*Por Gustavo Ramírez
El sentido común tiene buena prensa. Es un factor estructurante en el cosmos integral de la ideología. Pero también es una trampa. Sobre todo para aquellos sectores progresistas, bien pensantes, de pulcra rectitud moral que suelen desprenderse del proceso histórico para vaciar de contenido lo político. En ese laberinto, de implicaciones morales, se pierde gran parte de la visualización de las luchas propias y se menosprecia al aliado estratégico. Se presume una impronta mesiánica y se constituye el ombliguismo.
“Todo es lo mismo”. “Todos son iguales”. El sentido común recorre los andariveles del desdeño permanente sobre las características propias. El camino se surca con narraciones morales que se alejan de la realidad y promueven la idealización de las contiendas sociales. Con un discurso único se alimenta la metástasis psico-cultural que desvaloriza lo propio en una pose compulsiva sumida al mandato ideológico. En tal sentido se trastoca el diagnóstico y se instala la persecución al compañero solo por no adherir al debate franco.
Pasó una semana cargada de protestas, movilizaciones multitudinarias, luchas y encuentros de unidad, todas ellas realizadas, convocadas y organizadas por le Movimiento Obrero. Su distintas expresiones, en diversos segmentos, contrastaron con una geografía política dispersa y enfrascada en discusiones secundarias. Sin embargo, lo que emergió con fuerza, en la visibilidad social, fueron las luchas en territorio francés. Perspectivas románticas, sumadas a las declamaciones de francotiradores de redes sociales, eligieron ponderar esas protestas por sobre las que ocurrieron en nuestro país.
Los gremios del transporte han tomado la iniciativa de profundizar el plan de lucha que comenzó con el 2018. Por entonces las protestas eran contra el tarifazo y fueron encabezadas por la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte. La semana que pasó fueron los gremios del sector aeronáutico, los trabajadores motoqueros quienes retomaron las protestas en defensa de los intereses de la clase trabajadora. Mientras tanto el gobierno, en un torpe maniobra política, intentó capitalizar la neutralidad del G-20 para sacar rédito político y avanzar en la criminalización de la protesta social.
La semana culminó con un Cabildo Abierto, en la localidad de Lima, organizado por la Multisectorial Zárate-Campana-Lima-Baradero. Allí confluyeron más de cuarenta organizaciones sindicales, junto a referentes políticos y sociales. Más de mil quinientos trabajadores fueron testigos de una jornada que estuvo signada por la consolidación de la unidad como único camino posible para combatir y erradicar al modelo neoliberal.
Muy lejo de esta realidad en los territorios quedó la actual conducción de la CGT. Demasiado laxa en un contexto que demanda mayor energía y respuestas inmediatas. Corridos de la escena confrontativa y dormidos en la siesta de fin de año, los actuales conductores de la Central Obrera, vieron como el bono de fin de año, que se presentó como un triunfo estruendoso, fue devorado por la depredación económica. Aquello que se anunció como un cañonazo social terminó por ser un depósito de balas de salva. Una maniobra sucinta para salir de inmediato del foco de la tormenta que representó una nueva derrota política para una dirigencia que no tiene rumbo fijo y mucho menos claro.
¿Qué sentido tiene la continuidad de esta conducción de la CGT ? ¿Para qué? ¿Por qué? Sin querer serlo, sobre todo porque de la boca para afuera comparten el diagnóstico general, estos dirigentes terminan por ser funcionales a aquellos que suelen menospreciar por derecha y por izquierda, al sindicalismo. Ni Daer ni Acuña pudieron hacer pie en la coyuntura tras la salida de Schmid del Triunvirato, quedaron arrinconados y expuestos en su propia debilidad. Sobre todo porque el dirigente marítimo de inmediato puso en marcha a la CATT y retomó su plan de lucha. Los gremios del transporte prometieron empezar el año sin tregua en la confrontación contra el gobierno. Está claro entonces que la CGT ya no está en la sede de Azopardo.
¿Dónde impera el sentido común perdió la política? ¿Es todo lo mismo? ¿Son todos los dirigentes iguales? Es preciso comprender que el neoliberalismo actual no se asienta en la derecha tradicional conservadora. Por ello cierta categorías clásicas, para explicarlo, quedan un tanto anacrónicos. La acción del capital no es lineal y ha logrado penetrar diversos ámbitos sociales. El material tóxico que proveé el sentido común desvirtúa las potencialidades el campo popular, enferma de ideología a los agentes compositivos, fracciona y divide. La naturaleza del Movimiento Obrero es ir contra ese sentido común socio-cultural que impone una matriz de sometimiento político. Es la discusión que subyace hoy entre las diferentes corrientes que lo componen.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical