*Por Walter Castro
Los mitos normalmente tienden a confundirnos, ya que al tratarse de narrativas de tradición oral, terminan convirtiéndose en fabulas, el mito en realidad es una historia imaginaria que altera las verdaderas cualidades de las cosas otorgándoles un valor distinto al que tienen en realidad. Por otro lado la verdad, refiere a la sinceridad de los hechos con la realidad, no responde solo a las narrativas ni a la oralidad de las historias, la verdad es lo que no está oculto y aquello que es evidente.
El mito imperante que cruzó a la Industria Naval en las últimas décadas, y que terminó instalándose, fue que en el país no contábamos con capacidad instalada, que no hay mano de obra calificada, que construir afuera es menos costoso, que no hay disponibilidad en los astilleros.
Los mitos tienen ese problema, están sustentados en la oralidad, en lo que unos dicen y otros repiten, algunos sin saber y otros sabiendo, pero les conviene una industria naval adormecida y seguir apostando a las importaciones de unidades obsoletas, mayoritariamente de Europa, y esperar poder vivir,de las reparaciones, un negocio menor para el país.
El mito en los últimos cuatro años nos quiso convencer de que nuestro nicho laboral, para la pesca Argentina, era construir embarcaciones de no más de veinte metros, el resto había que comprarlas a España, hasta viajó el alcalde de Galicia a negociar con el gobierno saliente una baja en el arancelamiento de las construcciones navales españolas.
Las embarcaciones más modernas con las que cuenta el instituto de investigación pesquera (INIDEP) fueron construidas en Europa. Pero la verdad a la larga un día se impone, el viernes último pasado, a la vez que el presidente de la nación lanzaba el plan de recuperación, en la Ciudad de Mar Del Plata se botaba un buque de cuarenta metros, el “FEDERICO C”, del Astillero Contessi.
Esta última obra, tal como sus constructores lo indican, es la botadura más relevante para la historia del astillero y llega con la realidad de los números en la mano y con esos números podemos explicar de la mejor manera posible lo positivo de una industria multiplicadora de industrias.
Las verdades son:
1) El buque en su construcción demandó 75.000 Horas Hombre.
2) Setenta y cinco (75) trabajadores directos y el cuádruple (300) de manera indirecta.
3) Se utilizaron consumibles para más de tres mil trescientos metros cuadrados (3.360)
4) Se movieron doscientas ochenta toneladas (280 tn) de chapas.
5) SU COSTO ES UN VEINTICINCO POR CIENTO (25 %) MÁS BAJO QUE EN ESPAÑA.
Eso es un barco, un solo barco de una flota con más de quinientos buques los cuales, en su mayoría, deben ser recambiados, de echo algunas compañías lo están haciendo, pero no en nuestros astilleros. Es, a lo mínimo que deberíamos aspirar, pretender o exigir como Estado, para todos los que operan nuestro litoral y explotan nuestros recursos.
Un buque, 75.000 horas hombre. Imaginemos, solo imaginemos, si alguna vez el Estado tomara la decisión política de contar con dos portacontenedores de ultramar propios, otros dos portacontenedores fluviales, cinco equipos de carga consistentes en veinticinco barcazas y un remolcador por equipo, una veintena de dragas estratégicamente distribuidas en los puertos, no más de media docena de buques pesqueros para satisfacer sus demandas del mercado interno y por qué no exportar, intervenir en la industria petrolera con elementos costa afuera, trazar estrategias vinculantes con los astilleros ociosos y la industria ferroviaria, negociar debidamente una futura asignación de cuotas para operar en nuestros caladeros a cambio de construcciones nacionales.
Sería una catarata de trabajo genuino imposible hoy de contextualizar. Las verdades están, son como las cosas, solo hay que saber mirar. No nos dejemos embarrar la cancha por los repetidores de mitos seriales al servicio de vaya a saber quién o quizás, de ellos mismos.
*Secretario General del SANAM
27/07/2020