Opinión

Ante la miseria de la guerra no es tiempo de Keynes, es tiempo de Perón

Por Gustavo Ramírez

Las paz en Ucrania llegará como manda la OTAN o no llegará. La sentencia determinante se trasluce luego que el organismo internacional dirigido por Estados Unidos, rechazara- como era obvio- los 12 puntos para la salida pacífica del conflicto. Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, fue más explícito: “China no tiene mucha credibilidad porque no ha podido condenar”

Por otro lado, el único actor internacional que entiende que debe haber una salida pacífica a la situación antes que se demasiado tarde es el Papa Francisco. Este viernes, su Santidad declaró: “Cuando Dios hizo al hombre le dijo que tomara la tierra, que la hiciera crecer, que la hiciera bella. El espíritu de la guerra es lo contrario: destruir, destruir, no dejar crecer, destruir a todos, hombres, mujeres, niños, ancianos, a todos. Hoy se cumple un año de esta guerra, miremos a Ucrania, recemos por Ucrania y abramos nuestros corazones al dolor”.

No es nuevo esto de encontrar al mundo al borde del colapso. Tampoco es novedad que en tiempo de crisis interna, Estados Unidos renueve su narcicismo y actúe en términos geopolíticos como dueño de todo y de todos. Como siempre ocurre, las guerras tienen un correlato político, ideológico y económico. Es precisamente allí donde el patrón de la estancia mundial parece ver peligrar la comodidad de la hegemonía que ostentó hasta entrado el nuevo siglo.

No son pocos los que advierten el advenimiento de un cambio de humor internacional y observan con atención y esperanza la llegada de la multipolaridad. Sin embargo, los interrogantes subsisten. No hay certezas de que la multipolaridad, más allá del enunciado práctico del respeto por la autodeterminación de los pueblos, se plante como un proceso contrahegemónico ni civilizatorio. Está en gestación y en gran parte ello dependerá de cual sea el resultado de esta dramática contienda.

Mientras tanto, gran parte de occidente recurre a refugiarse en los brazos del solucionismo keynesiano pero solamente en los enunciados. En realidad, la guerra como ya lo había hecho con anterioridad la pandemia desnudó la fatalidad de un sistema que solo produce más injusticia social en todos lo aspectos. Como si eso no alcanzara, los pequeños grandes acumuladores y extractores de capital y riquezas son los principales generadores de la crisis climática a nivel global. Algo que es ignorado por el conjunto social.

Lo que olvidan aquellos que adhieren a Keynes es que sus principios económicos imperaron a partir de la tercera década del Siglo XX precisamente cuando la estructura económica militar comenzó a florecer y con ella se impuso la matriz civilizatoria del imperio occidental anglosajón. Si bien el desarrollo y el progreso reflejaron mejoras en términos de ingresos y de crecimiento regionales, lo cierto es que la riqueza siguió siendo repartida de manera inequitativa y que el complejo de la industria militar acaparó la dirección política del Estado en países como Inglaterra y Estados Unidos, a la larga esto devino en neoliberalismo por lo que el keynesianismo, que también termina en la dirección económica del mercado, cayó en saco roto y lo sigue haciendo.

El estado de bienestar favoreció a la hegemonía económica de Estados Unidos que contribuyó a la reconstrucción de la Europa de posguerra con el único fin de mantener la sartén por el mango. En la actualidad esa política se repite y los europeos seden a las pretensiones de estadounidense pasándole cierta factura histórica a los rusos. No hay que olvidar que en 1971, el mismísimo Nixón rezaba “ahora todos somos keynesianos”. Es decir, si Keynes hubiera resultado una amenaza para el capitalismo posiblemente no estuviéramos escribiendo estas notas.

Pero más allá de esta discusión, en estos procesos existen ganadores y perdedores. Solo para poner como ejemplo: para el comienzo de la guerra Estados Unidos destinó a armamentos un total de 801.000 millones de dólares, lo que equivale al 37,9 % del gasto total mundial. Hay especialistas que afirman que el capital sin la guerra no puede subsistir, al menos en economías como la estadounidense.

Como dato comparativo. Hacia finales de 2022 informes internacionales dieron cuenta de 250 millones de personas a nivel global deberían enfrentar situaciones de extrema pobreza. La suba de la inflación y la caída de los valores salariales fueron algunas de las cuestiones que incidieron en la materia, pero también tuvo impacto el deterioro de la masa de trabajo. El precio de los alimentos hicieron que el acceso a estos en muchas partes del mundo, incluido nuestro país, se transformen en una quimera.

La receta global a aplicar fue subir las tasas de interés, es decir el precio de la “guita”, subiendo el costo de créditos y retrayendo el consumo. Esos primeros efectos comienzan a verse en estos lados. Al mismo tiempo subió el valor del patrimonio de los ricos. Vaya un dato Oxfam:   “una persona que pertenece a la mitad más pobre de la población mundial tardaría 112 años en ganar lo que alguien del 1 % más rico en un año”.

Veamos: “Actualmente hay en el mundo 2668 milmillonarios, 573 más que en 2020, cuando irrumpió la pandemia.  Estos milmillonarios acumulan una riqueza conjunta de 12,7 billones de dólares, lo que representa un incremento en términos reales de 3,78 billones de dólares durante la pandemia”.

