*Por Gustavo Ramírez
Encantado de conocerte,
espero que adivines mi nombre,
pero lo que no logras entender,
es la naturaleza de mi juego.
The Rolling Stones
¿Quiénes son sus majestades satánicas en la actual coyuntura? Está claro. Son ellos. Los que gobiernan. ¿Eso significa que Tánatos le ha ganado la batalla a Eros? Un dramático fresco del análisis político. En esa pelea social se enquista la batalla cultural. Allí se enraíza la matriz ideológica que embiste a las estructuras populares.
El 2015 representó un punto de inflexión para el conjunto social. Con escasa representatividad el neoliberalismo logró alzarse con el gobierno luego de doce años de ostracismo. Desde entonces operó, con el dominio de las estructuras de penetración política, el escenario discursivo y en ese terreno profundizó una campaña anti-sindical con larga trayectoria en el contexto de la historia nacional.
Para el conjunto del Movimiento Sindical el mes de diciembre de ese año marcó la distinción de diversos senderos. La derrota interna del moyanismo, los ambiguos juegos de los gremios industriales de peso, iniciaron un proceso de maniobras complejas. Las arenas movedizas de la CGT se devoraron viejos estamentos de liderazgo, la síntesis de ese juego fue el Triunvirato. Las lecturas, entonces, fueron sesgadas y manipuladas desde adentro hacia afuera y de afuera para adentro. Cada quien atendió su juego y el desgaste comenzó con deserciones prematuras que reflejaron más el síntoma de un paradigma en retroceso antes que el resultado de una pugna interna. Ya no había lugar para actuar por impulso.
Muchas de las batallas hacia el interior del cuerpo se dieron en los medios. Declaraciones cruzadas abonaron el terreno próspero de las operaciones mediáticas. Lejos de la sensibilidad política, militantes del campo popular, aprovecharon el agujero negro de la confusión para zambullirse en él y ser funcionales a la propaganda anti-sindical, pero más que nada contra los gremios peronistas.
Esa fue la apuesta que no se evidenció en primera instancia. En el esquema cognitivo de sectores progresistas el sindicalismo peronista no fue visto como un aliado, sino que de inmediato fue ampliamente asimilado como el enemigo. Los residuos de la batalla cultural propuestas por Cambiemos fueron sembrados como semillas de las flores del mal y con virulencia sus gajos prendieron en la enredadera ideológica.
La trampa no es nueva, mientras gran parte del sindicalismo no encontró como interpelar a diversos sectores sociales eligió, como táctica, enhebrar sus fibras – más simbólicas que concretas- con el plano discursivo. Sin embargo, olvidaron que la misma militancia los fustigó y, aun previamente, los señaló como traidores. No obstante, estos sectores sindicales perseveraron en su preservación instintiva, cargaron la artillería y azuzaron el fuego amigo. Las verdades, esgrimidas en las críticas a la pasividad de la conducción de la CGT, no se dirimieron como debates, fueron más bien expresiones subjetivas dentro del mismo plano. Ello dispersó lo poco que quedó del viejo moyanismo en la CGT y la derrota comenzó a sonar más dura.
Las lecturas fueron de corto alcance, en la actualidad se repite la misma táctica. Cuesta ver con mayor claridad donde se ubica el debate con sus diferencias intestinas y donde se acentúa la presencia del enemigo real. El aceleracionismo ganó terreno y ello tiene asidero en la gravedad de la crisis. Pero no representó una solución, por el contrario, fomentó la confusión y erosionó previos intentos de unidad. Hubo dirigentes que olvidaron que la persuasión es un arte, dejaron de escuchar y avanzaron sobre sus propios deseos. Esa confusión generalizada se observó en la multitudinaria movilización del pasado 4 de abril. Y allí se perdió una gran oportunidad de no repetir un esquema de erosión interna permanente.
¿Es la CGT un significante vacío? No y sin embargo hubo sectores políticos y sindicales que trabajaron para ello. La Confederación General del Trabajo no son Daer ni Acuña, en Argentina la CGT es la clase trabajadora y esa clase es peronista. El peronismo no es la mera expresión del populismo. Es la razón ontológica de los sectores populares y por ende de los trabajadores. La Comunidad Organizada, por ejemplo, es un tipo de ontología social que diversos sectores en pugna se niegan a tratar como tal. El sindicalismo peronista es la razón de dicha perspectiva ontológica y ese sindicalismo, en su propia inercia dialéctica, es Eros, porque el peronismo lo es.
