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Haití: Triste como la más triste…

Por Redacción

Parafraseando a Nicolás Guillén, podrías decir: “triste como la más triste navega Haití en su mapa”. Triste y sola, sin duda, como la república de Haití ha sido dejada por Estados Unidos, Francia e incluso las Naciones Unidas, poderes siempre tan rápidos en intervenir en otros países, por distantes que se encuentren. Por un extraño motivo, quizás atribuible a la falta de petróleo, gas, uranio, litio u oro, sin peso político ni estratégico, la primera nación independiente de América Latina ha sido librada a su suerte. (Ver: Haití, los Tonton Macoutes están de vuelta.)

A dos meses de iniciada la crisis haitiana y cuando los muertos ya se aproximan a los dos mil, las bandas armadas, que han superado a la policía, pueden, a su gusto, entrar a saco a los barrios, donde saquean, violan y matan, y el mundo sigue sin enterarse.  Al parecer, el único país que está haciendo algo es la República Dominicana, con quien comparten una frontera de 376 kilómetros, dividiendo en dos la isla La Hispaniola. Ni bien comenzado el conflicto, Santo Domingo ordenó exhaustivas razzias contra los haitianos ilegales, expulsándolos a su país, además de iniciar la construcción de un muro para impedirles la vuelta.

La nación, que todavía no había podido recuperarse del catastrófico terremoto de enero del 2010 que dejó más de doscientos mil muertos y amplísimas áreas del país, fundamentalmente de su capital, Puerto Príncipe, absolutamente desbastada, antes y después del sismo, sufre constantes remezones políticos desde la caída del último de los Claude “Baby Doc” Duvalier, derrocado en 1985, terminando así con el “reinado” fundado por su padre, François o “Papa Doc”, que había llegado al poder en 1957. Desde la caída de Claude, el país no pudo encarrilarse y cada vez que estuvo cerca de hacerlo, alguna fuerza extraña, que tiene mucho más que ver con Washington que con el Vudú, se interpuso.

Quizás fue Jean-Bertrand Aristide quien estuvo más cerca de lograrlo. En 1990, se convirtió en el primer presidente electo en la historia del país, pero fue derrocado por un golpe militar al año siguiente. Fue repuesto en su cargo cuatro años después por la intervención de una fuerza militar multinacional liderada por los Estados Unidos, logrando completar su mandato en 1996. En el año 2000, fue reelegido, pero debido a su acercamiento a Cuba y Venezuela, Washington decidió derrocarlo en 2004 mediante un movimiento conocido como el Grupo de los 184. Los gobiernos pro-norteamericanos se sucedieron hasta Jovenel Moïse, elegido en 2017 y asesinado en 2021.

En 2019, tras diversos hechos de corrupción por parte de Moïse, un rico productor bananero, que había cometido incluso antes de ser presidente, malversando cientos de millones de dólares producto de los beneficios que proporcionó al país el programa PetroCaribe, implementado en 2005 por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, que le permitía a países de la región acceder a petróleo venezolano a muy bajos costos. Comprobados los ilícitos, estalló una escalada de cada vez más numerosas protestas acompañadas de bloqueos de caminos.

Para superar la crisis, Moïse no solo utilizó a la policía, que actuó con extrema violencia produciendo muertos y cientos de heridos, sino que también convocó a bandas criminales para atacar las manifestaciones. Esto terminó con el poco consenso que todavía tenía entre la población y precipitó el ataque de un comando de una veintena de mercenarios, la mayoría de nacionalidad colombiana, que asaltaron sin encontrar resistencia la casa particular de Moïse, quien fue sorprendido en su cuarto y asesinado a balazos. En el mismo hecho, su mujer resultó gravemente herida, por lo que fue trasladada a La Florida (Estados Unidos) para ser atendida.

Desde entonces, el país fue gobernado por un Consejo de Ministros, lo que lo ha llevado a su actual encrucijada. Un conglomerado de unas doscientas bandas criminales, agrupadas bajo el nombre de Viv Ansanm (en creole, “vivir juntos”), lideradas por un ex oficial de las fuerzas especiales de la policía, Jimmy “Barbacoa” Chérizier, lentamente van derivando hacia una fuerza política y hoy luchan abiertamente por el poder de la isla, después de haber superado a la única fuerza legal, la policía, ya que el ejército fue disuelto en 1995.