Hay más, bueno, siempre puede haber más: “La riqueza total de los milmillonarios equivale ahora al 13,9 % del producto interior bruto (PIB) mundial, un importante aumento respecto al año 2000 cuando suponía el 4,4 % . Los 10 hombres más ricos poseen más riqueza que el 40 % más pobre de la humanidad”.

Pero la OTAN no confía en China. En otro plano, António Guterres Secretario General de la ONU sostuvo que el 40 % de la población ucraniana necesita ayuda humanitaria. La última semana el mismo funcionario pidió un socorro mundial de 5.6000 millones de dólares. Mientras tanto, el Comediante Zelenski​ le pidió al Fondo Monetario Internacional -que es Estados Unidos que es la OTAN- un préstamo por e 15. 000 millones de dólares para  cubrir el déficit presupuestario.

Otro buen ejemplo de quienes son los que ganan con la crisis internacional: James Cargill II es, junto a su familia, propietario de una las mayores multinacionales productoras de alimentos a nivel global. Su fortuna aumentó a un ritmo de 20 millones de dólares al día solamente desde el comienzo de la pandemia. (Oxfgan)

El curso civilizatorio occidental que es el mismo que sostiene los valores del capital, más allá de las teorías económicas a las que adhiera, está vigente. No importa demasiado que en el conflicto bélico hayan fallecido 175.480 personas. Las muertes son evaluadas como costos que ya están volcados en la hoja de cálculo.

En las últimas horas el Canciller Santiago Cafiero recibió al embajador de Ucrania en Argentina. Con él repudió, en nombre de nuestro país, la invasión Rusa. Nada mencionó de rol de Estados Unidos ni de la OTAN como arietes del conflicto. Tampoco menciono  nada sobre la carga de armamento que Kiev le está reclamando a sus aliados. Seguramente fue un olvido referirse a las potenciales operaciones que se preparan en Odesa y ‎Transnistria o en la región de Moldavia.

En la actual coyuntura política no parece ser demasiado importante que uno sea esclavo de sus palabras. De esta manera, y van, el gobierno suma un nuevo desprecio a la doctrina peronista -seguramente un tema menos para los idólatras del pragmatismo coyuntural- sobre la Tercera Posición. Bueno, no está del todo mal si eso lo compensa Alberto Fernández hablando de igualdad desde la Antártida.

Ok. Es cierto, la participación de los trabajadores argentino en el PBI es del 43,8 %, y el 57 % de los menores de 18 años es pobre. Pero la economía crece, se desarrolla y llegan inversiones de capital extranjero como el de Cargill y, producimos y exportamos y a nivel internacional jugamos un juego delicado pero somos neutrales. ¿Somos neutrales?

“Esta invasión es una afrenta a nuestra conciencia colectiva. Es una violación de la Carta de las Naciones Unidas y del Derecho internacional. Está teniendo dramáticas consecuencias humanitarias y para los derechos humanos. Y el impacto se está sintiendo mucho más allá de Ucrania”, declaró Antonio Gutierrez que suele olvidar el impacto de otras invasiones tan desbastadoras como criminales, por caso la de Israel a Palestina. Pero la memoria liberal-progesista es selectiva.

Ah, si lo olvidaba: El 1 %  más rico del globo, unos 63 millones de personas, tiene la responsabilidad de emitir más del doble de las emisiones de carbono. La meritocracia, solo ellos emiten más contaminación que 3.100 millones de personas. El número de la bestia, 666. Ante esto no hay nada que temer, los medios occidentales cumplirán a raja tabla su misión pedagógica.

Perón supo apreciar que “el imperialismo no se basa ciertamente en el respeto a la libertad de los pueblos ni de los hombres. Cualesquiera de sus formas, sean políticas o económicas, son sistemas de esclavitud. Por eso resulta un escarnio que repugna al espíritu cuando los imperialismos simulan la defensa de la libertad individual mientras se dedican a ejercer la esclavitud colectiva”.

El peronismo supo como afrontar la crisis de la guerra rompiendo el paradigma liberal del momento. Los mecanismo de la economía social le dieron el marco sustentable de la reconstrucción social a partir del mantenimiento del equilibrio de fuerzas internas dotando de poder a la clase trabajadora. Todo está allí, en la memoria histórica o mejor todavía, en la Doctrina peronista.

Perón organizó la economía sobre la base de la Justica Social mirando primero al trabajo como articulador y armador social ante que al mercado. Lo suyo no fue inclusión por ingresos sino trabajo y Comunidad Organizada, fue liberación económica precisamente liberando las fuerzas productivas nacionales. Fortaleciendo la moneda y los salarios. Fue el fifty fifty.

El sistema es profundamente guerrero, sea para sostener conflictos bélicos o subyugamiento económico. En Ucrania lo que está en juego es mucho más grande de lo que podemos abarcar. Pero esto no representa un impedimento, genera las condiciones para quebrantar precisamente el estatuto del coloniaje. La pregunta es ¿por qué falta decisión política para asumir la responsabilidad histórica? Sobre todo porque contrario a lo que piensa la aristocracia partidaria ante la miseria de la guerra  no es tiempo de Keynes, es tiempo de Perón.

 

 

 

 

24/2/2023

 

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