Inconsciente Colectivo

Por Gustavo Ramírez 

«Vamos, che, ¿por qué dejarQue tus sueños se desperdicien?»

Iorio

El potencial político de Milei fue, en su momento, explotar el capital simbólico del descontento. Aferrado a los raptos emocionales, capitalizó la atención mediática y captó el malestar social contra el aparato político desgastado. La sociología liberal lo expuso como un fenómeno rupturista, sin captar el fondo del entramado sobre el cual emergía una figura tan precaria como la del libertario. Una vez en el ejercicio del mandato, su apego al dogma materialista agotó la narrativa proselitista y lo dejó desnudo ante un mundo social por el cual siente aversión. Ahora solo le queda la realidad y, ante ella, es uno más.

Milei nunca fue más de lo que es. Representó la volatilidad de un descontento que encontró amparo en la novedad de su ira. Resultó producto del desamparo de un sistema cansado que eligió fingir demencia antes que rendirse. El libertario es un carente, la expresión de una sociedad insectificada y desorientada, sin conducción política y proclive a asimilar el universalismo histórico como absoluto categórico, solo como consuelo ante la desazón de la crisis recurrente.

El peso de la teoría lo abruma. Impotente, proyecta su resentimiento sobre las clases populares, al mismo tiempo que vendió sus postulados a los dueños de su campaña. Pero no hay que engañarse: Milei no es un ser sobrenatural. Es un pusilánime subido al lomo de la impostura reaccionaria, que ama el dinero tanto como a sí mismo. Detrás de su piel seca no hay nada. Ni siquiera un hombre.

El gobierno libertario nació débil, condicionado por un puñado de votos prestados. Lejos de la realidad, construyó un nicho de preconceptos pretendidamente intelectuales que solo remiten a significantes vacíos. Su retórica solo fue útil para resaltar el desparpajo que impera en las redes sociales, donde la opinión personal navega en un mar de pensamientos podridos. La descomposición social parió un Milei. Eso es todo y puede resultar demasiado. Su base de sustento replicó el latiguillo insufrible de «no hay otra cosa», en un momento histórico ideal para propagar la abulia de los falsos profetas.

El proyecto civilizatorio que lo sustenta está en crisis, por eso Milei se quedó sin síntesis. La incapacidad propia de comprender el proceso histórico, geopolítico y nacional lo conduce a una sala de primeros auxilios, donde lo inevitable es el colapso de la artificialidad de su pensamiento. Aclaremos algo: Milei no tiene convicciones, solo cuentas bancarias. Sobre narrarlo fue también parte del show.

Lo distintivo del proceso actual radica en la potencia efectiva que se despliega en las bases inorgánicas y en las Organizaciones Libres del Pueblo. Milei nunca entendió al país que tenía que gobernar. Creyó que un protocolo de caos iba a cercenar la movilización de las fuerzas sociales; subestimó (una vez más) la capacidad de reacción del Movimiento Obrero y se autoconvenció de que el peronismo estaba realmente derrotado.

Más allá de los laberintos internos, el sustento de la organización popular ordenó el mapa político en función de la articulación entre la causa y la resistencia. En la razón sindical, la experiencia histórica cobra valor como conciencia de clase y nacional. Esto es lo que los agentes demoliberales, infiltrados en las filas del campo nacional y popular, no lograron entender nunca del peronismo: no vive en la superestructura, ni es un fenómeno transitorio ni coyuntural. La organización tiene carácter permanente y le permite sustentar la disciplina necesaria para enfrentar el presente con reivindicaciones y con contenido, a partir de la distinción de la causa.

Lo notable de la elección en la provincia de Buenos Aires no radica en el mero triunfo electoral, sino en que denota algo sustentable en materia de la relación entre tiempo y espacio: Milei es el pasado presente y el peronismo, el futuro posible. Esa razón, sustentada en la causa de liberación nacional, que no desatiende las necesidades urgentes de la coyuntura, distingue el fondo del entramado y predica más allá de la vigencia de lo digital.

Una vez más: el modelo de la oligarquía es el caos, por eso Milei resultó un idiota útil. En el caos, el contenido es el drama y este persevera en el nihilismo; por ende, es ascético y agnóstico. De ahí que las Fuerzas del Cielo representan el desorden del dogma del mercado: el desequilibrio entre el capital y el trabajo. Pura materialidad sin orden. Donde hay pura materialidad no hay fe, y donde no hay fe no hay vida. El modelo liberal-anarco-libertario es inmaterial e inhumano. No obstante, no prescinde de la conquista cognitiva; la necesita para sobrevivir. ¡Viva la libertad, carajo! no es un grito de guerra: es la expresión inorgánica del libre mercado.

En contraposición, el peronismo es profundamente humanista. Es realidad efectiva y es fe. Su expresión no es un mero postulado de categorías inertes. Su concepción es orgánica con la comunidad y, desde ella, reafirma su actualización doctrinaria. Al mismo tiempo, la materialidad del Estado no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin superior: la felicidad del pueblo.

Lo material, por otro lado, cumple una función social en relación con la realización integral de la persona. Así, el gobierno, a través de la producción y el trabajo, creará las condiciones materiales para que el individuo acceda al bienestar social y mejore su condición de vida. Pero nada de esto lo puede hacer en términos aislados, inorgánicos. Integrado a su comunidad, podrá realizarse como persona desarrollando su capacidad espiritual y humana.

El peronismo es orden. Perón afirmó: «No se conduce lo inorgánico ni lo anárquico. Se conduce solo lo orgánico y lo adoctrinado, lo que tiene una obediencia y una disciplina inteligente y una iniciativa que permite actuar a cada hombre en su propia conducción». Leído esto, la conclusión es que Milei nunca va a poder conducir a la Argentina.

¿Alcanza el triunfo electoral en la provincia de Buenos Aires? No, claro. Es solo una fase más del proceso que se inició con la primera movilización de la Confederación General del Trabajo, apenas Milei asumió el gobierno. Sí, aunque muchos consideren que la Central está devaluada, la génesis de este triunfo de medio término se encuentra en la lucha impulsada por el Movimiento Obrero Organizado y las organizaciones populares «combatiendo al capital».

Tampoco se puede dejar de lado a los cuadros de bases que no retroceden un ápice y sustentan la razón de ser del peronismo en los territorios. Tampoco un triunfo electoral en octubre representa el final del camino: queda mucho por recorrer y la guerra que el liberalismo le declaró al pueblo argentino está lejos de concluir.

Está claro que algo cambió después del 7 de septiembre. Ni siquiera Milei es el mismo. Sus gritos no atraen ni asustan. Dejó de ser una novedad. Ahora es un cuerpo en descomposición.

 

 

 

 

Fotografías: Prensa UTEP.

 

Compartir en redes sociales

Compartir
Compartir
Compartir
Compartir
Compartir
Compartir