Por Gustavo Ramírez
“Toda injusticia que se comete contra una persona que trabaja es un atropello a la dignidad humana”
Papa Francisco
Liderar un gobierno nacional poco tiene que ver con el rating de los programas de panelistas. Cada aparición discursiva de Javier Milei rinde culto a su vocación mediática, sobre todo como partener de articulaciones compulsivas orientadas a la propagación de eslóganes de propaganda política más que a la racionalidad de la ejecución programática. Repite frases hechas para justificar el shock de transferencia de recursos de “abajo hacia arriba” sin explicar cómo eso nos va a hacer más libres y menos pobres.
Un montaje que empieza a mostrar fisuras con el humor social. Milei sobrestima su capital electoral sin tener en cuenta que “la víscera más sensible” sigue siendo el bolsillo. Tampoco asume que su representación no sale de los márgenes permitidos de la industria del entretenimiento. La liberación de la economía y la dictadura del mercado, a través de una política económica regida por la ortodoxia financiera, trae aparejado el malestar de la sociedad. Un estado de ánimo sujeto a las condiciones de consumo y de empleabilidad.
El sueño húmedo de los liberales libertarios, encubierto detrás del populismo reaccionario que profesan y de la utilización rebuscada de frases sueltas y números inexactos, es el de la tierra arrasada para luego depositar los cimientos de un nuevo país. El país sin Nación de la oligarquía. La historia se encargó de demostrar que la inercia social no se rige por los abrazos abstractos de la teoría sino por los lazos de su posibilidad de supervivencia en comunidad. Milei tensa la soga, el problema es saber qué ocurrirá cuando la misma se rompa.
Murray Rothbard pensó su hipótesis en un contexto determinado, para un país que no es el nuestro como Estados Unidos. Más allá de sus acólitos, su pensamiento quedó planchado por la dinámica económica global y la mutación que el propio capitalismo fue imponiendo en su devenir. Lejos de la propuesta hecha por el “liberal” el país del norte aprovechó la crisis internacional de la Segunda Guerra Mundial para afianzar su poderío industrial armamentístico y su poder político global.
En una nota reciente, escrita por el economista Horacio Roveli este cita de modo ilustrativo al autor de la escuela austríaca: “Si no podemos vender al mercado interno, se exporta y si no se puede exportar se deja de producir”. A continuación añade: “Sin importarle a qué se van a dedicar los que producían ese bien o ese servicio. Milei lo ve desde un país periférico y subordinado, por lo que propone: vendamos todo afuera y si lo quieren comprar acá, que lo hagan al mismo precio en dólares (u otra divisa) que se puede vender afuera”.
Milei, abreva en el pensamiento de éste y otros autores como Ludwing von Mises y Friedrich Hayek para darle volumen y densidad a sus aspiraciones políticas. Sin embargo, no puede pasar los límites de la propaganda, dado que ese es el rol que le asigna la oligarquía en esta coyuntura. De esta manera su endeble marco teórico queda reducido a la conducción económica de Luis Caputo y Federico Sturzenegger. Ambos, son agentes del poder oligárquico y manejan los hilos de las decisiones gubernamentales.
Claro que ni Milei ni su gabinete son inocentes. No hay lugar para la subestimación. El presidente es responsable directo de la bomba que puso y detonó en estos pocos días de gobierno. El problema es que el mandatario no tomó nota de que la onda expansiva no va a dejar indemne a su gestión por más que todavía no haya llegado al mes de administración.
Envalentonado y cubierto por las volutas de humo que lo envuelve en la ensoñación de un falso romance con el electorado, Milei se obstina en romper puentes políticos, incluso con su propios aliados. Durante su discurso de fin de año, que fue símil a su discurso de asunción que fue análogo a su discurso de campaña que fue idéntico a su discurso mediático, el presidente amenazó y expuso un campo de extorsión patente contra legisladores y la opinión pública: Es esto o es el apocalipsis.
Pero el mal ya está entre nosotros y es la misma sociedad la que va gestando los anticuerpos necesarios para que la agonía, que parece tan crónica como aguda, no haga metástasis. Todo parece prematuro, pero algo empieza a oler mal. Abrir tantos frentes de confrontación puede resultar una táctica útil si alguien piensa en una batalla prolongada, pero la disputa en argentina siempre se dirime en el terreno económico y los tiempos se acortan aceleradamente.
“Cuanto más alto trepa el monito el culo más se le ve”
Para muestra la última elección presidencial. Si una parte del electorado no soportaba el clima inflacionario graduado por la intervención estatal, ¿por qué estaría dispuesto a suicidarse socialmente, en este contexto, con una inflación mensual constante del 30 al 40 %, con devaluación de por medio del 120 % y con la apócrifa promesa de estar mejor dentro de 45 años? El antiperonismo por sí solo no es una respuesta sustancial a este interrogante. Si Milei propone un shock bestial la demanda social, en términos de la solución de los problemas que hacen a su economía, también será en la misma proporción.
La narrativa sobre el déficit fiscal se desliza sobre una capa delgada de hielo. Al calor del incremento acelerado de precios y estancamiento y licuación de salarios la superficie se comienza a derretir y el relato envejece demasiado rápido. Si al mismo tiempo, la política económica ajusta a los sectores productivos PYMES que dinamizan el mercado interno, si se decide recortar la Coparticipación Federal de Impuestos a las provincias, la onda expansiva de la bomba que detonó el libertario tendrá mayor amplitud de alcance y daño. Todo esto tiene un costo político.
