*Por Gustavo Ramírez
La rueda vuelve a girar y las operaciones se repiten con leves variables. La danza por el dominio de la CGT conmueve a diversos intereses y en medio de la crisis económica se agita la fragmentación como sustento de la “gobernabilidad”. La ansiedad maniquea de ciertos sectores políticos y sindicales contribuyen a la confusión generalizada donde el único que saca rédito político es el gobierno.
Con la mirada puesta en el 22 de agosto algunos espectros mediáticos promovieron la agitación sobre la posible continuidad del Triunvirato hasta el cumplimiento de su mandato. La sutileza de las palabras suele contribuir a generalizar las potencias del sentido común. Antes de realizar lecturas más hondas se sustenta lo potencial como presente, aun cuando ello prescinda de información. Sobre todo porque desde un principio la fecha no daba señales de efectivizar una nueva conducción al frente de la Confederación. Sino que representó el llamado a debatir precisamente eso. Y hasta el momento, la fecha sigue en pie.
Centralizar el ámbito noticioso en la disputa por la sucesión es maniobrar, editorialmente, para desviar el eje informativo de una semana que creció en conflictos laborales. En ese sentido las expectativas no son alentadoras. Nuevos focos de despidos nutren diariamente la agenda social y la temperatura en las calles sube al calor de la bronca. Pero no es sólo eso. Hay que añadir que el modelo neoliberal, de ofensiva permanente contra el bolsillo de la clase trabajadora, comenzó a transitar el camino descendente de la decrepitud. Los datos obtenidos de diversas fuentes coinciden en señalar que las políticas económicas de Cambiemos están agotadas.
La resistencia a los despidos en Télam, el acampe de los trabajadores portuarios cesanteados por Terminales Río de la Plata, ponen al desnudo la ambición voraz de un plan económico sometido a los designios del FMI. Son las mismas iniciativas que llevaron al fracaso y a la desesperación a diversos países, incluido al nuestro, durante décadas pasadas. Dichos conflictos pueden emerger como catalizadores de las fuerzas productivas en estado de rebeldía en un proceso de ofensiva sindical. Por ello, es de manual que los titulares comiencen a azuzar una rosca prematura sobre lo que puede venir en la CGT.
Lo que por estas horas ocurre dentro de la Confederación General del Trabajo no es lineal y mucho menos homogéneo. Las operaciones de las últimas horas apuntan al mismo sector de siempre. Es difícil que los gordos escapen al ojo de la tormenta. Más allá de los titulares, que se compran con excesiva indulgencia desde algunos ámbitos del campo nacional y popular, la situación del Triunvirato es la misma que la de meses atrás. Sus fuerzas internas, un importante segmento y el que hoy obtiene mayor fuerza y confianza a partir del éxito del último paro general, abren el interrogante del cara al futuro: ¿Cómo seguir y con quienes se cuenta para hacerlo?. En estas condiciones, donde existen sindicatos que aun muestran posiciones ambiguas en relación al gobierno, no hay definiciones concretas.
La postura de los dirigentes, que durante el último período de tiempo lucieron coherencia, es la misma. No obstante existen contratiempos legales para generar el cambio anhelado en la conducción cegetista. En este marco nadie le quiere dejar la CGT servida al Gobierno. Por eso muchos son cautelosos. Según fuentes consultadas al respecto para que se llegue al 22 de agosto con la intención de producir elecciones internas el Consejo Directivo debería renunciar en un alto porcentaje para de esa manera generar acefalía y producir el llamado electoral. Ello no ha ocurrido y hay pocos indicios de que pueda suceder.
Por ahora la cautela es precisa. Sobre todo porque hacia a agosto el camino es escarpado. La situación para la clase obrera y para los sectores sociales vulnerables se precariza de manera acelerada. Tal es así que más que pensar en el 22 de ese mes, muchos dirigentes piensan en construir un nuevo paro nacional. En ese sentido las miradas tienen que posarse sobre los gremios del sector del transporte. Portuarios, aeronáuticos, ferroviarios. Las políticas de ajuste del modelo apuntan a esos sectores. De ello dio cuenta la CATT a través de un duro documento.
El ataque anti-sindical no termina. Detrás de las operaciones de prensa se articula el hostigamiento sistemático al sindicalismo. La complejidad del momento demanda saltar el umbral de lecturas unilaterales para no caer en la trampa que tienden los titulares. El devenir del proceso sindical no se consumará en el arrebato de deseos ideológicos. Ni en las expresiones que vienen de afuera de la estructura general. La autonomía del sindicalismo es fuerte y muchas veces estos baluartes políticos son subestimados.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical
Periodista de La Señal Medios/ Radio Gráfica: Palabra Sindical – Puerto Base.