Opinión

¿Cómodamente adormecido?

Por Gustavo Ramírez

“Su fueras a patinar / sobre el hielo de la vida moderna / arrastrando detrás de ti el silencioso reproche / de un millón de ojos llorosos / no te sorprendas cuando una grieta en el hielo/ aparezca bajo tus pies”
Pink Floyd

El mito de la comodidad material del “primer mundo” se esta haciendo pedazos ante la incredulidad de los repetidores compulsivos. El seguidismo ideológico parte aguas sin confrontar la realidad social internacional con los parámetros internos que tensan la cuerda social y política. El conflicto entre Estados Unidos, la ONU y Ucrania con  Rusa desvía la atención de manera lógica, sin embargo, en el plano nacional el gobierno argentino tiene que librar su propia batalla aunque continúe negándose a confrontar.

Las divergencias en el frente de todos parecen apaciguadas pero para nada están desplegadas. Fuentes de la coalición gobernante se apresuran a confirmar que la cosa se tensiona pero no se parte. Sin embargo, de inmediato acotan que el equilibrio siempre es frágil. Por estas horas, el núcleo más cercano al Presidente Alberto Fernández ve como sus sueños líquidos se le escurren por entre los dedos. Aspiraban a un relanzamiento del mandatario en la apertura del año legislativo, el 1° de marzo y con el acuerdo con el Fondo Monetario cerrado y aprobado.

Sensibles a la fantasmagórica “opinión pública”, los alfiles de Alberto pensaban en un contar como una victoria política el acuerdo con el FMI para adentro de la fuerza como para afuera de la misma. De allí saldría fortalecida la imagen política de Fernández, vapuleada por dentro a partir de su propia inmovilidad. No obstante, el deseo contrasta con la realidad real.

El acuerdo con el Fondo Monetario se dilata, el organismo financiero internacional que responde a Estados Unidos, presiona determinado sobre las metas fiscales lo que augura un ajuste clásico. El gobierno reconoció un inconveniente en ello, aunque replicó que no existirá el ajuste tal cual Argentina lo conoce. Los borradores del pre-acuerdo que circulan entre el grupo de periodistas del palacio siembran confusión dan muestra de parálisis en al iniciativa de avanzar con firmeza sobre los mandatos del FMI. No se quiere tensar la cuerda con el organismo y se desliza la tirantez hacia el cuerpo interno.

El conflicto político-militar en Ucrania permitió que el Fondo vuelva al terreno de juego con los cuchillos bajo el brazo. Mueve el péndulo presión-extorsión sin transpirar y deja que sea el gobierno quien drene sangre. Alberto fue advertido en ello, no obstante eligió sostener su rumbo. Pero las relaciones de fuerza internacionales son ambivalentes por el momento, el gobierno se desliza sobre arenas movedizas justo en el momento que decidió acelerar los paso para arribar a una cuerdo con el FMI.

Mientras las miradas se ciernen parciales sobre Kiev, el curso de la economía global regresa al redil del capital hegemónico. La propaganda anti rusa y la criminalización de Putin ha favorecido la operación financiera de Estados Unidos en Europa. El precio del crudo traspasó el techo de los 100 dólares y el gas aumentó un 60 %. Frente a la crisis el gobierno de Biden aprovecha el escenario y se alza con el dominio energético del mercado europeo. Se imponen sanciones a la Federación Rusa, se maldice moralmente a la incipiente guerra militar y se impone la ley del mercado.

No son pocos los especialistas económicos del campo popular que coinciden en señalar que el aumento de los commodities tendrá impacto directo en Argentina. Es fácil de ver: Una economía ampliamente transnacionalizada, dependiente y debilitada por dicha dependencia, no puede escapar del cimbronazo internacional. Lo preocupante es que cualquier aumento de precios repercute de inmediato en el incremento de los valares de los alimentos.

La crisis civilizatoria que promovió la pandemia fomentó la expectativa  en torno a la modificación de estatus unipolar. Aun así, la multipolaridad se plasma sobre un gran signo de interrogación. En el universo de lo líquido y lo virtual no parece haber certezas. Mucho menos para el gobierno nacional que se empecina en su esfuerzo por mantener el equilibrio político para complacer a todos los actores que intervienen en la crisis. Lo curioso es que la misma sigue ahí y no  ha retrocedido un ápice, más allá de los índices de recuperación económica.

Vale decir que el gobierno es tozudo en su indeterminación. El problema radica en que comprenda que se le acaba el tiempo. Más aún con el despliegue del conflicto internacional en ciernes. Alberto Fernández decidió desde un principio amarrar su destino político al acuerdo con el FMI antes que a la reivindicación de mejora de calidad de vida de los sectores populares. Creyó en el desarrollismo como materia sustancial del renacimiento de una economía dependiente y despreció los principios doctrinarios del peronismo que servían como guía para el manejo de la situación actual.

En un contexto como el de la pandemia el gobierno no pudo capitalizar la crisis a su favor. Decidió atender la necesidad de la urgencia con los parámetros tradicionales, reaseguró el sostén de la asimetría social reduciendo la intervención estatal al asistencialismo de los sectores populares. Esto no hizo más que fortalecer la posición dominante de los grupos de poder en función del sostén del status quo.

La inequidad recurrente de la distribución de la riqueza empoderó a la oligarquía local e incrementó la capitalización de los carteles económicos. En tanto, la clase trabajadora se empobreció aún más y los pobres cruzaron el umbral de la indigencia. El gobierno careció, en estos dos años de crisis pandémica, de rebeldía política para romper las reglas de juego tradicionales, respetó en exceso el mandato de la democracia liberal, espacio donde se siente demasiado cómodo, y obturó cualquier intento de quebrantamiento de las condiciones de sujeción al indultar a los cuadros intermedios de la gestión neoliberal sosteniéndolos en puestos tácticos de al estructura estatal.

Hoy, con la guadaña geopolítica en manos de imperios histéricos, el gobierno se ve preso de las circunstancias en función de su propio imaginario ideológico. Se auto percibe peronista en la misma medida que en la praxis se aleja decididamente de Perón. Pero esa es solo una parte del problema real. El Gobierno está mucho más lejos del territorio popular absorbido por el sobre diagnóstico de superestructura. Los Ministerios parecen estancados, no accionan, no hay toma de decisiones profundas, se conforman en la complacencia de la aplicación de cursos de formación pero no hay una aplicación efectiva de políticas concretas.

En este contexto será mucho más difícil domar a la inflación y  a sus mentores. Se ha perdido demasiado tiempo y se ha comunicado mal. A corto plazo se torna en jornada trascendente el 1° de marzo, donde Alberto Fernández de cara a la sociedad, a los más pobres sobre todo, tendrá que explicar el programa de gobierno, al menos para los que queda del año, allí sabremos de primera fuente donde estamos parados. Por ahora, todo es incertidumbre y preocupación.

Eso sí, si el Presidente no demuestra determinación, gran parte de su capital político habrá sido dilapidado y la articulación interna en el Frente de Todos, que algunos arroparon de unidad, correrá serio riesgo. La capa de hielo sobre la cual Alberto hace equilibrio es demasiado delgada y endeble. Todo depende de él o al menos, casi todo.

 

 

 

25/2/2022

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