Por Gustavo Ramírez
Los relatos que contienen la experiencia traumática y fatídica vivida en las cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata son coincidentes: la policía estaba decidida a reprimir. Las escenas que se vivieron fueron tan dramáticas como dantescas y dejaron en evidencia el montaje represivo diseñado para este evento deportivo. Los interrogantes son demasiados en torno, no sólo al operativo que terminó en tragedia, con el fallecimiento de César Gustavo Regueiro, sino también sobre la reacción del gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Cada club de fútbol tiene su propia idiosincrasia. Incluso se puede inferir que existe una forma cultural propia que los distingue. En Gimnasia, hay un fuerte componente familiar en sus tribunas, lo cual hace que más allá de instancias puntuales, el clima que se viva en las mismas no esté emparentado con la violencia. Es que la gente de fútbol no se distingue por ese factor, sino por la celebración social y cultural de lo que representa el mismo deporte.
El ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, redujo lo acontecido en La Plata, en el Bosque, a un mero hecho producido por el “lumpenaje” que él considera representativo del fútbol. De hecho, en el medio de accionar represivo de la policía bonaerense que es su responsabilidad, destacó que el público del rugby representa la civilidad del deporte. Lo dijo con otras palabras, pero lo dijo.
Las declaraciones de Berni, pretendiendo mostrarse racional, soberbio y en su elemento, desnaturalizaron su propio rol al justificar de manera estúpida y soez el accionar policial en la cancha de Gimnasia. Llama la atención que a pesar de las evidencias notorias siga en su cargo. Al mismo tiempo deshumanizaron el hecho insoslayable de la conmoción que generó la pérdida de una vida. En nombre de una racionalidad descompuesta, el funcionario minimizó el fallecimiento de “Lolo” Regueiro al decir que su muerte se produjo por un “paro cardíaco” nada más.
Es más, en medio de la febril y escalofriante situación el ministro, no se había enterado por ejemplo que un agente de la policía bonaerense disparó a quemarropa contra un camarógrafo del canal TyC, pero sabía que la víctima fatal tenía problemas coronarios por el solo hecho de ser doctor. Tampoco estaba enterado que su “cana” reprimió a criaturas, mujeres y personas mayores. Aun cuando la nube de gases envolvió a su poderoso helicóptero, el tipo no se enteró, ni se sensibilizó ante lo que estaba delante de sus ojos.
Sí, Regueiro falleció por un paro cardiaco pero producto de la angustia por la que estaba pasando al tratar de proteger a sus nietos. Berni no tuvo siquiera la cintura política de mostrarse humano ante este estado de situación. Salió a salvar su quinta. A mostrarse corporativo con una fuerza que tiene una historial funesto y que una vez más operó para demostrar lo débil y vulnerable que es la estructura política ante su accionar. Un nuevo mensaje extorsivo y mafioso.
En los últimos días, desde el Ministerio de Seguridad bonaerense se dispuso el desplazamiento del Jefe de la Departamental de Policía de La Plata, Diego Galarza, por Sebastián Perea. Este ya había cumplido funciones en distintas seccionales y diversas jefaturas distritales de la capital provincial. El movimiento de piezas obedeció a la situación de inseguridad que vive La Plata, distrito gestionado por el republicano Julio Garro, según describieron fuentes ministeriales.
Esta “movida” habría generado “inquietud” en la fuerza. Resulta curioso que ante estos signos el gobierno de Axel Kicillof no estuviera con la guarida en alto. Sobre todo cuando aún se sostiene en su cargo el Jefe de la Policía bonaerense, Daniel “el Fino” García, designado en tiempos de María Eugenia Vidal como gobernadora. ¿No había sospechas en el ámbito de gobierno provincial que en este contexto se podía producir una maniobra desestabilizadora?
Lejos de las teorías conspirativas y cerca de la ingeniería electoral, el gobierno de Kicillof emitió con comunicado donde remarcó que “es inadmisible que anoche miles de platenses hayan tenido que vivir lo que vivieron y más aún, que se produjera el lamentable hecho de que César Regueiro perdiera la vida en el marco del encuentro”.
El documento tiene sabor a poco comparado con la magnitud de lo acontecido. Por otro lado, lejos de los testimonios de las y los hinchas, incluidas las experiencias vividas por periodistas de la comunicación popular, la administración bonaerense insistió en la tesis Berni: “Mientras la justicia investiga si las condiciones de ingreso al estadio pudieron estar alteradas por una sobreventa de entradas, es evidente que el operativo realizado no fue capaz de brindar seguridad a quienes asistieron”.
