*Por Walter Castro
A causa del agotamiento de los caladeros tradicionales en los países desarrollados europeos Argentina ve como luego de más de cien años después de la colonización de sus tierras le ha llegado el turno a nuestras aguas.
El 97 % de las horas de pesca en alta mar a nivel mundial la realizan las flotas pesqueras de los países más ricos, así como el 78 % de las mismas tienen lugar en aguas de los países pobres. Esta estadística está dominada por los países con las mayores flotas del mundo: China, Japón, Corea del sur y España en ese orden.
Desde ahí podemos comprender, no aceptar, el interés desmedido de estos estados y compañías en la pesca argentina, la situación que atraviesa nuestro sector obedece básicamente a dos razones. La primera tiene que ver con el progresivo agotamiento de los mayores caladeros de sus países de origen que, como vemos a diario y sin escuchar recomendaciones medioambientales, cada año explotan nuestra plataforma a un nivel mayor del recomendable.
El constante desarrollo de las técnicas pesqueras y su consiguiente aumento de la producción no va acompañado de medidas necesarias para asegurar la recuperación de nuestros bancos, lo que nos va a provocar una situación como la que sufre Europa actualmente: treinta y cinco de sus cuarenta mayores y más ricos caladeros están sobreexplotados y sin un horizonte de regeneración suficiente.
De esta manera el “pescado europeo” que actualmente supone el 30% del mercado está pasando a convertirse en una rareza en las pescaderías del continente y cada año se adelanta más la fecha en la que Europa se ha consumido el equivalente a la totalidad de sus recursos pesqueros anuales. En el año 2019 ese día llegó el 9 de julio, treinta días antes que en el 2000.
Estas estrategias nos llevan directamente a la segunda causa que es la salida hacia adelante, salvar el momento, rogar por la salud del recurso y esperar unas monedas por las exportaciones, las compañías pesqueras por el contrario ante la escasez de pescado decidieron ir a pescar más lejos y a mayor profundidad, poniendo sus ojos en un puñado de países Africanos y el Atlántico Sur, mayoritariamente en la zona económica exclusiva Argentina (Z.E.E) el denominador común es que somos países con una flota pesquera más bien artesanal, de poca capacidad con escasas posibilidades de competir con los grandes factorías a la hora de las capturas y en muchos casos somos países donde las leyes federales de pesca son mucho más laxas? Digamos, ya sea por la falta de medidas legales o por la falta de medios para hacerlas cumplir. Falta de medios o abundancia de miedos.
Tierra del fuego y su invisibilizado NO a las salmoneras
Pero hay más factores que explican este auge, la pesca, al igual que muchos otros sectores, es una actividad cada vez más industrializada, el volumen de producto que se maneja hoy en día es de alrededor de doscientos millones de toneladas métricas anuales de pescado, esta producción duplicó la de 1990.
Aproximadamente la mitad de ese volumen proviene de la acuicultura, técnica que representa el máximo exponente de una industrialización salvaje del recurso.
Pero no todos los países pueden o quieren desarrollar la acuicultura, los mayores exponentes hoy son China, Noruega y Chile, para el gigante asiático representa el 70% de su producción de pescado, pero para producir y alimentar semejante cantidad de pescado las granjas acuícolas de estos países necesitan cantidades ingentes de harina de pescado, es decir que con especies menores se alimentan a peces de mayor valor comercial, la demanda es tanta que actualmente más del 20% de las capturas salvajes se destinan a la harina de pescado, un despropósito.
Esta actividad se instaló fuertemente en la costa africana, principalmente en la occidental en países como Senegal, Gambia o Mauritania, pero el negocio que mueve 140.000 millones de euros al año, luego de haber arrasado con las poblaciones de especies menores de esa parte del continente, hoy piensa en estrategias para el ingreso a nuestro litoral, poco les importa poner en grave riesgo la sostenibilidad de la pesca pensemos: para el engorde de un solo kilo de salmón de acuicultura se necesitan seis kilos de pescado salvaje convertido en pienso.
