*Por Martín Tomassini
Existen más de 3.000 sindicatos en la Argentina, la mitad de ellos tienen personería jurídica y los demás inscripción gremial. Se calculan que hay más de 200.000 compañeros entre dirigentes, delegados y militantes que se encargan de representar a los trabajadores.
Una encuesta de la consultora Giacobbe y Asociados, de marzo de 2017, marca que el sindicalismo argentino tiene un 81,6% de imagen negativa.
https://drive.google.com/file/d/0B101dCcqCsCNQmNfMjBTLTRqODA/view
“Me gusta que se equivoquen. En esto radica la superioridad del hombre sobre los demás organismos. Así llega uno a la verdad. Yo soy un hombre, y lo soy precisamente porque me equivoco. Nadie llega a una verdad sin haberse equivocado catorce veces, o ciento catorce, y esto es, acaso, un honor para el género humano.” Crimen y castigo,
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski
Claramente, en una cantidad tan importante de personas puede existir un puñado de individuos que se equivoquen, que se tienten, que tomen el camino desacertado.
Esto sirve para que el resto no cometa los mismos errores.
Desde el movimiento obrero jamás se ha reivindicado a estos personajes, de hecho, parte de la desaprobación popular se produce por culpa de estos sujetos.
La realidad indica que son parte de la sociedad y como en otros sectores (Políticos, empresarios, etc.) son una realidad a superar.
El contexto indica que la mayoría de los compañeros realizan una labor importantísima para el conjunto de los trabajadores que representan y también para atenuar los males de la comunidad que los rodea.
Pequeña reseña de la vida de un dirigente sindical
Los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno.
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra.
Una día cualquiera nuestro protagonista se encuentra con la injusticia, despierta del letargo y decide enfrentarla. Comienza a plantarse frente a los diferentes conflictos que se suceden en su ámbito laboral.
Comienza a militar en su sindicato, con aciertos y desaciertos aprende cómo moverse dentro de la estructura y unos años después, con el apoyo de sus compañeros se convierte en dirigente sindical.
Aquel que hasta hace un tiempo marcaba tarjeta de entrada y salida, ve cómo cambia radicalmente su forma de vida.
Lunes como antes, temprano se levanta y toma unos mates. Lee algunos diarios en línea mientras escucha la radio.
“No a la mafia sindical” circula en Radio Mitre. “Sindicalismo mafioso” rotula el diario la Nación.
“Deben ser la corpo, los multimedios”, pensó mientras cambiaba la yerba.
“El modelo del sindicalismo corrupto y millonario” dice la Izquierda Diario. “La burocracia va a misa”, marca la prensa obrera del partido Obrero.
<<Nos pegan de los dos lados>>, murmura.
Se alista para salir un beso a su compañera y otro a su hijo, los dos todavía duermen.
Arranca para el sindicato a la misma hora que lo hacía para la fábrica, entra a su oficina y empieza el día.
Entre respuestas de mail, solución de conflictos menores de algunos compañeros, el teléfono y “la rosca” se le va la mañana.
A la tarde se reúne con la empresa, a ver si puede cerrar la bendita paritaria. La misma está vencida hace un par de meses pero la empresa se hace la boluda, claro con la excusa de la situación económica del país, la falta de trabajo se cierra la reunión y pasa para la semana siguiente, esperando una respuesta favorable.
Ya es tarde, no va a llegar a la escuela a retirar a su hijo. Con su compañera acomodaron los turnos, ella en el trabajo para llevarlo y él tiene que ir a buscarlo.
<< Suegra me hace el favor, “la vieja siempre me salva”, piensa, Gracias en un rato paso por su casa>>.
Tarde ya en su casa, hace la tarea con su hijo y prepara algo de comer. Hoy le toca a él.
Martes como el lunes arranca temprano. Los diarios y la radio cuentan la misma perorata. <<Todo se va al carajo pero la culpa es de los gremios>>
Hoy se va directo a charlar con los compañeros, los pone en conocimiento de la reunión con la empresa.
Algunos entienden otros no. La discusión se acaba con la pregunta << ¿Qué hacemos entonces muchachos? ¿Vamos al paro?>> ahí hasta los más combativos se tranquilizan.
Los compañeros como la empresa también se hacen los boludos, claro con la excusa de la situación económica del país, la falta de trabajo.
