Por Gustavo Ramírez
Tras el resultado de las PASO y de cara al 27 de octubre, el debate presidencial aportó muy poco a coyuntura política. En todo caso sirvió, a duras penas, para reafirmar posiciones ampliamente conocidas. No obstante, en este vuelo bajo, quedó en evidencia la poca simpatía que Mauricio Macri tiene por la política y que Alberto Fernández es un cuadro político.
En el trazado lineal de las manifestaciones voluntaristas de discursos como los de Espert, Gómez Centurión y Del Caño, se evidenció que estos tres personajes carecen de empatía con el electorado más damnificado por las políticas neoliberales. Su coincidencia estructural se basa en el anti-peronismo que profesan abiertamente. En tal sentido, la triada gorilona, destiló su odio a las clases populares desde ópticas distintas que convergen en un mismo vértice.
En los extremos los tres candidatos, con escasa representación electoral, coincidieron en pegarle, sin mucho tino, a la Confederación General del Trabajo, con discursos funcionales a la promovida hostilidad anti-sindical del macrismo.
Sin profundizar sobre su propia gestión Macri quedó atrapado en la agonía estridente de su ineficacia de gobierno. Promovió datos de gestión que fueron decididamente refutados por el peso propio de la realidad y por los embates certeros de Alberto Fernández, que junto a Roberto Lavagna, lograron exponer y arrinconar al Presidente. Mauricio, el Ingeniero, se mostró incómodo. Creyente de las encuestas sabe que su discurso cayó en desgracia y que no tiene nada nuevo para mostrar. Golpeado de muerte por los índices económicos su recurso es apelar al 2015 para rapiñar algún voto perdido.
Aun así el gobierno neoliberal tiene capacidad de daño. Macri, lo ha demostrado, funciona en público por medio de la reacción emotiva. Encaprichado, acostumbrado a mandar, no soporta una derrota como la que se avecina. Esto, de cierta manera, lo torna peligroso si no se muestra obligado a negociar un transición coherente y racional. También puede perjudicarlo mucho más. ¿Cómo hará para tomar decisiones el 28 de octubre si los números se confirman en las urnas y más todavía si la diferencia se amplía?
Alberto Fernández aprovechó el tiempo para exponer al Presidente. Si estuviéramos en un café del barrio algún parroquiano aventuraría que el Primer Mandatario quedó como un “tonto” ante las cámaras. Por eso, de inmediato los servicios mediáticos salieron a tratar de limpiar la imagen del empresario y se quedaron en la anécdota del dedo levantado del candidato del Frente de Todos. Como un boxeador experimentado, Fernández, trabajó la puja con el jab, primero para marcar la distancia y luego para atacar con la agresividad necesaria que ameritó la ocasión. Las manos entraron con destreza, velocidad y contundencia. Fue paliza. Macri nunca reaccionó o en mejor de los casos apeló a la falsedad discursiva e ideológica para salir del paso.
Roberto Lavagna demostró estar en carrera. al menos para consolidar su rol como opositor responsable. Usó de manera inteligente el segmento de Derechos Humanos para poner sobre la mesa el tema de la crisis y el hambre en Argentina. Una vez más, Macri trató de evadir la disputa pero con los ojos hinchados no pudo ver para donde correr. En varios pasajes del mal llamado debate se hizo notorio una especie de pacto tácito entre el ex Ministro de Economía y el futuro presidente. Los puntos de coincidencia y los acercamientos verbales construyeron una vía libre de tercera posición, dentro del escenario que se montó en Santa Fe.
Los análisis tal vez sirvan para licuar las ansiedades. La consultora Raúl Aragón y Asociados hizo circular, tras la finalización del encuentro, una encuesta sobre quien fue el ganador del cuasi debate: Alberto Fernández se llevó el 43,1 % de los votos, en tanto que Macri alcanzó un módico 34,2 %. Muy atrás aparecen el resto de los candidatos.
El dato llamativo de la jornada no estuvo en el recinto. Fue una publicidad de la empresa de plataforma, Mercado Libre. La misma cuenta con la locución del fanático liberal y ferviente anti-peronista, Luis Brandoni y la casi blonda Florencia Peña. La empresa, que promueve el trabajo precarizado y la flexibilización laboral, buscó amalgamar una imagen democrática con los valores republicanos que ostenta el neoliberalismo.
En una exaltación absurda del cartón -sí, del cartón- la plataforma pretende erigirse como la conciencia moral de la Patria. Sobre el final de la publicad ambos actores nos invitan a tener en cuenta que lo “mejor está llegando”. Una frase distópica del mensaje cultural que emite Cambiemos. Lo curioso es que se eligió un alto del “debate” para lanzar el spot de la empresa favorecida ampliamente por el gobierno cambiemita.
“Somos una marca que forma parte del día a día de los argentinos. Sabemos que el país está pasando un momento crítico desde lo económico y queríamos tener un rol más protagónico. Más allá del signo político, el país necesita consensos y puntos de encuentro”, explicó Sean Summers vicepresidente de Mercado Libre a la prensa. ¿Devolución de favores?
Así las cosas, el próximo domingo 19 de octubre habrá una segunda vuelta de circo Romano. La realidad cambiará, efectivamente, el 27 de octubre, cuando el pueblo le de la espalda, definitivamente, a un modelo de hambre, descarte e indiferencia social. Entonces Macri se dará cuenta que la farsa también termina.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical