Por Gustavo Ramírez
La única certeza es que el ajuste, como siempre, lo van a pagar la clase trabajadora, los más humildes y la clase media. Lo viejo se presenta como nuevo y se esconde detrás del artilugio de la palabra: No van a ser los privados lo que tengan que pagar sino el Estado. Punto. Ese determinismo se fija como eje saliente de la psicopolítica, en la ejecución sistemática de la colonización cultural, para determinar que el esclavo se enamore del amo.
El pasado domingo el presidente electo resignó su parlamento “incisivo” contra la casta. El hombre y sus circunstancias. No obstante, repitió una vez más su alucinadas referencias históricas, pretendiendo instruir sobre una Argentina inexistente. Mientras, sus seguidores vivaban las palabras del libertario más por hacerse ver que por comprender lo que estaba expresando. Milei abandonó a Milei en las puertas del balotaje cuando se arrastró para mendigar votos a la resaca de Juntos por el Cambio. Eso se percibirá con el tiempo.
El flamante mandatario no representa el tránsito de la política formal a una dimensión desorbitante y exuberante. Es y será el sistema. Sobre todo en Argentina, donde el liberalismo en sus distintas metamorfosis permaneció dentro del juego político, incluso extremando las formas de penetración cognitiva en la medida que se deterioraba el tejido socio-cultural. En todo caso, el nuevo presidente es la síntesis de una expresión preexistente sazonada por la reacción lumpen y el agotamiento del discurso progresista.
En tal sentido, la dirigencia política del campo popular prescindió de un factor determinante a la hora de comprender las razones populares: La escucha. El regodeo del YO unívoco y el deslizamiento de la acción política sobre el terreno pantanoso del asistencialismo, redundaron en una praxis que se desprendió de su ADN primigenio y dejó de lado su participación en los territorios. El sesgo ideológico demo-liberal se situó por fuera de las demandas conformadas por las Organizaciones Libres del Pueblo, abrevó en el keynesianismo económico y tropezó son sus propias limitaciones.
Al mismo tiempo que las estructuras internas se aferraron a las condiciones impuestas por la coyuntura electoral dejando de lado los principios doctrinarios. Este desplazamiento desvalorizó el sentido patriótico expuesto en la verdad peronista: Primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres. Siempre fue primero YO.
La etapa que se inicia, donde Milei propone el dogma del shock para plasmar el ajuste y así promover la transferencia de riqueza de los sectores pobres a los más ricos, como histórico proyecto de la oligarquía financiera local e internacional, asume características propias que deberán ser adecuadamente atendidas.
El domingo, en el marco de su asunción, mientras anunciaba el eje de su programa en base a la descapitalización del exiguo mercado interno, donde repetía sin profundizar el lema “no hay plata” y donde adelantó que la clase media y la clase trabajadora iban a sufrir, el puñado de adeptos que lo acompañó victoreaba las medidas como si ellas fueran a redundar en mejoras de sus propias condiciones de vida y no al revés.
Milei se subió al caballo del desprestigio del Estado instalado por el dogma de la Revolución Libertadora y llevado al paroxismo por Martínez de Hoz durante la Dictadura Cívico Militar. Ambos golpes tuvieron como objetivo, además de exterminar al peronismo, el de destruir la matriz productiva industrial nacional y asentar las bases de un capitalismo financiero que diera lugar permanente al gobierno de la oligarquía. El dólar, en ese marco, mostró su cara brutal como moneda de dominación política inserto en el universo del endeudamiento compulsivo.
Lo que en realidad subyace bajo el manto teórico que pretende expresar el libertario es en realidad el imaginario de una clase que pretende enriquecerse más y más a costillas del atraso general de la Nación. El sustento global de su proposición está anclado, como el liberalismo histórico, en las premisas establecidas por la Alianza del Atlántico Norte. Vale recodar, como sostiene Facundo Di Vicenzo, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Profesor de Historia, que “la llamada modernidad lejos de liberar al hombre de un mundo de ataduras nació a partir del sometimiento de los sectores sociales del trabajo”.
Se hace vital comprender que las propuestas de Milei no son novedosas y que tampoco expresan nada nuevo de manera aislada. Scalabrini Ortiz lo anticipó con claridad, en su tiempo: “El predominio de lo extra nacional es de tal magnitud que ningún observador perspicaz afirmaría que la designación del futuro presidente de los argentinos es operación de índole doméstica, porque en ella influirá decisivamente el criterio extranjero enraizado en la economía del cuerpo nacional”.
Comportándose como una animador de programas de panelistas, el libertario liberal anticipó que liberará los precios en su conjunto. La suba de los valores de alimentos ha escalado de manera escandalosa en las últimas horas. También lo hicieron los combustibles y los medicamentos. Solamente con esto, su base electoral ya es más pobre. Sin embargo, aún no siente el impacto. El despertar de un sueño efímero será muy duro para aquellos que le creyeron al falso profeta.
La materialidad de las políticas económicas de Milei, tengan la gradación que tengan, no representan en nada una concepción original y mucho menos mejoras en las condiciones de vida para aquellos que lo votaron bajo la excusa del cambio. No se trata de poner en cuestión la elección, pero sí de manifestar el relieve de la poca importancia que parece adquirir, en este contexto, el contenido de la propuesta. El trabajo psicopolítico rindió sus frutos y hoy “el amo juega al esclavo”, mientras un segmento social, que tiene demandas justas, reproduce significantes vacíos y legitima su propia condición de subordinación al capital.
Di Vincenzo, afirma que “el sujeto productivo ya no trabaja para sus necesidades sino para el capital” y añade que “en estos tiempos de auto explotación, el sujeto “libre” cuando es despedido o baja su rendimiento, dirige la agresión hacia sí mismo, no puede identificar el lugar que ocupa él/su país/su región en el ecosistema del capital a nivel mundial”. (1)
Esta realidad no ha sido observada por la dirigencia política del campo popular. El afán electoral diluyó la causa y en consecuencia desdibujo el programa de gobierno, que en ningún momento atendió el fondo de la trama. Sin embargo, estas alarmas fueron planteadas por el Movimiento Obrero Organizado y por los Movimientos Sociales. Se utilizaron relatos más que hechos para atacar la complejidad social. Del mismo modo, en ese proceso, que fue funcional a la desperonización, se perdió de vista al sujeto histórico de la disputa política y se lo reemplazó por representaciones fragmentadas y “líquidas”.
No obstante, cabe señalar que Milei es el lobo puesto a cuidar las ovejas. Su pensamiento tiene un alto componente de resentimiento de clase por lo tanto su acción estará circundada por la violencia y por el sesgo ideológico. De hecho, el último domingo repitió el dogma thatcherista, vigente también durante el macrismo: “No hay alternativa”. Pero la hay, siempre la hay. El libertario necesita una crisis profunda para justificar su política económica y la violencia institucional a la cual apelará cuando lo vea conveniente.
Por lo pronto, se hace necesario alertar que sin la armonía entre los factores de producción industrial, consumo y distribución de bienes, la situación de los sectores populares no mejorará en Argentina. La idea de Milei tampoco es esa. La designación de Luis Caputo como Ministro de Economía lo demuestra. Nada cambia, todo se recicla o lo que es peor, todo pasa.
Mientras tanto, urge que la dirigencia nacional del campo popular vuelva a Perón, quien con absoluta claridad planteó: “Nosotros creemos que el proceso económico -por lo menos en nuestros país- es un proceso de creación permanente de riquezas y que ellas deben ser concomitantemente distribuidas, a fin de que la economía sirva al bienestar social. Vale decir que crecen las riquezas, debe crecer el bienestar social”.
En tanto, Milei no tiene un cheque en blanco. El falso diagnóstico que trazó el último domingo puede significarle la pérdida de capital político a corto plazo, pero al mismo tiempo resulta peligroso para el conjunto social. Por ahora, el libertario goza de un apoyo social que todavía no logra percibir las dimensiones del ajuste prometido. Ni las consecuencias de un plan económico que no tiene en el centro de la escena a la producción y el trabajo.
Por último, como advirtió el analista político Alejandro Catterberg, de la consultora Poliarquía, en una entrevista reciente: “la sociedad dice que apoya el ajuste, pero cuando le tocan el bolsillo plantea que el que tiene que ser ajustado es el otro. No hay que confundir que la sociedad esté a favor de tomar medidas económicas de ajuste con la idea de que el ajuste lo tiene que pagar el otro. Cuando muchos argentinos se empiecen a dar cuenta que van a pagar el ajuste, va a cambiar la ecuación”.
1- Nota del autor: El siglo XXI, las periferias y si liberalismo de Corral, en Posmodernia y Nomos filosofía.
Fotos: Télam.
11/12/2023