Opinión

Atmósfera

Por Gustavo Ramírez

En principio no fue el verbo. Apenas un suspiro que se camufló de victoria. Las máscaras de la unidad se solidificaron con un barro. Al poco tiempo cayeron. Así que prevalecieron los acuerdos de cúpula. Para algunos el método funcionó como un verso de Joy División: “la vida comenzando de nuevo”. El proceso electoral como un repetición infinita donde lo que ocurre no es más que un juego de espejos y apariencias de espaldas a las necesidades populares reales.

Las partes no hicieron al todo. El conflicto fue superior a la unidad. Y cada segmento se rehusó a ser parte de la historia referenciándose en ella. La apelación moral dio significado al significante del regreso y los márgenes coyunturales de la Pandemia primero y la Guerra con Ucrania después sirvieron como renglones donde los narradores del presente iban a escribir los decálogos de excusas para justificar la levedad de la quietud.

“No vayas”, grita la pequeña Cámpora. Y ahí el micro clima hace nido en la hiedra. El mundo político fuera del mundo social. La mirada atravesada por el prisma de una conciencia frágil de soldado raso. El mito más como una reacción alérgica al sistema, en la epidermis del mismo, pero que no se propaga más allá de la queja estéril. La “década” ganada se trocó en un sol pálido que envejece esperando un milagro.

Una Clase Magistral, la estadista. Vandorismo. Cuatro años después. En otra galaxia, en otro plano. En otros tiempos, con otras guerras en la espalda. ya ni siquiera alcanza el mejor tarde que nunca. La tierra se retuerce de calor dentro de la maceta. Y pesar de todo, como un signo dramático, lo que se mueve parece estar demasiado quieto. Es una replica del cuento de Monterroso: y cuando despertó el sistema seguía ahí.

¿Somos cierta especie de Replicantes reviviendo una y otra vez la escena más tensa  de Blade Runner?: “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo”, es lo que le dice Roy Batty (uno de los replicantes) a Rick Deckard que cuelga de una cornisa. Luego, añade: “He visto cosas que ustedes no creerían: atacar naves en llamas más allá de Orión…He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser…Todos esos momentos se perderán… en el tiempo, como lágrimas…en la lluvia…Es hora, de morir”. 

Algunos temen que una narración sin épica los conduzca al olvido. No se comprende que en el momento de la enunciación si no  hay un acto que respalde a la palabra lo que se impone es la emotividad retórica de un discurso amoroso que se aferra a lo que tiene a mano, igual que derrotado Deckard. Hay una militancia que celebra la derrota en nombre de una mesianismo histriónico surrealista. Así que, bien podríamos ser ese Deckard colgando de una saliente en un edificio de un tiempo distópico.

Es que en el Frente de Todos, incluso los cuadros más brillantes, se han convertido en una especie de panelistas del devaluado Duro de Domar. Demasiado ruido. Quizá será por eso que la exposición de Cristina Fernández en la Universidad  Nacional de Río Negro parece un bálsamo en medio de tanto calor agobiante. Lo curioso es que resulta dudoso, que a esta altura, sus propias tropas la puedan entender. No porque no sea clara en el contenido de sus exposiciones, sino porque la comodidad con la que cierto sector  del kirchnerismo se instaló en la realidad no parece querer ser alterada.

En esos análisis hay verdades que no se tenían que haber ocultado durante cuatro años. De la misma manera que Cristina se situó por fuera del gobierno que armó. El vandorismo sin Vandor naufraga al navegar sin brújula, lo que era obvio. Los dueños de corazones solitarios se acarician el lomo y esperan alguna señal. Vamos, “luche y vuelve”. ¿Quién tiene que volver? ¿A dónde se había ido? y el “vamos a volver” del ’19 dónde quedó.

Las partes del todo se suman de manera caótica ante la urgencia de la coyuntura electoral. El riesgo es caer en el mismo juego brujo del 2019. El dedo redentor. Las bendiciones imaginarias que deslizan el juego por debajo de la puerta para fugar hacia adelante. Las fórmulas se aceleran para estrellarse con la frontera de lo real. Scioli-Wado. Massa-Wado. Clases magistrales lejos del territorio.

La verba inflamada de los vocablos atildados y ordenados en una secuencia lógica revitalizan el concepto político estirado del iluminismo liberal. Nada es nuevo bajo la luz de la historia. Ni siquiera los márgenes de las victimizaciones impostadas. En ese juego retórico no hay más sujeto histórico que Yo personal y unidimensional.

Cristina habló este viernes del quiebre del pacto democrático. Pero olvida que ese pacto se dio sobre las ruinas del peronismo y de espalda al pueblo. Fue un pacto de cúpulas entre agentes que sirvieron al proyecto de la neo-colonia que le dio sostén a la democracia liberal. Por eso, cuando se armó Unidad Ciudadana se reflotó el proyecto civilizatorio del pacto social europeizante  y no de la Comunidad Organizada.

No hay posibilidad democrática sin la participación del pueblo. El Frente de Todos eludió su responsabilidad de elegir en opción con los pobres y ahora se revuelca en el fuego sagrado de la república sosteniendo la oficialidad del régimen mientras menosprecia a la  causa y se atora en el esófago del sistema.

“Mira el peligro, siempre en peligro”…”no te vayas”. “Luche y vuelve”.

La atmósfera se torna pesada. La tierra está caliente. Por ahora eso parece ser todo, pero sabemos que no lo es. Siempre hay algo más. Mientras tanto hay quienes todavía pretenden tapar el sol con lo dedos.

 

 

 

 

 

 

11/3/2023

 

 

 

 

 

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