Por Gustavo Ramírez
A la tragedia que por estas horas asola a la Provincia de Corrientes hay que sumarle la crítica situación que atraviesa la Ciudad de Buenos Aires con el establecimiento de políticas de apropiación y destrucción del espacio público, que altera de manera sistemática y premeditada, el ecosistema “geocultural” de los barrios del sur.
Sin medir las consecuencias del impacto ambiental que tiene la transformación de la geografía en el bajo porteño, que impacta directamente en los barrios de San Telmo y de La Boca, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, decidió la extensión del Metrobus del Bajo. La etapa de ejecución actual abarca desde la Avenida Paseo Colón e Independencia hasta la Avenida Almirante Brown y Benito Pérez Galdos en La Boca.
Para el Gobierno de la Ciudad, este tipo de “emprendimientos” se constituyen a partir de una proyecto civilizatorio altamente selectivo y expulsivo. De esta manera, tanto San Telmo -en mayor medida por el momento- como La Boca, son comprendidos como conglomerados de negocios inmobiliarios que apuntan a la captación de turistas que ven a dichos barrios como espacios exóticos de la América del Sur.
Con esta matriz se impulsa la expulsión de los sectores populares de ambos barrios. Basta con analizar el proyecto de transformación que plasmó Mauricio Macri en el Club Boca Juniors, donde el cambio “cultural” se plasmó en la composición social de las tribunas. El histórico club de la rivera pasó a ser patrimonio de una clase media acomodada que desplazó a la clase trabajadora de la cancha. En la actualidad miles de niños y niñas nacidos en el barrio no tienen acceso al club.
Al mismo tiempo, centenares de familias fueron exiliadas del barrio de la manera más cínica que pueda plantearse. Distintas organizaciones sociales y políticas denunciaron el establecimiento de incendios intencionales en distintos conventillos, como parte de una estrategia política de descarte social. La mayoría de las familias damnificadas carecieron de asistencia por parte del Gobierno de Larreta y fueron expulsadas del territorio. El espacio que ocupaban las casas tradicionales de inquilinatos fue invadido por bloques de cemento horizontales que cotizan a valores inalcanzables para la clase trabajadora.
San Telmo y La Boca se expande para arriba. Tal es así que el encastre de edificios invadió la vista al río que permitía extender la mirada hacia el horizonte. Hoy esa visión no existe y lo único que se ve son torres de hormigón que descomponen la estética histórica de los barrios y desarticulan la noción de espacio tiempo como barrido de la identidad socio cultural de las barriadas populares. Así, la idea de periferia desaparece de la idiosincrasia porteña dando lugar a la cultura del emprendimiento como sinónimo de civilización.
Larreta reproduce el ejercicio de la violencia colonial a partir de las premisas unitarias de la oligarquía porteña. En su dimensión discursiva, tal cual lo hicieran sus predecesores ideológicos, habla de inclusión, en tanto que en la práctica lo que se concreta es la selección social para hacer de la Ciudad un espacio exclusivo habitado por agentes de las clases acomodadas.
Todo esto ocurre con el beneplácito de una oposición política que entregó su identidad, en función de complacer las demandas de un imaginario que se alinea con los postulados cambiemitas porteños. La conducción peronista citadina se plegó a la conformación de bloques de unidad desconstuyendo su identificación popular en función de mantener cierta representación legislativa que poco aporta para frenar la destrucción popular de la Ciudad.
En este contexto, Larreta ya se cargó más de 70 árboles centenarios de distintas especies y destruyó edificios históricos como el ubicado en la esquina de Paseo Colón y Brasil donde funcionó la Escuela Taller del Casco Histórico, así como también la propiedad conocida como “Marconetti”, que se levantó en 1929. Todo ello tiene un impacto determinante en el ambiente de la zona.
El Metrobus del bajo, en esta nueva etapa, prevée su extensión en dos kilómetros con 16 paradores nuevos para las 19 líneas de colectivos que utilizan esa ruta, según información oficial. El proyecto habla, al mismo tiempo, del arbolado urbano con la incorporación de 105 árboles. Sin embargo, si se tiene en cuenta lo ocurrido en la 9 de Julio y sobre todo en la Avenida Corrientes entre el Obelisco y la Avenida Callao, donde no hay casi árboles, se puede inferir que existe poco interés en la preservación de las especies.
El 21 de febrero de 1972 Juan Domingo Perón, en su Mensaje Ambientalista a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, expresó: “Las mal llamadas “Sociedades de Consumo”, son, en realidad sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el que el gusto produce lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes necesario o superfluos y, entre estos, a los deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades”.
Este párrafo del mensaje de Perón bien puede ser visto como una respuesta efectiva a la iniciativa política de Larreta en la Ciudad. El alcalde, alfil de Mauricio Macri, concibe al espacio público como propiedad exclusiva de los sectores acaudalados. En San Telmo, por ejemplo, también en Palermo, podemos ver como determinados negocios expendedores de bebidas y comidas, se apropian por una módica suma de calles y veredas.
En esta impronta sistémica se vislumbra cual es el plan de gobierno de Larreta que hoy tiene aspiraciones a alcanzar la presidencia de la Nación. Cuando los trabajadores de la economía popular en la vía pública se instalan para ganarse el pan diario, la respuestas oficial es la violencia represiva. En cualquier circunstancia, la respuesta del Ejecutivo de la Ciudad es la violencia.
La Ciudad de Buenos Aires está tomada por el ejército de ocupación cambiemita y su séquito ideológico de fariseos unitarios. Cubierto judicial y mediáticamente , Larreta mantiene su exasperante tono monocorde de impostada corrección política, mientras impulsa la destrucción y extinción de los barrios populares con la consecuente expulsión de las y los trabajadores y de los pobres de dichas barriadas.
Cuanto más agresiva sea la política de borrado de la identidad popular del territorio más se convertirá en un gran territorio cerrado la Ciudad de Buenos Aires. El nicho de parásitos neoliberles, pro-oligárquico, impone las condiciones de despliegue de dispositivos culturales que refuerzan estereotipos como redención del programa político ideológico de la oligarquía unitaria citadina. Una ciudad para pocos.
Mientras sostienen la falaz apariencia de libertad invaden el territorio en nombre del capital. La expansión del hormigón es la extensión del Estado colonial que refuerza la idea centralizada de la conquista neoliberal. Los sectores populares de la ciudad, sus representantes políticos, los medios igualmente populares, tendremos que pensar y elaborar nuevas estrategias que apunten a la reconquista del territorio y su liberación para evitar un nuevo genocidio social.
Fotografías: AGN Prensa
23/2/2022