Por Gustavo Ramírez
¿No es acaso la personificación de Larreta la síntesis de los fariseas y Judas que viven a espaldas del pueblo , compran y venden voluntades, y hacen de la traición un modo de vida, sobre todo contra aquellos a los que ven como una amenaza solo porque no representan sus deseos? Judas entregó a Jesús por 30 monedas de plata, Larreta rompió un pacto de unidad de acción por mucho menos. En todo caso, en una elaboración ligera, terminaron por satisfacer la demanda de un sistema que niega a los más pobres y sus sacrificios. Ambos, obraron a espaldas del pueblo.
¿De qué le sirvieron esas 30 monedas de plata a Judas si la culpa lo suicidó y pasó a la historia como el más infiel de los mortales? ¿ De qué le servirá a Larreta aferrarse a una disputa no tiene correlato en la territorialidad del pueblo, mucho menos en su realidad? Sobre todo, después de darle la espalda a miles de niños y niñas pobres en los barrios del sur de la Capital Federal. El servil fariseo es un vil traidor que sucumbe permanentemente a la tentación del poder económico a costillas del sacrificio y la vida de los más pobres. Judas, al menos, trató de redimirse en un acto de justicia. Larreta carece de ese valor humanista.
“La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mi” (Lucas 22.7). Alberto Fernández olvidó esa enseñanza al elevar a la categoría de par político al alcalde porteño. El tono amistoso, que desde hace más de un año se mantiene, con el intendente, se sostenía en base a la generación de un falso discurso social distinguido por la abulia de la corrección política. Una imagen solo bendecida por un sector minoritario de la clase media porteña reaccionaria.
El cinismo esgrimido por la Larreta, en las últimas horas, en torno a la presencialidad en las aulas desconoce abiertamente las realidades escolares. Ante la situación epidemiológica, la salida del actual hombre “fuerte” del PRO, en el distrito más rico del país, es la disputa del capital simbólico de la fluctuación ideológica de un sector minoritario de la población. Detrás del acting del capataz de la Ciudad, se esconde la real mirada sobre la infancia y sobre la educación que tiene el neoliberalismo.
De esta manera se concibe a los estudiantes como seres domesticables que solo pueden desarrollar sus actividades cognitivas encerrados en los claustros escolares, quienes además deben ser adoctrinados con los habitus de clase que demanda el flujo de circulación de curriculum oculto que navega por las aguas putrefactas de los diseños curriculares e institucionales. Por otro lado, la escuela es vista como un espacio galpón en donde las familias pueden depositar a sus chicos y chicas como producto del descarte selectivo.
A Larreta no le interesa comprender la situación sanitaria de la Ciudad, si así fuera escucharía a los y las trabajadoras de la salud, que vienen evidenciando, hace meses, el drama que se vive en los ámbitos de salud del distrito. Tampoco, el seudo patriarca del diálogo, ha sabido escuchar a los y las trabajadoras de la educación. De haberlo hecho no quedaría en ridículo ponderando apócrifos estudios que no reflejan una realidad artificial en las escuelas.
Durante el transcurso de la semana desde la Unión de Trabajadores de la Educación de Capital Federal, precisaron que en el distrito han sido detectados más de 1.500 docentes contagiados. Larreta considera, como exegeta de la necropolítica, que la pandemia es solo una cuestión de datos y aun así también se pierde en las redes de las estadísticas que manipula para denostar la decisiones del Gobierno Nacional.
La lógica que esgrime Larreta es a su vez la lógica del biopoder. Por ello invierte el valor semántico del significante del cuidado. De esta manera se permite sostener, de manera psicopática, que a mayor cantidad de contagios más presencialidad en la aulas debe haber.
En tal sentido, citando al filósofo camerunés, Achille Mbembe, para el intendente de la “Ciudad Autónoma”, “la soberanía consiste en ejercer un control sobre la mortalidad y definir la vida como el despliegue y la manifestación del poder”.
Por otro lado, el cínico alcalde, representa todos y cada uno de los valores psicopolíticos que expresa el neoliberalismo. En su libro: La sociedad paliativa, el pensador Byung-Chul Han explica que “la sociedad paliativa coincide con la sociedad del rendimiento. El dolor se interpreta como síntoma de debilidad. Es algo que hay que ocultar o eliminar optimizándolo. Es incompatible con el rendimiento”.
De esta manera el poder tanático del capital, del neoliberalismo, impone un realismo simbólico que desprecia lo real concreto, en ese orden que oculta lo verdadero real de la pandemia, como afirmar Han “la nueva fórmula de dominación es “sé feliz”. La positividad de la felicidad desbanca a la negatividad del dolor. Como capital emocional positivo, la felicidad debe proporcionar una ininterrumpida capacidad de rendimiento”.
“En el régimen neoliberal también el poder asume una forma positiva. Se vuelve elegante. A diferencia del represivo poder disciplinario , el poder elegante no duele. El poder se desvincula por completo del dolor. Se las arregla sin necesidad de ejercer ninguna represión. La sumisión se lleva a cabo como autooptimización y autorealización”, explica Han.
Por este motivo, Larreta, se viste con la piel del cordero a través de un discurso republicano, no confrontativo, sin valor significante y vacío. A su vez pretende imponerse como valor absoluto del bien común a través de la construcción de falsas representaciones. Porque en realidad, el personero macrista, habla en representación de una franja muy exigua de argentinos y argentinas que se han dejado seducir por la farsa promovida por los agentes del neoliberalismo al servicio de las oligarquías locales.
Ni los fariseos ni Judas eligieron la vida. Por treinta monedas de plata le dieron vuela la cara al pueblo. En esa síntesis Larreta repite la historia como tragedia. Un drama que expone la vida de ciento de miles de trabajadores y de chicos y chicas. El diseño de descarte que pregona el culto a la necropolítica, como extorsión social, es el dispositivo constitutivo del narcisismo individualista y el deseo hedonista de la cultura del Yo, en contra de la voluntad popular. Larreta pasará a la historia como el alcalde de la muerte.
16/4/2021