es la última palabra. Esto recién empieza. En el «subsuelo» de la Patria algo se subleva. Milei desconoce la historia por eso no puede enmarcar lo que pasa. Es un síntoma de la colonia.

En medio del pantanal hay elecciones. Desde el entorno del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, afirman: somos bilardistas. Hay aspiraciones a ganar en septiembre por poco margen y en octubre. En octubre, Dios dirá. No obstante, el propio mandatario bonaerense entiende que el panorama es más complejo que el mero voluntarismo. Se necesita volver a convencer más allá de las promesas.

Kicillof sostiene que es necesario explicarle al electorado lo que representa Milei, pero también lo que va a ser la dirigencia de este peronismo para revertir esta situación. Para ello instó al Movimiento Obrero a sumarse a la elaboración de ejes programáticos; sin embargo, por el momento nada es concreto. El gobernador sostiene que los libertarios le quieren bajar el precio a la elección bonaerense, advirtiendo que los números no les dan y que incentivan el ausentismo porque les conviene. En este orden desordenado, la percepción del tiempo es clave, pero nadie sabe a ciencia cierta cómo se va a comportar el electorado de acá a octubre.

A Milei y a su entorno no lo crispó un brócoli. Tampoco entendió que ese es el símbolo de la reacción al 3%. No hay conjetura, lo obvio está expuesto. Así fue desde el principio. No importa que se le vuelva a echar la culpa al kirchnerismo. El aceleracionismo rompió la embarcación, creó un rumbo y por allí se filtra el agua, como se filtraron las escuchas y los brócolis. Al libertario lo apabulla su ignorancia, el desconocimiento que tiene del pueblo.

Los libertarios no saben nadar, pero aprendieron rápido a correr, a pie o en moto, no importa, ellos corren. Bueno, después de todo, esa es su condición natural. Aun así, nada es normal en la dimensión mileista. El pánico al hundimiento, a la hermana cerca de las rejas, al brócoli popular, hacen temblar al tipo que decía que le iban a dar un Premio Nobel. Es curioso, si esto no fuera tan dramático como patético, movería a risa, pero nada causa gracia. La «casta» libertaria se agota.

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