Por Gustavo Ramírez
No hay nada que no salga de la realidad. Así que es probable que los guionistas de la serie Succession hayan encontrado “inspiración” en personajes hiperrealistas. De esta manera no resulta demasiado descabellado pegar la imagen de Kendall Roy, uno de los personajes principales de la producción televisiva, a la de Mauricio Macri, después de todo, ambos son fieles exponentes de ese retrato descarnado y lúcido que John Kennedy Toole hiciera en la Conjura de los Necios.
Si algo prima en ambas obras es el desarrollo del cinismo que esgrimen los personajes a la hora acomodar los melones dentro del carro. Algo que expone Macri en cada una de sus apariciones públicas, que no son más que operaciones patológicas de imagen. Lo mismo le sucede a Kendall Roy, no pueden desprenderse de lo que es aunque finja no serlo. En Toole la novedad es que el cinismo es reproducido de abajo hacia arriba, aunque Ignatius J. Reilly bien puede ser la síntesis de Kendall y Macri, e incluso su víctima.
En uso de insoportable levedad, en las últimas horas, Macri volvió a reivindicar el ejercicio del cinismo como facultad política e incluso ideológica. Sin ponerse colorado, cómodo ante las condiciones que propició su lacayo mediático, Marcelo Longobardi, expresó: “La plata del FMI la usamos para pagar a los bancos comerciales que se querían ir porque temían que vuelva el kirchnerismo”.
Es decir, cada uno de nosotros es mucho más pobre porque solo cabía salvar a los “tristes” bancos de un posible colapso ante una “posible” derrota electoral a futuro. Cinismo explícito. Lo burdo es que esto se acepte como común denominador de una naturalizada democracia que finge respetar las libertades en nombre de la entrega del patrimonio nacional así como del empobrecimiento de la clase popular. Bueno, después de todo no deberíamos sorprendernos, para Macri solo somos parte de la estructura de costo, el recurso humano, que es tan reemplazable como descartable.
No es una cuestión filosófica, aunque bien podría serlo, es política. En 2008 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decidió salvar al sistema financiero antes que a sus votantes. Es decir, salvó a aquellos que produjeron la crisis fumándose parte de los activos en la timba financiera. Al menos, como estúpida justificación, el mandatario estadounidense usó la crisis como argumento para hacer efectiva la transferencia de riqueza. Claro, que eso también fue cínico.
Acá Macri simplemente lo hizo como castigo, por sometimiento, como ostentación de poder. Así gobiernan los déspotas de las oligarquías locales. Es lo que durante las tres temporadas hizo Kendall Roy: Someto, manipulo, luego existo. “Nuestra empresa es un imperio agonizante dentro de un imperio agonizante. Es nuestro momento ahora”. Primer plano, cara de Kendall o de Maurcio. Están ahí mimetizados tanto en su inutilidades, como en su Edipo y en su esquizofrénico andar de relaciones políticas.
Pero ¿por qué sorprendernos de las declaraciones de Macri? Días atrás, antes de montar ese show escénico frente a la entrada de los tribunales de Dolores, el hijo “pródigo” de Franco, sostuvo que la ineficiencia del juez Bava – magistrado que lleva al causa en la que el expresidente se encuentra imputado por espionaje a los familiares de los tripulantes del Ara San Juan – le robaba tiempo de trabajo. Dos cuadros después, el tipo aparecía jugando al golf.
Podríamos usar como epígrafe una de las frases que usó en su momento Ignatius Reailli: “He dado en llegar a la oficina una hora más tarde de lo que allí se me espera. En consecuencia, me encuentro muchísimo más reposado y fresco cuando llego, y evito esa primera hora lúgubre de la jornada laboral en la que los sentidos y el cuerpo entorpecidos aún por el sueño convierten cualquier tarea en una penitencia. Considero que, al llegar más tarde, mejora notablemente la calidad del trabajo que realizo”.
Para mayor perversidad esta gente, que nos condujo a esta realidad precarizada en su devenir, se presenta hoy como la solución a los problemas que ellos mismo generaron. ¡Mierda, si ese no es el paroxismo del cinismo qué lo es! ¿Estás ahí Kendall? La cuestión, querido amigo, es ¿por qué soportamos que estos tipos se burlen de nosotros y cómo es posible que confundamos esa burla con libertad de expresión? En todo caso podríamos argumentar que la micropolítica carcome nuestro sistema nervioso y nos convierte en zombis del escepticismo. Es por cierto la sombra herida de la batalla cultural.
El politólogo Diego Sztulwark en su libro la Ofensiva Sensible describe que “lo neoliberal remite en todos los casos al mando del capital sobre la vida, y su triunfo supone el bloqueo de la relación abierta entre creación de formas de vida y vida en común. Este triunfo instaura un nuevo tipo de teología política”. Tal vez sea en este plano donde haya que inscribir el mapa verbal por el cual desarrolla la cultura del cinismo, Maurcio Macri, en conjunto con el diagrama neolcolonial de Juntos por el Cambio.
Es más, en el entramado de la red de poder que el macrismo gestó se encuentran signos de la desaprensión social que manifiesta el poder de la riqueza, de la oligarquía, ante lo que sistemáticamente, estos especímenes de la dominación, consideran sus subalternos. Después de todo, será Mariano Macri, en diálogo con el periodista Santiago O’ Donnell, para el libro el Hermano, el que dará cuenta de ese estado permanente de sujeción masoquista al poder: “Nunca tuvo capacidad de amar. En muchos aspectos era realmente un psicópata”.
En un pasaje de la serie Succession, Logan Roy, le dice a su hijo Kendall: “Sé que leíste muchos libros acerca de administración de empresas, pero a veces es una competencia de quién la tiene más grande”. Y sí, es una frase que se adapta muy bien al pensamiento macrista. Tranquilamente Kendall y Mauricio podrían asumir como propio ese pensamiento. Bueno, es lo que ambos hicieron. Porque en definitiva es el sistema el que impone las reglas de juego al parecer.
Macri sabe como actuar en relación a la burda comedia que representa: “Me muestro como transparente y de esa manera purgo mi imagen”. Vivir según el catálogo del cinismo macrista. Al mismo tiempo, lo que no alcanzamos a dimensionar es que detrás de estas falsas representaciones yacen los cimientos sobre los cuales Macri erigió el diseño de muerte que imperó durante su gestión, al mismo tiempo que impera en las promesas de campaña en las voces de María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Vamos, no seamos ingenuos, en el fondo responden al mismo patrón.
¿La realidad supera a la ficción? La ficción se construye con realidad. En todo caso termina por ser una discusión estéril. Sobre todo si tenemos nuestro propio Kendall. Hemos sido capaces de generar nuestros propios parásitos desde Rivadavia hasta la fecha. Eso demuestra que el problema no está en las organizaciones sindicales, en los Movimientos Sociales, sino en estos fariseos sedientos de entrega, vampiros sociales y caníbales culturales que han depredado, a lo largo de la historia, nuestros país. Pero eso ya lo sabemos, ¿cierto?
Hay una diferencia entre Mauricio Macri y Kendall Roy: Uno puede ser soportable con solo apagar la TV. El otro sigue ahí y hace daño. Demasiado. Se preguntarán por Ignatius Reailly, bueno, él es producto de la imaginación del lector, ¿no es así?.
Fotografía de Tapa: Redes sociales de Mauricio Macri
8/11/2021