Por Gustavo Ramírez
La mirada unidimensional eurocéntrica suele desperdiciar tiempo y acción centrada en su ego intelectual. Ello impide, de cierta manera, observar la Argentina profunda desde un pliegue más amplio, alejado del prisma primitivo del enclave colonial. El pensamiento nacional es dinámico, activo y su mirada no se concentra solamente en la verticalidad que impone la coyuntura, por el contrario, avanza en diversas direcciones en pos de habitar el universo de la Justicia Social bajo la perspectiva de Comunidad Organizada.
Al decir de su creadores “nomos es un grupo de estudios y proyecto editorial con sede en Buenos Aires, Argentina, dedicado a intervenir en problemas de filosofía política, estrategia y geopolítica desde una perspectiva situada y multipolar”. Pensar no es un uso determinado por las clases acomodadas, tampoco es patrimonio de la academia. Los sectores populares, identificados con la causa nacional, son gestores de un amplio marco de conocimiento, acción y pensamiento y de eso se encarga, en la actualidad, de articular este grupo de pensadores nacionales.
Por eso el trabajo que desde Editorial Nomos hacen los pensadores nacionales como Esteban Montenegro, pone de relieve la trascendencia de pensarnos a nosotros mismos. Con él dialogamos para entender dónde estamos, hacia dónde podemos llegar a ir y con qué herramientas contamos para proyectarnos hacia el futuro.
-¿Es posible pensar que la crisis actual es una crisis ontológica del capitalismo y qué ello, de cierta manera, puede favorecer al despliegue de la integración en la comunidad organizada?
-Si. Para mi lo que estamos viviendo es una crisis civilizatoria afectada, en primer lugar, por el desarrollo del capitalismo en su etapa avanzada, algunos pensadores la llaman capitalismo absoluto, en el sentido de que ya está desligada de todas las instancias y anclajes que la retenían de su máxima potencia. Me refiero al Estado Nación, a los marcos éticos y religiosos que todavía la contuvieron durante la época de lo que se llama en Europa, estado de bienestar.
Entonces, a los que asistimos hoy es a una imposición total de la lógica del capital que apunta a los que Marx llamó “la valorización del valor”, es decir, a su reproducción ampliada, ilimitada, ante la cual todo lo que nosotros percibimos como pilares de un pueblo, de una lógica comunitaria del ser en común, se ven gravemente afectadas. En esa instancia todas las fuerzas políticas y todos los planteos que se hagan desde el pensamiento, tendientes a enfrentar esta situación y a buscar una salida para los pueblos, necesitan volver a re-pensar las grandes categorías articuladores de Estado, familia y, por supuesto, de comunidad.
En ese sentido la Comunidad Organizada de Perón sigue siendo un faro para, desde el cual, volver a pensar no sólo en nuestro presente, sino también, nuestras propias tradiciones históricas y la memoria de la lucha popular en Argentina.
-¿Esta situación de crisis, agudizada por la pandemia de COVID-19, pone en jaque la realidad del sujeto de consumo y a su goce en esa zona de confort, segura, en ese estado de bienestar?
-En principio creo que la pandemia lo que ha generado a lo largo del mundo es una aceleración de conflictos o de tendencias conflictivas en las sociedades, que venían de antes, que eran pre-existentes. En ese sentido el agotamiento del modelo de consumo, de nuestra sociedad consumista, ya venía mostrando sus limitaciones desde el punto de vista en que la mera extensión de las posibilidades de consumo no significan la integración en un modelo de ciudadanía o de un modelo de comunidad, como podríamos decirlo ya desde una óptica más peronista.
Entonces, la posibilidad que tienen los distintos Estados de contener a todas sus poblaciones e integrarlos en un proyecto político común, en principio, están siempre obturados por esta lógica del neoliberalismo, que a lo que aspira es a integrar porciones de la sociedad a sus proyectos como consumidores, en el mejor de los casos. Lo que hay que volver a plantear, sobre todo en este contexto de pandemia, es que no alcanza meramente con los modos de acceso al consumo o a los modos de acceso al goce, sino que debemos volver a plantear una ética común, comunitaria, que ponga límites a lo que pretende ser la voracidad del gran capital. No podemos vivir a imagen y semejanza del amo. No podemos vivir sin límites. No podemos vivir pretendiendo tenerlo todo.
Por esa razón me parece imperativo que la política, y desde distintos ámbitos que puedan afectar la referencia de la percepción de los propios sujetos, se interdicte esta pretensión de tenerlo todo, a toda hora y ya y gratis. Me parece que lo que se llama volver a la cultura del trabajo tendría que tener un papel articulador, de vuelta, para recuperar una subjetividad autónoma. La autonomía supone una distancia respecto al propio deseo, una mediación, es decir, un trabajo, y ahí creo que todavía no estamos dando respuesta a lo que sucede, no tenemos herramientas o las hemos abandonado.