Una crisis distópica

Una crisis multidimensional, agravada por su larga proyección histórica, ha llevado al país a vivir esta realidad casi distópica, donde no solo la crónica crisis política, económica, social y humanitaria ha arrastrado a cerca de siete millones de los poco más de once millones de habitantes del país a padecer algún grado de desnutrición y estar sometidos a la violencia constante de las autoridades, empezando por la fuerza policial, responsable de infinidad de delitos, cientos de ejecuciones extrajudiciales, además de desapariciones y torturas. En lo que va del nuevo estallido de violencia que comenzó a principios de marzo, unas trece mil personas han abandonado el país, sumándose a las 310 mil que lo hicieron a lo largo del año pasado.

Lo que ahora se suma son las pandillas criminales, que si bien han estado presentes en el país desde los primeros años del gobierno de Papa Doc Duvalier, a medida que se profundizan las crisis, estas bandas, que siempre han sido utilizadas por el poder político, no solo incrementan sus fuerzas con cada vez más miembros, sino que también aparecen nuevas organizaciones mafiosas.

Estos grupos, al servicio de diversos gobiernos, han realizado matanzas en las que han llegado a contarse hasta ciento cincuenta muertos en una sola jornada, como la de 2020 en uno de los barrios de Puerto Príncipe, Cité Soleil en el 2020.

Sabiéndose hoy el hombre más poderoso del país y que a poco está de imponerse como presidente después de poner en fuga a los pocos funcionarios gubernamentales que quedan después de la renuncia del Primer Ministro Ariel Henry, quien fungía como cabeza del Estado hasta el once de marzo, debiendo escapar a Puerto Rico, Jimmy Cherizier anunció que “está abierto al diálogo” para poner fin a la violencia, y agregó: “Estamos listos para todas las soluciones mientras los haitianos estén sobre la mesa. Estamos listos para sentarnos y hablar con todos porque no estamos orgullosos de lo que está sucediendo en este país”. Ya decididamente abandonado su rol de pandillero para convertirse en un nuevo referente político.

Además, cuestionó la posibilidad de la llegada al país de un contingente keniano que sería la avanzada de una fuerza multinacional respaldada por las Naciones Unidas para restablecer el orden. Cherizier advirtió que resistirían la llegada de cualquier presencia extranjera y predijo que en los próximos días la situación iría a empeorar respecto de cómo se encontraba el día veintinueve, lo que se está confirmando en estos últimos tres días.

Mientras la situación en Haití recrudece, se sabe que la llegada de las tropas kenianas está cada vez más lejana. El jefe de la oposición al presidente William Ruto, Ekuru Aukot, advirtió acerca de la llegada “en bolsas para cadáveres” de efectivos de su país, quien ya el año pasado había presentado una impugnación legal contra el despliegue.

La llegada de los militares y policías de Kenia se esperaba a comienzos de enero pasado, pero la resistencia popular y mediática obligó al Tribunal Superior del país a fallar en contra del despliegue, con el argumento de que sería ilegal por falta de un “acuerdo recíproco”.

La posibilidad de la llegada de efectivos kenianos a Haití comenzó a pergeñarse incluso antes de la visita oficial a Kenia a finales de febrero último del hoy renunciado Ariel Henry, en la que incluso se firmaron acuerdos para eliminar impedimentos legales. Tras conocerse esa renuncia, Nairobi anunció la suspensión del envío de los mil efectivos.

Más allá de que Kenia ya participó en operaciones de mantenimiento de la paz en estas últimas décadas en naciones vecinas como Somalia y la República Democrática del Congo, un país tan remoto como Haití sonó extremadamente confuso para la comunidad keniana. Con esta jugada, el presidente Ruto intenta fortalecer el perfil internacional del país, además de pretender hacer buena letra con Washington, que había prometido trescientos millones de dólares en apoyo médico, logístico y de inteligencia.

Aunque ya sea difícil de entender cómo es posible agravar más la situación, el fracaso de la opción keniana y el apabullante silencio de la comunidad internacional hacen que Haití, en manos de pandillas criminales, siga derivando solitaria hacia un naufragio seguro y quizás definitivo.

 

 

 

 

 

*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

 

 

3/4/2023

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