La intensidad represiva no amerita una defensa cerrada y corporativa para con la fuerza. Sobre todo porque esta se encuentra socialmente deslegitimada. La fuerza fue a un operativo de cancha, en un partido que concitaba expectativa pero no una concurrencia que desbordara a la policía como sostienen los testigos, parapetada para ir a la guerra. Como mínimo, según consta en el expediente de la investigación en manos del fiscal de La Plata, Martín Almirón, se usaron 400 postas de goma.
Frente a este estado de situación los interrogantes emergen y presuponen respuestas políticas inmediatas: ¿Qué va a hacer con la A.Pre.Vi.De? ¿Se va actuar con celeridad o se va a esperar a que el drama sea mayor? ¿La muerte de Regueiro va engrosar las estadísticas o representa un nuevo punto de inflexión? Kicillof está poniendo en riesgo su propia gestión, que es lo mejor que puede ostentar el Frente de Todos, por lo cual tiene que accionar sin demora para que no se lo coman vivo.
Sin embargo, hasta el momento solo se apartó de la fuerza al Jefe del Operativo, Comisario Juan Gorbarán y al agente que disparó contra el camarógrafo del canal TyC. Claro, esto no se soluciona con su eyección solamente de dos policías y un funcionario. Se necesita una respuesta política ante un hecho político. La cuestión de fondo es como la dirigencia del “campo nacional y popular” terminó abrevando en una adaptación casi patológica a preceptos liberales que la alejan de su base electoral y toleró a un rector punitivista como Berni.
Se clausura provisoriamente, por decisión judicial, la cancha de Gimnasia, y se pretende conformar a su gente con un minuto de silencio en cada partido de una nueva fecha del torneo de fútbol local. Esto no hace más que poner la culpa sobre las víctimas de la represión mientras se exonera a la fuerza y se le quita responsabilidad. Una actitud que inquieta demasiado a las propias bases de apoyo que tiene Kicillof.
La ausencia de un modelo argentino para el proyecto nacional abreva en el desplazamiento de la comunidad por la sociedad y se instala cómodamente en un universalismo que barre incluso con la propia vida, dado que la sociedad depreda la existencia comunitaria en función del rendimiento, del éxito o del fracaso.
Quienes desde la corriente demo-liberal, dentro del Frente de Todos, miraban de soslayo el sentido de la comunidad organizada prescindieron del hecho trascendente de que esta representa en términos concretos la realización del individuo en relación solidaria con sus pares. Borrar las fronteras de lo comunitario implicó el desmantelamiento de los principios éticos de la conformación colectiva.
El neoliberalismo desplazó lo democrático, del mismo modo que el progresismo operó en el peronismo para desnaturalizarlo al barrer su identidad plebeya, que es una identidad ética. El pueblo es el constructor de lo popular. Hoy, la pérdida del sentido de lo sagrado, de la ritualidad popular, de los raigal, en manos de poses culturales que se asumen como universales dentro del espectro de falsas simbologías, promovió el desplazamiento de lo político al plano de la una racionalidad uniformadora donde no hay vida. Es la hegemonía de la política aséptica.
La naturalización del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, su reducción político-mediática, a una mínima expresión abrió paso a la avanzada necropolítica, lo que al mismo tiempo habilitó la ampliación de la política de la violencia. De este modo, de ahí para abajo, todas y todos somos vulnerables.
Después de los dramáticos hechos que se vivieron en la cancha de Gimnasia lo peor que se puede hacer es victimizar a Axel Kicillof. El mejor sostén que su gobierno puede tener es responder dando la cara y tomando decisiones políticas de fondo. Como fuerza política en el gobierno el Frente de Todos no puede seguir vegetando, mucho menos naturalizando el hecho de gestionar de espaldas al pueblo, a su cultura y despreciando su vida, dando prioridad a la especulación electoral.
El orden liberal paternalista no puede ser rector de un proceso que se caracteriza a sí mismo como nacional y popular. Después de lo ocurrido en el Bosque no hay lugar para el siga siga. Es cierto, tampoco lo había tras el atentado contra la vicepresidenta pero todo siguió como si nada. Así y todo la responsabilidad sigue siendo política. El problema es que mientras se esperan decisiones que no llegan el desencanto y el abandono toma lugar en una construcción que se nota incómoda, como el Frente de Todos, envuelta en sombras nada más.
8/9/2022