Entonces, me parece que hoy hay que pensar de que manera se puede proponer un modelo de subjetividad que no sea la del consumidor.
-¿Recuperar la cultura trabajo significa refundar una nueva ontología social a través de la ética del pueblo?
-Si, yo creo que es necesario eso. No por , obviamente, una cuestión meramente intelectual, que uno tenga cierta tendencia que necesite confirmar con un paradigma, sino porque es una necesidad práctica que tenemos de que la subjetividad de nuestro pueblo, de nuestra Nación, esté atravesada por el trabajo. En el trabajo uno siempre hace algo que redunda en beneficio de otro, entonces tiene compromiso en todo lo que hace a alguien más. En cambio, desde el paradigma del consumo uno solo atiende al beneficio que le propina directamente, en términos individuales, ese objeto. Si podríamos hablar del valor de las solidaridad, de la igualdad, de muchos valores en abstracto o en concreto, el trabajo los articula a todos ellos.
El trabajo, de alguna manera, nos iguala, nos pone en una situación de apertura al otro. Es imperativo volver a crear trabajo, crear trabajo significa crear sujeto trabajador y que el sujeto trabajador sea alrededor del cual se pueda generar una identidad popular en nuestros países. De otro modo no tenemos herramientas con las cuales interpelar a la construcción de una mayoría en nuestro país ni en ninguna parte del mundo.
-¿Esas mayorías, que son mayorías populares, se ven obstaculizadas en el desarrollo de sus potencialidades por lo que vos llamás y considerás microsubjetividades impuestas por el neoliberalismo?
-Creo que si porque todas las nuevas subjetividades que vienen surgiendo desde el triunfo del capitalismo absoluto, es decir -desde la caída de la Unión Soviética que representaba, más mal que bien, una suerte de obstáculo para imposición de la lógica absoluta del capital- se enfocan en el surgimiento de entidades de repuesto con las cuales, aparentemente, se diluirán las viejas categorías de pueblo y pueblo trabajador por otras nuevas como serían las emergencias de nuevas preocupaciones tales como las del cambio climático, la ecología, los movimientos de género, las manifestaciones anti-racistas. Todas estas cuestiones son articuladas por varias ONG, por grandes grupos financieros y por sectores minoritarios de la población que no tienen la capacidad de interpelar voluntades mayoritarias y que por eso conviven muy bien, por su propia lógica desterritorializada, con el capital financiero.
Si uno atiende de donde viene el financiamiento y quienes son los sujetos que se ven interpelados por estos discursos queda en claro que estamos hablando de sectores minoritarios de la clase media, en el mejor de los casos, y de algunos grupos étnicos como puede ser el caso del indigenismo, que se instrumentan siempre para generar divisiones hacia el interior de lo que debería ser la constitución de movimientos -acá se los llama policlasistas – pera es mejor decirles Movimientos Populares.
Movimientos donde los verdaderos antagonismos que dividen aguas, en términos políticos, son el antagonismo social y antagonismo nacional. Entonces, me parece, que eso lejos de desaparecer, simplemente está enmascarado por discusiones que se ponen en agenda para que no discutamos lo verdaderamente importante y medular.
-Desde el comienzo de la pandemia se gestó un discurso donde todos aparecemos igualados en el contexto de la crisis. Se borran allí las tensiones sociales y los conflictos que de ella emergen. ¿Esta mirada, casi socialdemócrata y políticamente correcta, no afecta a la propia constitución de sentido del pueblo?
– Creo que si, en el sentido de que siempre en los mantos de piedad que se tienden sobre los conflictos sociales, en nombre, sea por ejemplo, de la unidad nacional, sea respecto a la Constitución, o a las libertades, lo que se esconde en el fondo son las verdaderas asimetrías que siguen existiendo entre el capital y el trabajo, entre Buenos Aires y el resto del país, es decir, las grandes contradicciones históricas que nos atraviesan y nos constituyen.
Sería muy ingenuo creer que se puede neutralizar la existencia de esos conflictos simplemente apelando a figuras retóricas. Hay una cierta manía, en algunos sectores del progresismo que creen que el sujeto pueblo de constituye discursivamente, ellos dicen después que lo discursivo también incluye lo material, pero lo cierto es que, de alguna manera, naturalizan la coexitencia de demandas de la opinión pública, que ellos creen, que se puede articular desde un discurso político y que eso constituiría un sujeto pueblo.
Nosotros, desde una posición crítica de esa salida teórica o del manto de piedad que engloba todas las diferencias en buenas intensiones, en una mera moralina, creemos que el Movimiento Nacional y Popular en Argentina debería pararse desde las contradicciones que lo atraviesan y no intentando hacer de cuenta que no existen o aprovechar el momento de emergencia que significa las pandemia, para pasar por encima de esas divisiones de fondo. ¿Por qué, qué pasa cuándo se enmascara la existencia de esos antagonismos? Se saldan a favor del poder y no a favor del pueblo.
