Por Gustavo Ramírez
Lionel Scaloni supo sacarle presión al equipo. Más allá de la esperanza y la fe popular, su forma de conducir al equipo, sus declaraciones y su estilo de juego, desdramatizaron la cuestión del resultado priorizando la recuperación de la identidad y sentido de pertenencia de la Selección. Con él, en la conducción del equipo, se recuperó el juego, la mística y la épica que de cierta manera es el sello distintivo del fútbol que gusta por estas tierras.
Es cierto que nada sería lo mismo si el presidente de la Asociación de Fútbol Argentino, Claudio “Chiqui” Tapia, hubiera retrocedido ante las presiones del macrismo para quedarse con el poder de AFA. Su persistencia permitió consolidar un proyecto de trabajo en Selección que incluye también a César Luis Menotti. El sostén de Scaloni a pesar de la presión mediática, sobre todo del Grupo Clarín con TyC a la cabeza, sumado el pasquín anti-fútbol de Olé, permitió que se plasme un trabajo a largo plazo que dio frutos de inmediatos.
Scaloni supo interpretar las demandas populares sobre la selección. Junto a su equipo técnico, logró amalgamar la impronta de juego que José Néstor Pékerman supo darle al juego de selecciones juveniles e incluso durante su paso por la mayor en el mundial de Alemania 2006, con la dinámica defensiva para poder cerrar los resultados y carácter para sortear partidos chivos. La Selección seduce porque juega bien. Jugar bien no es jugar siempre lindo, aunque este equipo también puede producir obras de arte como el segundo contra Francia en la final.
El técnico, de bajo perfil, sin declaraciones altisonantes, al mismo tiempo logró plasmar en el juego el sello de la solidaridad de equipo sin que el jugador pierda la orientación de su posición. Si vemos a Messi tirándose a los pies de un mediocampista francés en la final del mundo es porque ello encarna ese sello propio de Scaloni. Solidaridad, sacrificio, en un conjunto donde nadie está por encima del otro ni es más ni menos que otro. Ese dar todo por el compañero y por el objetivo demuestra, una vez más, que la conducción es un arte y en ese mismo arte, él persuadió a sus dirigidos de que todo es posible.
Bajo el liderazgo técnico del santafesino la Albiceleste jugó 57 partidos. De ellos 19 fueron amistosos, seis corresponden a la Copa América 2019, siete a la del 2021, incluida la final en el Maracaná. La selección disputó 17 partidos de eliminatorias sudamericanas y los siete partidos del Mundial Qatar 2022. En este ciclo, Scaloni alcanzó 38 victorias, 14 empates y 5 derrotas. Sus seleccionados marcaron 118 goles y sumaron 34 en contra. Obtuvo tres títulos: Copa América 2021, la Copa de Campeones Conmebol-UEFA 2022 y el Mundial de Catar 2022.
Scaloni quemó los libros mediáticos y dejó al periodismo que suele hacer fútbol en pelotas. Los racionalistas, admiradores de la lógica del juego -algo que no existe como tal- le achacaron desde falta de personalidad hasta ausencia de experiencia. Adoradores de la cultura del éxito y del resultado, como paradigma de la industria del entretenimiento, en ningún momento se tomaron el trabajo de escucharlo. Estos periodistas que no hacen periodismo, solo tienen oídos para sus propias estupideces, en eso se emparentan con muchos políticos de la oposición.
El DT de la selección es simple. Su idea de juego es simple y eso se ve en la cancha. Basta con tomar el primer tiempo de la final donde Argentina anuló a los franceses con posesión de pelota y circulación. A la potencia velocista de los galos, el equipo nacional le hizo correr la pelota. Una clara muestra de superioridad futbolística como respuesta a las declaraciones de Mbappé. Es que fútbol es un juego simple. A eso, le sumó los famosos “huevos” y como dijimos, solidaridad y sacrificio. Jugar cuando se puede y meter cuando se debe.
Scaloni armó una selección que, como el mismo suele decir, juega para la “gente”. Esa es la convicción central del equipo. Sobre esa idea se construyó el logro que terminó con la Copa en alto en manos argentinas. Por eso las lágrimas. El llanto del final. El abrazo con su hijo que sentimos propio. Porque ellos creían en ellos y él nos hizo creer a nosotros, incluso a tipos como quien escribe que no estaba convencido en el principio. Por eso uno toma esta experiencia como un aprendizaje y por ello también dar las gracias.
Es momento de festejos. De reconocimientos. De abrazos. De compartir alegrías. De levantar copas. El fútbol es maravilloso. Lo llevamos en la piel y en la carne guardamos sus recuerdos. Este mundial, obviamente será inolvidable. No solamente porque ganamos, sino porque recuperamos la sensibilidad, la humanidad, aprendimos a ser pacientes y a no depender solo de los resultados. Todo eso es logro de Scaloni y su equipo. Un equipo argentino como cada uno de nosotros, un equipo y un cuerpo técnico con olor a barrio y a pueblo.
19/12/2022