Ahí radica la importancia de la negativa de Tierra del Fuego a la instalación de granjas acuícolas en nuestro territorio y no es para nada menor haber parado esta iniciativa que de prosperar va a convertir a todos los “artesanales” en “furtivos” y a las embarcaciones menores directamente las van a borrar del mapa, pensemos que en las doce millas instalaran las granjas y pescaran las especies menores y salvajes para a su vez alimentar a las de gran valor comercial que serán exportadas a los grandes centros de consumo europeos o asiáticos, quedándonos a nosotros el recurso destruido y con un daño fitosanitario incalculable, tanto en Asia como en Chile haya experiencias verdaderamente negativas con la cría intensiva en cautiverio, bueno todo eso es lo que frenó Tierra del Fuego prácticamente en silencio.
Los tratados de pesca
Los peces se concentran generalmente en las zonas costeras, dentro de ese espacio de doscientas millas náuticas desde la costa que se conocen como la zona exclusiva (Z.E.E) de cada país, aunque las (ZEE) representen solo el 35% de la superficie marina mundial, en ellas se encuentra el 90% de los recursos pesqueros.
La entrada en vigor de la convención de las naciones unidas sobre el derecho del mar en 1994 que reconocía el derecho de los estados a controlar los recursos de sus (ZEE), amenazaba seriamente el acceso de los europeos, chinos o japoneses a los preciados recursos de terceros países donde faenaran como Argentina.
Conocedores de ello los gobiernos de las principales potencias pesqueras alcanzaron varios acuerdos de pesca tanto públicos como privados ya sea con los gobiernos, con empresas mixtas, filiales, accediendo a cuotas o cualquier acuerdo que le permitan acceder a nuestras aguas, todos casos palpables como se ven hoy en nuestros país.
Estos acuerdos suelen implicar la concesión de una licencia, cuota o permiso de pesca a cambio de alguna suma de dinero o los más ingenuos, como nosotros, la sola promesa de participar en el agregado de valor del recurso.
Sin embargo todo acuerdo económico al que podamos llegar es ínfimo en comparación con las ganancias que se generan.
FAO que es la agencia para la alimentación de la ONU hace pocos años hizo un cálculo con un país africano que rentaba licencias por 400 millones de euros al año y el resultado final fue que ese país si en vez de rentar la licencia ejerciese los derechos de pesca al país le ingresarían 3.300 millones de euros, por supuesto que estos informes con esos cálculos no tienen toda la difusión necesaria pero desde ahí también podemos empezar a entender los actos de piratería de algunos países Africanos que pasaron de ser pescadores a prácticamente tener vedado el ingreso a SU mar por el accionar de Maruha Nichiro, Mitsubishi, Marine Harvest, Pescanova o Iberconsa.
Cuando la riqueza de la pesca se va afuera se condena a millones de trabajadores a la postergación quitándoles la única herramienta con la que cuentan para subsistir.
Si sumamos las perdidas por la pesca ilegal al importe que nos deja de ingresar por no ser nosotros mismos los que capturamos y elaboramos nuestros propios peces, la industria debería reportar a nuestro país por año entre 3.500 a 4.000 millones de dólares más de lo que actualmente percibimos.
En la bendita y rica plataforma de nuestro país, la llegada de la industria pesquera ha venido de la mano del expolio de los recursos marítimos del continente bajo la figura que nos otorgó la FAO de tercero países.
Esta expansión es visible, palpable en Senegal los habitantes de los manglares no pueden ejercer la pesca en ellos, en Kiribati las ONG prohíben el acceso de los pescadores tradicionales a las zonas marinas protegidas, en las Seychelles el gobierno vende su patrimonio natural para pagar deuda, nosotros no podemos pescar en nuestro propio territorio.
Hay una batería de elementos para distraernos de algo mucho más grave: “La apropiación capitalista de los océanos en nombre del desarrollo sustentable.”
*Secretario General del SANAM
2/11/2021