Veo con cierta preocupación que se apele al fetiche de la Constitución o al fetiche de la justicia, sea incluso hasta para reformarla, cuando la verdadera discusión de fondo es una discusión social-económica y política, que debería saldarse a favor del pueblo y que no se puede dilatar más en un contexto donde la pobreza vuelve a estar a los niveles del 2001. Vivimos en una situación crítica que no está siendo correctamente leída desde los ámbitos de decisión institucional.
-En otro orden, pero en el mismo plano, Alexander Dugin, pensador que ustedes han publicado en Nomos, planteó en diversas oportunidades, que el peronismo es el futuro. ¿Cómo hay que analizar esta apreciación y cómo debe ser abordada para integrar en el pensamiento nacional?
-Esta frase de Dugin se inserta dentro de una reflexión de largo aliento, dentro de su obra, que es la tradición. Los principios y valores rectores del Movimiento Nacional en Argentina, del peronismo y del hombre en general, o que cada uno tenga respecto a distintas culturas o a distintos grupos y poblaciones, estos dos principios que el pensamiento de Dugin reconoce como eternos, no están en el pasado, no están cristalizados de una que haya que recuperar, imitar o resucitar, sino que están en el futuro. En tanto y en cuanto son eternos no dejan de estar presentes en nuestras mismas decisiones hoy y no dejan de estar proyectados en el futuro. Entonces, si hoy en nuestro presente vivimos el agotamiento aparente de todas las grandes narrativas de liberación nacional y social en la Argentina, no es porque hayan desaparecido o porque hayan quedado viejas, sino porque nosotros estamos debajo de la vara que alguna vez pusimos.
Se trata de ir a encontrar en el futuro, desde lo anterior y con compresión de los problemas del presente, aquello que teníamos en el pasado. O sea, significa tratar de volver a estar otra vez a la altura de nosotros mismos. Eso es la tradición, es volver a insistir en la necesidad de estar a la altura de lo que los grandes patriotas y los compañeros que dieron la vida por el país pretendieron, que es, justamente, tener una Patria liberada, donde haya lugar para todos.
-Por último. En estos días asistiremos a una nueva publicación tuya: Pampa y Estepa, peronismo y cuarta teoría política, donde van a dialogar el pensamiento de Perón, la filosofía argentina, el pensamiento nacional con la obra de Dugin. ¿Qué podemos encontrar en este texto?
-La verdad que es un libro que toca una variedad de temas: desde el euroasianismo ruso en diálogo con la filosofía de Carlos Astrada, hasta temas de filosofía de la cultura a través de Kush, Carlos Cullen y Spengler. Es decir, yo hago una suerte de diálogo de autores, de distintas referencias a través de las cuales intento pensar ciertas contradicciones que veo en el presente del Movimiento Nacional.
La invitación que Dugin hace es justamente volver a cada espacio civilizatorio, que cada gran continente vuelva a sus fuentes para dar respuestas desde ellos al presente y que, en ese sentido, su cuarta teoría política se presente como una herramienta, como un marco teórico desde el cual nos es posible dar respuestas a nosotros, al totalitarismo del credo neoliberal sin caer en posiciones vencidas en el siglo XX, que son el fascismo y el comunismo, pero sin caer en la neutralización de la política que significa el triunfo del liberalismo.
Es decir, la cuarta posición vendría a ser la posición donde el sujeto no es ni la raza, ni el Estado, ni individuo, ni la clase social, sino el sujeto pueblo, entendido como una configuración de símbolos, de prácticas, de una ética, una memoria, que van recogiendo la experiencia histórica realizada a través de las luchas del pueblo a lo largo de toda su historia y que se proyecta hacia el futuro como disenso, como crítica, sobre los límites que le pretender imponer la élites y lo que podríamos llamar “el pensamiento correcto” o el “pensamiento único”.
Nosotros creemos que a través de la correcta lectura del momento epocal que estamos viviendo, nos encontramos en el Titanic que está destinado a hundirse y que los Movimientos Populares deben estar atentos para no caer presa de viejas dicotomías como populismo de izquierda, populismo de derecha, que pretenden volver a instaurar una suerte de estrategia de la tensión que por extremismos de un lado y extremismos del otro dividan la posibilidad de una unidad nacional y popular con capacidad de movilización y capacidad de obtener conquistas para el bienestar de todos los argentinos.
A través de la discusión de ciertas categorías teóricas que se están dando en Europa como el populismo y de la cuarta teoría política de Dugin, para mi, en mi tesis en el libro, es que se encuentra un posibilidad de releer las fuentes del peronismo y la comunidad organizada a la luz del presente. es lo que humildemente tratamos de hacer en el libro de pronta publicación.
Fotografías: Editorial Nomos.
24/08/2020