En este escenario, diciembre fue el mes de gracia. La caída de la imagen presidencial que muestran distintas consultoras pone el dedo en la llaga de un gobierno que peca de soberbio y de sobre actuación de apoyos. A Milei le empieza a quedar corto el libreto de la anti-casta. Este significante solo tiene eco entre aquellos auto-convencidos que profesan un anti-kirchenrismo a ultranza y muere ahí. Ya no se propaga con tanta facilidad por medio de los senderos que permitían la crítica furtiva al gobierno de Alberto Fernández. No hay que tener una mente brillante para darse cuenta que una cosa es soportar una inflación del 8 % mensual y otra muy distinta una del 30 %.
Tal vez el presidente no leyó del todo a Juan Bautista Alberdi: “En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos”. Parafraseando a Jauretche la falsificación histórica tiene correlato en los fines económicos que persigue la oligarquía.
Los intereses a los que sirve Milei no son los nacionales. Al hablar de libre mercado lo que sujeta es el bastón de mando de la política globalista del eje Estados Unidos-Gran Bretaña e Israel, no solo como estructura del imperio político en decadencia sino como vasallo del colonialismo que pregona el capital financiero. El rechazo del ingreso a los BRICS implica un retroceso geopolítico y al mismo tiempo un aislamiento global. El presidente vive en una realidad paralela donde todavía existe la guerra fría, lo que desnuda la obscenidad de su ignorancia en la materia.
El Centro de Economía Política Argentina, en un reciente informe sobre el impacto negativo en la vida social nacional que tendría la aprobación de la Ley Ómnibus explicitó: “El Proyecto de Ley enviado al Congreso por el PEN implica un quiebre en una suma de aspectos. Uno de los principales puntos es el desguace del patrimonio público mediante la declaración de 41 empresas del Estado como “sujetas a privatización”, entre ellas empresas claves para un proyecto de desarrollo nacional como YPF, ARSAT, BNA, AA, Nucleoeléctrica y Dioxitek, entre otras”.
“El argumento oficial de reducir el déficit se demuestra falso ya que muchas de estas empresas son superavitarias y no representan una carga para el fisco, más bien todo lo contrario. La intención, entonces, parece ser habilitar nuevos negocios privados a costa del patrimonio público”, añadió.
Por último, el CEPA resaltó que “el corolario de ese proceso, en la cabeza del Presidente, es la dolarización, decisión que consolidaría y congelaría en el tiempo la nueva estructura y dinámica económica y un formato del Estado como garante del negocio privado”.
Máscaras de Sal
Nada de esto debería sorprender si se tiene en cuenta que para Milei la Justicia Social es una aberración. Si se observan con detenimiento las medidas económicas del gobierno se podrá determinar que se traza una analogía sistemática con procesos que le precedieron y terminaron mal. Tampoco es un proyecto propio. Para que la oligarquía haya asumido el poder se necesita la complicidad de los actores extranjeros. Esto pone, una vez más, de relieve el hecho que en Argentina no existe la grieta sino la disputa histórica de la Patria contra la anti-patria y del Pueblo contra el anti-pueblo.
Esto es lo que no entendió ni entiende el progresismo demoliberal que contamina el pensamiento del ámbito político Nacional y Popular. Por eso se estancó en la adoración narcisista de una relato superfluo. No le faltó agallas, le sobró anti-peronismo. Se anestesió en compulsas destructivas que hoy las paga el pueblo. Hay muchas maneras de practicar el gorilismo. Esta es una.
Ahora, como es una costumbre anquilosada ante la falta de representación genuina, este progresismo le cae al sindicalismo. Lo curioso resulta ser que es la CGT quien asume la responsabilidad política de organizar una contraofensiva en resguardo de los intereses nacionales ante el pavor de una clase dirigente política que atraviesa el luto de la derrota electoral recluida en centros vacacionales. La Central Obrera es el bastión de esperanza para que el peronismo recupere el sentido originario como Movimiento de Liberación Nacional. Esto a pesar de los vaivenes internos que suelen acosarla.
Que se entienda. Milei como agente de la oligarquía apátrida no solo va por la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales, también apunta contra la clase media. Esta es culturalmente un segmento social que se ha desclazado negando su origen en función de su instinto voraz de consumo. Dicha distinción terminó por ser funcional a la acción furtiva de los depredadores sociales del liberalismo.
También es una clase que olvidó que sin el peronismo no tiene supervivencia y carece de proyecto futuro. Porque el peronismo, asentado en el equilibrio entre capital y trabajo es el que proyecta la sustentabilidad de la movilidad social ascendente. Vale aclarar, el peronismo y no la social democracia.
Jauretche lo dejó en claro: “La estructura propuesta para la Argentina supone una reducida clase terrateniente, una mínima clase media, necesaria para la intermediación, la burocracia del Estado y la escasa técnica que demanda esta economía primaria y simplista. En una palabra, el típico país productor de materias primas del mundo colonial, con una clase señorial poderosa y con una población de “pata al suelo”, lo más cercana posible al infraconsumo”. (1)
Las máscaras de sal con las cuales se ornó a la política nacional en nombre de un falso peronismo han prescindido de centrar la condición de la dignidad humana en el trabajo. Eso terminó por ser funcional a los enemigos de la Patria que hoy regresan al poder esgrimiendo argumentaciones procaces que nos hablan de libertad. Una libertad que pretende hacernos esclavos y subyugarnos al designio de capital esclavista financiero. Una libertad que incluye un país para pocos con el sufrimiento de muchos.
¿Cómo se empieza a contrarrestar esto? Con organización. No es muy difícil si se recurre a Perón: “Lo que debemos hacer es organizarnos los que pensamos de una misma manera, los que tenemos los mismos objetivos, los que queremos servir a una comunidad organizada, los que queremos construir para el país y para el pueblo un futuro mejor”.
1- Arturo Jauretche, Política Nacional y Revisionismo Histórico.
3/1/2024