Por Gustavo Ramirez
El triunfo electoral de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil echa una luz de esperanza sobre la región. No obstante, los desafíos que deberá afrontar su tercer mandato se contextualizan en un escenario complejo tanto para el país como para la región y el mundo. Por otro lado, y a comparación de los períodos anteriores, el conductor del PT tendrá que conducir una alianza electoral integrada por más de 10 partidos políticos de diversas extracciones ideológicas.
El eje central de su política según señaló, en su primer discurso tras confirmarse el triunfo electoral, estará direccionado a combatir los desequilibrios sociales que azotan a Brasil en relación a las políticas neoliberales aplicadas por Bolsonaro. En la actualidad, cerca de 33 millones de personas viven en la extrema pobreza. El hambre se tornó en un azote lacerante para las y los brasileros que atraviesan esa situación.
Según diversos organismos sociales, el hambre y la miseria, así como personas viviendo en carpas en las calles o en campos de “refugiados”, se han convertido en postales naturalizadas por un gobierno con profunda insensibilidad social como el actual. Más allá de la jactancia de Bolsonaro sobre una inflación del 6 %, lo concreto es que el índice de aumentos sobre los alimentos, como la carne por ejemplo, se mueve al ritmo desolador del 19 %.
Se podrá alegar que Brasil no está exento de situaciones que se registran también en otros países de la región. Los cierto es que las gestiones anteriores de Lula promovieron el descenso de la pobreza y resguardaron a un sector importante de la población vulnerable de situaciones extremas. Más allá de la voluntad política de la que pueda disponer el nuevo gobierno, el contexto, como es obvio no es idéntico a su anteriores gestiones de gobierno.
El mapa político de Brasil es demasiado complejo como para aventurar pronósticos. En principio porque Lula tendrá que construir poder para sostener la gobernabilidad. Bolsonaro se alzó con una parte importante de gobernaciones y del Congreso. El porcentaje de votos acumulados en segunda vuelta lo deja en carrera y con importante volumen político como para horadar al gobierno entrante.
Por su parte, Lula, tendrá que apelar a la cintura política para sostener los acuerdos sellados con sectores conservadores y evitar con ello que su gobierno se quiebre en el corto plazo. Ante la demanda popular el equilibrio no será fácil. Como si esto fuera poco, el líder del Partido de los Trabajadores deberá responder al apoyo obtenido de parte de Estados Unidos que nunca hace nada gratis. Mucho menos en la región.
Para la Argentina el triunfo de Lula abre algo más que expectativas. En términos políticos de cierta manera oxigena al gobierno nacional en función de los alineamientos regionales. Brasil es el socio económico de nuestro país y sin bien las relaciones, bajo la administración de Bolsonaro no fueron malas, con Lula pueden ser sin duda mejores. Aún así resta ver cuál es la intención y el proyecto del propio Lula en relación a la relaciones bilaterales. Sin especular en detrimento de las mismas, en otros tiempos el flamante presidente de Brasil, entendió que era más importante privilegiar los intereses de su Brasil que las articulaciones estratégicas con países hermanos. Por eso los interrogantes.
Latinoamérica se asoma al mundo como una región de importancia determinante para el sustento de la economía internacional. La mirada centralizada de los países atlantistas no deja en el camino su intención avara y explotadora. Pero el capitalismo tal cuál se conocía antes de 2008 ha mutado. La pandemia y la guerra en Ucrania han desnudado las falencias del sistema y ante la ruptura del universo unipolar el continente se vuelve un elemento de codicia para países como Estados Unidos y los centrales europeos, que pugnan por no perder su hegemonía en la región.
Al mismo tiempo, tanto Rusia como China mantienen serios intereses comerciales, que en definitiva son políticos, en el continente. Por los que Latinoamérica se convierte en un espacio en disputa. El tema es saber como se desanda este TEG. La soberanía alimentaria y de recursos como el litio y las reservas naturales como el agua, son bienes codiciados para el viejo mundo y para el país del norte. Sus multinacionales operan con determinación y recursos económicos en la región, condicionan cualquier desarrollo económico y obturan la independencia política.
Ante la desestructuración del mercado interno, Argentina depende de la relación comercial bilateral con Brasil. El sostén del modelo neodesarrollista, armado sobre el andamiaje de exportaciones e importaciones, depende en gran medida de estas relaciones bilaterales. Nada hace presagiar que Lula impulse una política contraria a los intereses mutuos, obviamente privilegiando la posición de su Nación. Allí habrá que ver cuál es la estrategia que desarrollará el gobierno nacional para romper esa dependencia.
Trasladar automáticamente la experiencia brasilera a la realidad nacional es un trazado demasiado burdo, como para comprenden lo que ocurre en nuestro país. Lo que tal vez se pueda sostener, tal cual nos decía un amigo y compañero por estas horas es que “la lapicera la tiene el pueblo”. Claro que esto tiene que ver con las decisiones populares.
Asimismo, hay que señalar que existe una diferencia sustancial entre el discurso que sostiene Lula y el que se enuncia desde el Frente de Todos: al conducto del PT habla de futuro, en la coalición gobernante la referencia está en el pasado cercano evocado por el kirchnerismo, más por nostalgia ideológica que por convicción política. Al menos en un principio, Lula se referenció en los pobres, en tanto, la coalición nacional y popular en Argentina, adolece de integrar a los más humildes como eje constitutivo de su política social evidenciada en el asistencialismo.
Lula es de origen popular. Hombre de la clase trabajadora. Ese factor que para muchos no tiene incidencia en la concepción política es determinante para una mirada que se identifique con la liberación nacional. Es algo que le falta a coalición gobernante nacional, plagada de “profesionales” de la política que poco huelen a pueblo.
El hombre fuerte del PT, sufrió persecución, represión y cárcel. Eso sin dudas tiene un impacto decisivo incluso en la manera de entender la política. Pero claro, el juego no siempre se puede jugar solo con esas cartas en la mano. Las alianzas establecidas para alcanzar el gobierno tendrán un peso condicionante en la resolución de toma de decisiones. Por lo pronto, la derrota de Bolsonaro es una alarma para los sectores reaccionarios de la región pero no implican la derrota final del neoliberalismo. Y ese es el mayor desafío que los gobierno populares afrontan en el continente.
31/10/2022