*Por Gustavo Ramírez
La política económica del Gobierno hace agua. Claro que en ésta etapa los únicos privilegiados son aquellos socios que apuestan sus fichas a la timba financiera. La receta no es nueva y el desenlace también es conocido. Durante esta semana hubo una nueva caída del valor del salario, producto de una fuerte devaluación de la moneda nacional. La retracción del consumo continúa en ascenso y el humor social se transforma en incertidumbre y bronca.
El eje mediático, hablamos de la corporación de cadenas de radio y televisión al servicio de la restauración neoliberal, en sintonía con la narración oficialista -como es lógico- prescinde de propiciar los datos económicos atados al concierto internacional. La caída de las bolsas de Estados Unidos y de Japón nos precipita a un espiral de sometimiento económico que puede ser catastrófico para el país. La inserción de Argentina en el mundo no se debe al establecimiento de alianzas que provean una cadena productiva de valor, sino a la entrega de soberanía y al escenario propicio para hacer plata fácil y fugarla. Suena reiterativo para vale recordarlo: Estados Unidos decidió proteger su frontera económica en la misma medida que lo hacen China y Rusia o la Comunidad Europea y ante una crisis que late, el Gobierno de Macri decidió sujetarse al endeudamiento, romper el sistema productivo nacional y quebrar el consumo interno.
No sólo hay predación de la justicia social, hay un plan sistemático de aniquilar todo vestigio de desarrollo para las clases sociales populares, en los términos que el neoliberalismo macrista lo entiende. El daño puede ser irreversible si no se reacciona a tiempo. En ese sentido las señales son claras. La mayoría del Movimiento Obrero lo ha comprendido desde un principio y ha obrado en consecuencia. En tanto el campo político, ésta semana, comenzó a dar cuenta de la necesidad de ir dando pasos significativos para la mentada unidad.
Por eso implica un grosero error de diagnóstico observar la movilización del 21 de febrero como la ejecución de una respuesta instintiva de un dirigente sindical a la provocación del Gobierno. La confluencia de importantes sectores sociales, políticos y sindicales, es la medida justa para comprender el proceso de malestar que se gesta de abajo hacia arriba en la clase trabajadora. La narración macrista encuentra asidero en los medios bien remunerados y con negocios con la Rosada. Lamentablemente también en una porción acotada e inmadura del campo nacional y popular que prescinde de la historia para analizar el presente. La historia que supera la temporalidad lineal del 2003.
Es preciso comprender que la actual coyuntura no se mide por deseos imbricados en la emotividad social. Despidos desproporcionados, devaluación controlada en beneficio de los grandes capitales, caída del consumo producto del proceso inflacionario, aumento de tarifas. Un combo que ahoga la capacidad de movilidad social de los trabajadores y ni hablar de aquellos que han perdido su fuente de trabajo. Una clase que no es pasiva ni se deja arrastrar de las narices por sus dirigentes. Existe una gran subestimación de los trabajadores por izquierda y por derecha cuando se menosprecia la acción popular de los sindicatos. Como se dijo, no se trata de contemplar el presente con los raptos emocionales de la vena moral.
La movilización del 21 de febrero es la convergencia de un proceso histórico de resistencia al neoliberalismo. Puede encontrar anclaje en los albores de 1994 cuando se inicia el ciclo el MTA-CTA. Pero se puede ir mucho más atrás en el tiempo y observar que el Movimiento Obrero ha escrito un sin número de páginas con luchas. No es menor. Porque este Gobierno le teme a los trabajadores en calle. Como todo gobierno neoliberal. Por eso intenta ir sobre el descrédito de la dirigencia con campañas judiciales e informaciones imprecisas. Vale también sostener que no es sano idealizar lo que se viene. El futuro es el presente y en ese diagrama existe una reconfiguración estructural del sindicalismo que recién comienza.
Habrá, eso se avizora, un espacio temporal de transición generacional en la conducción sindical. Es lógico. No obstante existe en el presente una fuerza que moviliza con potencia desde el núcleo central del Movimiento Obrero. Una amalgama de dirigentes que han podido sostenerse en el transcurso de los años, aun cuando es una experiencia joven es conocida. La Corriente Federal de Trabajadores ha vigorizado al sindicalismo. Ello ha permitido recomponer espacios no sólo de confrontación sino de debate. No es casual que hoy se potencie la figura de Pablo Moyano. Es decir, no se trata sólo del correlato de fuerzas existentes en el interior del Movimiento Obrero que suman voluntades y expectativas. Es coherencia política para enfrentar a un enemigo que tiene claros objetivos políticos y económicos y a corto plazo. Esa coherencia ha permitido que hasta el momento la CGT no se rompa y sumar elementos externos de esa estructura. El hecho de la unidad no representa un enunciado ocasional. Ni es la hermandad en el espanto. Es la consecuencia racional de un proceso que necesita al sindicalismo histórico. Basta con mirar detenidamente, precisamente, en la historia.
La demanda del presente es reflejo del pasado. En las líneas sociales que componen esta nueva, importante y trascendente franja sindical coexisten legados que dieron cause a las luchas gremiales. Huerta Grande, La Falda, La CGT de los Argentinos, la CGT de Saúl Ubaldini contra el modelo alfonsinista con la continuidad de proyecto económico de Martínez de Hoz, el MTA-CTA. Camioneros en defensa del gobierno nacional y popular contra la oligarquía campera. Existe un devenir, aun con las contradicciones persistentes en cada caso particular. Pero a la altura de las circunstancias. Y quienes hoy no se suman a esta lucha quedarán arrinconados en un esquina solitaria sin espalda de base para defender su iniciativa. Aislados y resignados a un lugar oscuros de la historia.
Ya no hay lugar para el reduccionismo sin blanquear desde que lado se dicta sentencia. Los jueces mediáticos, que algunos desprevenidos aun llaman periodistas, ignoran intencionadamente la mayoría de las veces lo que realmente sucede en el territorio. El sindicalismo no. La movilización multisectorial del 21 de febrero pone en evidencia, entre otras cuestiones, el rol de cada agente social en la partida. Ya no es la marcha de Camioneros, es la movilización de los trabajadores contra la injusticia social y por la Patria. Porque donde hay un trabajador, está la Patria.
*Directo de AGN Prensa Sindical
La Señal Medios / Radio Gráfica