“El capitalismo quería tener sindicatos débiles y divididos en muchas partes, sin centrales obreras, porque el movimiento obrero dividido va perdiendo totalmente su fuerza”, esta sentencia de Perón nos lleva a preguntarnos ¿vemos realmente la dimensión concreta del sindicalismo argentino? Entonces, ¿dónde está el enemigo? El concepto propio de sindicalismo como “estructura de la realidad”. Parafraseando a Zizek, el movimiento sindical peronista no es reductible a una reflexión desconstructiva de las inconsistencias del sistema.
Perón lo vio con claridad: “El sindicato es la agrupación de hombres más fuerte en el Estado moderno”. No obstante, cierta intelectualidad nac&pop y también gran parte de la conjunción política, obvió este precepto peronista como noción ontológica del sujeto social justicialista. Es cierto, hubo y hay dirigentes sindicales que también los han olvidado.
La noción determinante parte de la idea nuclear de que “el justicialismo se sustenta en el principio de la invencibilidad de la clase obrera organizada”. Es curioso como los estamentos intelectuales del campo popular han preferido soslayar los conceptos de Perón sobre el sindicalismo para confrontar al Movimiento Obrero en su conjunto. En la periferia de la confusión no han aportado más un sostén orgánico al neoliberalismo, aunque esto suene fuerte. El imaginario colectivo es tóxico cuando impone su mandato social como verdad absoluta.
“Un frente obrero y popular unido y poderoso será la mejor defensa contra la reacción política oligárquica que pretenda levantar su voz en defensa de intereses ajenos al país”, la clave del pensamiento de Péron está dada en no observar al sindicalismo como un movimiento volátil o flexible. “El sindicalismo en el país es una institución reconocida con una personería gremial y una personería jurídica y con garantías de un fuero especial, para que en épocas de lucha el Gobierno no se sienta inclinado a arrasar con el sindicato”.
En este contexto, ¿la visión de la dirigencia tiene que ser cortoplacista? ¿Es la solución, a la erosión interna del sindicalismo, el resultado electoral de octubre? El énfasis que se pone en los tópicos de la unidad y de la lucha lucha son un elemento constitutivo de la base sindical, pero no son determinantes en su ontología social. El 4 de abril fue una muestra de ello. La unidad marchó de la mano de una organización confusa, pero con premisas claras: El enemigo está en la Casa de Rosada. El enemigo es enemigo porque eligió serlo. Pero ¿esto es absolutamente claro como para romper con el narcisismo que impulsa a determinados dirigentes históricos a jugar al rin raje?
Este 2019 representa un enorme desafío para el ámbito político que habita el peronismo. Sin embargo, la urgencia electoral no puede agotarse en el mero agrupamiento, de la misma manera que no puede relegar al universo sindical en el plano encajonado de lo legislativo. Pero el sindicalismo tiene, a su vez, su propio desafío. Sin el establecimiento de vasos comunicantes amplios los márgenes de movilidad serán estrechos. En primera medida porque los interlocutores se han desprendido, psicológica y cultualmente, de la noción tradicional de trabajo. Ese marco donde el trabajo como tal afianzaba el marco de la estructuración socio-cultural, no como proceso de disciplinamiento o dominio, sino como fuerza motora del desarrollo cultural, político y económico, del universo psico-social. Después, es necesario que el Movimiento Obrero tenga en su haber medios de comunicación propios. En pleno siglo XXI, los sindicatos no pueden pensar la estrategia comunicacional de manera unidimensional. En todo caso el factor de desequilibrio de fuerzas tiene que ver con ganar terreno en la batalla cultural y evitar ahogarse en las aguas turbias de las operaciones medíáticas que son a su vez operaciones políticas e ideológicas.
Vale comprender al Movimiento Sindical como el Eros de la comunidad organizada en contraposición al Tánatos neoliberal del libre mercado. Es factible aclarar que la propuesta macrista, como tal, encierra en su carácter ideológico un diseño de descarte y de muerte para los sectores populares. Ahora bien, barrer con el sentido común que contamina al imaginario colectivo es una tarea política que tienen las organizaciones sindicales. Está claro que no es posible combatir el incendio de la crisis con las llamas del fuego amigo, allí la tarea es compleja, no imposible. ¿No ha llegado la hora de deshabitar la tierra de la confusión?
“La justicia no es social si no es ejercida a través de las organizaciones que reúnen a los grupos de trabajadores, que son la mayor parte de la población”, Perón o la naturaleza del juego.
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical