Opinión

¿Qué haremos al respecto?

Por Gustavo Ramírez

La historia, no los periodistas sumisos y permeables a ser agentes de propaganda de los grupos de poder, ha demostrado que la OTAN y el Fondo Monetario Internacional, son fuerzas de ocupación comandadas por Estados Unidos, que asumió la potestad política, económica, cultural y moral del mundo tras la depredación que implicó la Segunda Guerra Mundial.

Versalles fue el corolario de esa asunción y 1991, con la caída del Muro, significó la ratificación de esa condición de dominio internacional que nadie objetó con suficiente fuerza y determinación. A partir de allí el mundo vivió sumergido en un espiral de violencia que encontró siempre entre las sombras a los mismos actores: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Ya en la posmodernidad el dominio económico significó la realización de la guerra por otros medios.

La fantasía ideológica también suele operar como condicionamiento psicológico: De tal manera la representación del eje China-Rusia no representa más que un espejismo en la necesaria aspiración de liberación nacional que deben asumir países de América Latina como Argentina, por ejemplo. Es la multipolaridad no establece más que condiciones de igual, hasta el momento, que la apariencia verbal.

La integración horizontal que promueve está regulada por la conducción económica y política de la centralidad china y rusa, por lo tanto, en términos reales la integración vuelve a ser vertical, donde los países periféricos siguen ocupando el rol de subordinados, en función de su dependencia. Hasta ahora, la multipolaridad no es más que una expresión de articulación idealizada de deseos. No una verdadera unidad emancipadora.

Puede resultar, a efectos teóricos, lo menos malo ante lo que en verdad representan Estados Unidos y sus aliados. Lo cual representa una contradicción sustancial para Argentina porque el discurso progresista, alistado en el gobierno como corrección política, alimenta la expectativa multipolar como contención al anclaje civilizatorio globalizador, sostiene su dependencia con los organismo de dominación global. Al mismo tiempo que China y Rusia han nutrido esa dependencia. Basta con recordar las declaraciones de Pekín entorno a que Argentina debería acordar con el Fondo Monetario Internacional.

Es más, vale preguntarse cómo estos mismos países, asumidos como potencias, pueden propiciar la multipolaridad desde la integración horizontal cuando son socios comerciales de sus potenciales enemigos en el Atlántico Sur. Lo menos malo está demasiado sujeto a condicionales que denotan la intencionalidad de sustentar el statu quo  en función del sustento económico.

Argentina ha sido permanente destinatario de la violencia internacional, más allá de las apariencias que disfrazan a las relaciones diplomáticas. La condición dependiente de nuestro país, sostenidas por las élites locales que naturalizaron dicha violencia a partir de la entrega del patrimonio nacional, significó la pérdida de una política exterior sostenida desde la condición natural de país soberano.

Bajo qué condiciones será parte Argentina en el escenario de multipolaridad, si las condiciones de agresividad que sufre, aún por las potencias culturas de dicha multipolaridad, no se modifica. Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Rusia ocupan territorio marítimo argentino y depredan nuestros recursos en el Atlántico Sur. Si soslayamos estos condicionantes que son determinantes para el desarrollo de nuestra propia geopolítica, es porque la ceguera se impone como dominio cultural y nos pone de espaldas a nuestros propios problemas.

“La soberbia de la ignorancia no tiene límites”, señaló Perón, pero además agregó: “La técnica moderna de la propaganda y la guerra psicológica ha puesto en sus manos un nuevo instrumento: la infamia. Así estos gobiernos han agregado a la brutalidad de la fuerza un nuevo factor, el de la insidia, la calumnia y la diatriba. Con ello, si han descendido en la fuerza han descendido mucho más en la dignidad”.

No se trata de propiciar las condiciones para abandonar el mundo, sino y por el contrario, de pensar bajo qué condiciones en el marco del supuesto  realineamiento mundial se inserta nuestra Nación. Argentina no puede hablar de soberanía si primero no rompe con la dependencia colonial que la sujeta al pasado pre-peronista.

Cabe recordar que durante su campaña, acompañado por los sectores progresistas del campo popular, Biden proclamó que su gobierno haría todo lo necesario para que Estados Unidos recupere su condición hegemónica imperial. Hoy pone al conjunto de la humanidad al borde del abismo, fomentando una confrontación internacional que puede terminar muy mal. Aquí hubo actores sociales que denominaron al actual Presidente de Estados Unidos, como Juan Domingo Biden para resaltarse a sí mismos.

No son pocos los que consideran que Argentina tiene que ser una franquicia política de Rusia y China por el lado izquierda-progresismo o de Estados Unidos-OTAN por derecha y neoliberalismo. Estas premisas responden en todo caso a la sistemática internacionalización política y esa allí donde hay comprender que políticamente lo que el país necesita es la argentinización de su estrategia geopolítica.

En nuestro país los factores reaccionarios aprovechan la incertidumbre internacional para re-editar los presupuestos ideológicos de la dominación extranjera. Obviamente, los sectores de la oposición liderada por el tándem entreguista: Larreta-Macri-Bullrich, atesora el firme deseo de no abandonar el estado colonial, dependiente, como arquetipo sustentable oligárquico.

Bien los describió oportunamente Scalabrini Ortiz: “La oligarquía impuso un orden de liberalidad para los poderes internacionales y un Estado totalmente tiránico para el criollo desamparado”.

El momento histórico no da lugar para la hipocresía, aunque la misma sea una práctica cotidiana en el universo sistémico, junto con el cinismo: La mirada geopolítica no puede estar articulada por la propaganda internacional, Argentina tiene parte de su territorio usurpado por la OTAN, en tanto que China y Rusia ocupan el Atlántico Sur. Malvinas y el Ara San Juan nos deberían marcar el rumbo para no caer en los agujeros negros de la corrección política.

La fuerza es el derecho de las bestias, por lo que deberíamos comprender que la guerra entonces también se está llevando adelante, por otros medios, en nuestra propia casa. La pregunta es ¿Qué haremos al respecto?

 

 

 

 

 

28/2/2022

 

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