Para cortar con el ambiente nuestro personaje comenta que al día siguiente se va a estar haciendo una olla popular, la idea es tenderle una mano a los compatriotas que se encuentran en situación de calle. Los invita a colaborar y/o a participar. Se encuentra con la evasiva de muchos y trata de explicar las razones por las que hay que colaborar.
Habla de empatía, conciencia social y solidaridad, consigue 500 pesos “una olla para 200 tipos sale 4 lucas”, piensa y replica<< Muchachos si no es por empatía, conciencia social o solidaridad tienen que colaborar porque ustedes están solo un escalón arriba…si las cosas siguen así los próximos son ustedes>> consigue 300 más y varios que se comprometen a ayudar. Se vuelve para el gremio.
En el gremio manguea a algunos más y se va junto a algún compañero a hacer las compras para la olla de mañana. La guita que falta la ponen ellos.
Sale del súper y se va volando a buscar a su hijo, hoy zafó, llego justito.
Ante el pedido del niño va un rato a la plaza. Luego a casa, hoy termino temprano.
Prende la tele, <<En C5N hacen fila para pegarnos, menos mal que son los nuestros>> opina.
El miércoles es un día complicado. Sale para el sindicato, reunión de comisión. El viernes hay una actividad en el interior, donde disertará el secretario general.
Un pensamiento lo invadió “el viernes es mi cumpleaños, otro quilombo en casa, por eso hay tantos gremialistas que pierden su familia”.
Hoy arregló con su compañera para que salga antes del trabajo para buscar a su hijo. Él está con el tema de la olla y vuelve tarde.
Día largo, vuelve herido por la labor y por las historias que le calan el alma. La olla queda corta, se multiplican por cientos los que caen en desgracia. 11, 30 de la noche, su compañera lo espera para cenar, a él no le quedan ganas de comer, la angustia le tapa el hambre, pero no la va a despreciar. Su hijo duerme. Una ducha y a la cucha.
Jueves, parece que va a ser un día tranquilo. Se levantó la actividad del viernes, un problema menos.
Al mediodía se va a comer con otros dirigentes. Hoy cambio la comida rápida por la parrillita de la vuelta.
Desde que está en el sindicato subió varios kilos, la mala comida y la mala sangre producen esto en las personas. “Pero para la sociedad somos los gordos”, piensa mientras espera.
El día transcurre sin pena ni gloria. Suena el celular. Reunión de la Regional a las 18 hs. otra vez a las corridas. Busca a su hijo y se va para Florencio Varela. En el camino llama a su mama <<Ma, te dejo un rato al nieto, después lo paso a buscar>> y piensa en sus compañeros de trabajo “a esta hora están todos en su casa”.
Se hace larga la reunión, el reloj es un verdugo.
Mensaje: el nene ya comió, quedate tranqui.
Termina la reunión. Al Clio le cuesta arrancar, pero es un autito fiel <<nunca me dejo a pata>>.
Había escuchado, no se acordaba en que canal, los autos impresionantes que manejaban los de su especie.
Hablemos de esta plaga de los viajes; cuidarse de los enlaces de los trenes, la comida mala, irregular, relaciones que cambian continuamente, que nunca duran, que nunca llegarán a ser verdaderamente cordiales, y en que el corazón nunca puede tener parte ¡Al diablo con todo!
La Metamorfosis, de Franz Kafka.
Viernes, termina la semana igual que la empezó.
Entre respuestas de mail, solución de conflictos menores de algunos compañeros, el teléfono y “la rosca” se le va la mañana.
Los viernes a la tarde son tranquilos. Busca a su hijo y espera a su compañera.
Hoy es su cumpleaños, se tira un rato en la cama y pone la tele.
Entre sueños escucha la fortuna que manejan los sindicalistas.
A él no le falta nada, entran dos sueldos a la familia. Tampoco tira manteca al techo.
Se pregunta si sirve de algo el sacrificio, “la vida de un sindicalista son 23 horas de puteadas y 1 de aplausos, ¿pero qué futuro les dejamos a nuestros hijos si no la peleamos?”.
Como un fantasma su hijo entra a la habitación, se mete en la cama, le da un beso y le dice que lo ama.
Un recuerdo viene a su mente, es el de la primer marcha que fue con el niño. Tenía 2 años y dos meses, la plaza como nunca. Las abuelas como siempre.
Conmovido por esa muestra de cariño reflexiona “seguro que el legado que te dejó es más grande que la herencia que dicen que te voy a dejar“.
*Secretrio Gremial de la Seccional Río de la Plata del Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento.