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Una trampa del destino

*Por José Luis Ponsico

En la madrugada del domingo 4 de septiembre de 1960, perdió la vida el piloto de automovilismo Alberto Logulo, nacido en La Plata en 1920 y, desde muy pequeño, radicado con su familia en Mar del Plata. Un corredor de Turismo Carretera considerado por los especialistas como hombre de “pié pesado” para el acelerador y valiente. En 1955 estaba entre los cinco: Juan y Oscar Gálvez, Marcos Ciani y los Emiliozzi.

“Las Mil Millas”, organizadas por el Automóvil Club Argentino, Delegación Avellaneda, era una clásica competencia que se corría desde 1927. El gran ganador de 9 campeonatos argentinos, Juan Gálvez, había debutado en 1941. El recorrido de unos 860 kilómetros iba hacia el noroeste de la Provincia de Buenos Aires, camino a Luján, Cañuelas, rutas no siempre en buen estado.

Las crónicas de la época reflejan que Logulo, de madrugada, iba a unos 190 kilómetros por hora y, por tiempo, estaba en la punta. El ídolo de Mar del Plata, Guillermo Vilas, que tenía 7 años, había ganado la edición de “Mar y Sierras” y la Vuelta de San Nicolás en el 59. En ese entonces tenía ocho ganadas y no bajaba del número 4 o 5 en la clasificación del ACA.

El Diario “La Verdad”, Junín, hace 64 años desentrañó el motivo del accidente. La crónica reveló que “La zona de Tambos” mató al gran piloto marplatense -por adopción, quizá- cuando, en una curva, todavía de noche, embistió una empalizada a la vera de la Ruta 7. Los “tamberos” de la zona habían dejado listas las camionetas, que usaban de culata para subir los tambos…

Poca luz, la curva, visibilidad alterada por la niebla, y casi a 190 kilómetros por hora resultaron un combo fatal para el velocista. El auto nro. 4, esa vez, se estrelló. Logulo murió en el acto. Su acompañante, el “Negro” Linares, luego copiloto de Carlos Menditeguy, sufrió fracturas y estuvo meses para recuperarse.

Mar del Plata vivía desde los 50 el impacto turístico del masivo “Turismo Social”, esto es, veraneo de distintas clases sociales. Desde la virtual aristocracia de los 40 hasta el intenso momento del avance de las leyes sociales y las vacaciones para miles de obreros y grupos que antes no podían conocer el mar. Los 60 cambiaron el ritmo del balneario: playas agrestes mutaron en una ciudad con “rascacielos”.

El automovilismo disputaba el favor de la “fiesta popular” de los argentinos como el fútbol y el boxeo. En la misma escala, el básquetbol. La salida del Turismo Carretera hacia el interior brindaba un calor distinto. De pronto, de la Vuelta del Chaco pasaban a la Vuelta de Olavarría. Todo el país “los veía pasar” a 200 kilómetros en rectas asfaltadas. Algo menos si las rutas no estaban bien.

Los estilos de los pilotos también trasuntaban contrastes. Logulo estaba en los llamados “pié veloz” junto a Dante Emiliozzi y con riesgos el notable Oscar “Aguilucho” Gálvez. Los más “cuidadosos”, Juan Gálvez hasta ahí todos con Ford, Marcos Ciani, Venado Tuerto, y el “Colorado” Félix Peduzzi, Villa Ballester, Gran Buenos Aires, ambos con Chevrolet, entre los que <cuidaban> el andar. Aún “a fondo”.

El deporte marplatense tenía ídolos lugareños en el boxeo. Desde las veladas en el mítico Estadio Bristol, de pronto los <Medianos> como “Tito” Yanni, Antonio Cuevas, Ubaldo Sacco, el padre, en los 50 disfrutaban de cierta idolatría según los testimonios de grandes periodistas de la época. Desde Maro Trucco, Helmer Uranga, Raúl Ramírez y los hermanos Alfiesri, Miguel y Jorge.

No obstante, Logulo alcanzó la estatura de ídolo de todos. En los talleres “El Inca” de la firma Rabellino y Cía, el Negro Linares, mecánico de oficio, junto a “Mingo” Solís, le daban el crédito al motor V8 del Ford de Alberto Logulo que paseaba su fama por distintos barrios. Cada vez que ingresaba a un lugar. En Mar del Plata, la televisión llegó en diciembre del 60.

Por último, el cortejo fúnebre del notable piloto de TC a lo largo de la Av. Colón se recuerda como un hito de la época. El periodista Juan Carlos Morales, familia instalada en Colón y Mitre, desde el balcón, casi entre lágrimas, evocó que el desfile en silencio de miles de personas produjo un impacto en su memoria. “El entierro de Logulo fue el acontecimiento de la época”, comentó sobre su niñez.

Astor Piazzolla alcanzó el estrellato fuera de Mar del Plata, un grande de la música que Mar del Plata casi no lo vio en el escenario. Lo mismo Guillermo Vilas, cuyo Gran Willy alcanzó impacto mundial fuera de La Feliz. Alberto Logulo tuvo el fervor entre los propios. Una Mar del Plata que no volverá.

 

 

 

*Columnista Agencia Nacional y Popular. y AGN-Prensa.

 

 

5/9/2024

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