Opinión

Con los titulares de los medios serviles irritados, la marcha del 21 es un triunfo del Movimiento Obrero

*Por Gustavo Ramírez

 

Más allá del número final de concurrentes a la movilización de este miércoles, la marcha es un triunfo de la clase trabajadora. Desde que se supo la fecha el Gobierno ha utilizado todos los recursos a su alcance para romperla. No lo logró. Subestimó el capital social del Movimiento Obrero y no contempló el diagnóstico en el cambio del humor social producto de su modelo económico.  El ataque habla del miedo que le produce a Cambiemos el pueblo trabajador en la calle.

Aun con todas sus falencias a cuestas el conjunto del sindicalismo que se moviliza, que es la gran mayoría, logro articular un plan de acción que supera la instancias sectoriales. La elaboración y construcción de esta unidad no es nueva ni responde a la sumatoria de voluntades. Existieron pasos previos que muchos se negaron a ver.

El periodismo fácil insiste con títulos falaces. Hace un mes la movilización del 21 dejó de ser la marcha de Camioneros. Es más fácil simplificar el escenario para obviar lo obvio. El descontento social que crece de abajo hacia arriba. La expresión menos visibilizada y más ninguneada ha sido el encuentro de Mar del Plata y su respectivo documento. Allí hay una clave social y política que no llegó a leerse, por propios y extraños. Y dicha clave cuenta con instancias preliminares que anunciaban lo que se vendría.

Noviembre y diciembre del 2017 parecen quedar lejos en el calendario. No obstante fueron meses donde el Movimiento Obrero concretó la consolidación de la unidad. No fue un salto al vacío. Bastó con observar detenidamente lo que sucedía en el territorio. La ruptura del tejido social descompuso al conjunto. La pérdida y degradación del trabajo alteró el mapa psicológico de una importante franja de la población. La narración del gobierno, frágil y sin argumento político, naufragó de inmediato.

El inicio del proceso de unidad se estableció a partir de la luchas diarias de los trabajadores. Y aun con todas sus dificultades, desde la CGT, hubo agentes sindicales que dieron cuenta de ello de inmediato. Juan Carlos Schmid y Pablo Moyano, no cerraron filas sobre el núcleo anquilosado de la Central. Abrieron las puertas de Azopardo y acogieron a los movimientos sociales, a las Comisiones Internas, a  delgados de base. Recorrieron el país y sumaron. Al viejo sindicalismo, demasiado cómodo, ello le produjo un cimbronazo interno. Y lo desarticuló.

Ese viejo sindicalismo, esos dirigentes, no quisieron plegarse al emergente. Prefirieron correr detrás de su coherencia ideológica y pararse en la misma vereda que en los ’90. Pero la consciencia sindical ha cambiado. La experiencia del MTA, por ejemplo, ha dejado una impronta difícil de soslayar. Los dirigentes que no se subieron al tren han quedado expuestos y de esa exposición será complicado volver.

No es llamativo que la mentada dirigencia se unifique para pegarle a Moyano. Durante el menemismo la táctica fue la misma. Un grupo de sindicalistas amarillos actúo servil al gobierno y empujó contra Ubaldini. No ganaron. En todo caso se inflaron a sí mismos. La historia recuerda esos apellidos: Barrionuevo, West Ocampo, Jorge Triaca, Gerardo Martínez, Pedrazza, Digón, Zanola, entre otros. Apellidos poco ilustres. Y que se repiten.

Moyano, contrariamente a lo que se titula con ligera impunidad, no está sólo. Su construcción no es de arriba hacia abajo. Néstor Kirchner lo sabía muy bien, por eso fue su primer aliado. Pero ya no se trata de eso. Luego de este 21 de febrero el sindicalismo atravesará un proceso de fuerte transformación. CTA, Corriente Federal, CTEP, moyanismo y otros ismos vinculados a través de una palpable realidad: El combate a las política neoliberales. Al modelo de hambre y exclusión social.

Con los titulares irritados, la marcha del 21 de febrero ya es un triunfo del Movimiento Obrero. El gobierno sabe que dicho proceso es inexorable. Es el Movimiento Obrero quien expone con mayor firmeza las debilidades de Cambiemos. Las calles hacen tronar el escarmiento.

 

*Director periodístico de AGN Prensa Sindical

La Señal Medios / Radio Gráfica

Subir