Opinión

La sangre de los vampiros

*Por Gustavo Ramírez

“Pero yo soy un desgraciado, soy un bicho raro
¿Qué diablos estoy haciendo aquí?”

Creep. Radiohead

 

Han pasado casi tres años y el ciclo no se cerró. El FMI apruebó el modelo económico y habló de éxito.  Los medios adictos al régimen neoliberal difundieron, esta semana,  encuestas de ocasión donde se pretendió mostrar un crecimiento del apoyo a la gestión gubernamental. La maniobra fue tan clara como obscena y torpe. El discurso del optimismo desbordante chocó con la realidad de la calle, donde la clase trabajadora, los pobres y los indigentes, no atendieron a las operaciones mediáticas ni a los relatos fantásticos.

El impacto de la crisis se verificó de inmediato, no sólo, en el proceso regresivo de los hogares. Los datos oficiales contradijeron  al falso optimismo de Macri y del ex empleado de TN devenido en Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. El desempleo, según datos el INDEC, creció un 0,7 % en el tercer trimestre lo que acumulado en la comparación interanual da un 10,4 %. La tasa de desocupados,  en dicho período alcanzó a 180.000 personas más. El impacto de la pérdida de empleo implicó el crecimiento sistemático de la pobreza. Desde el inicio de su gestión, Mauricio Macri, incrementó el número de pobres: 13, 6 millones. El índice medido por la UCA reflejó que, en el tercer trimestre del 2018, la pobreza alcanzó el porcentaje más alto de la década ubicándose en un 33, 6 %.

Un informe del Centro de Estudios Metropolitanos, organismo que depende de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham, dio cuenta que el 44 % de los entrevistados consideran probable perder su trabajo en un futuro cercano. Por otro lado,  se detalló que “más de la mitad de los habitantes del AMBA considera que su situación laboral es peor o mucho peor que hace un año atrás. Sólo el 7% afirma estar mucho mejor”.

La profundidad de la crisis alcanza ribetes dramáticos cuando se da cuenta de cómo afectó al bolsillo de los trabajadores. El informe del CEM precisó que “el 63%, de los entrevistados,  afirma que no le alcanzan sus ingresos. En el sur del conurbano alcanza al 68%, convirtiéndola en la zona con más dificultades”. Del mismo modo el 41 % consideró que la situación económica del país es muy mala: “Apenas el 1% evalúa la situación del país como muy buena. Sólo el 12% tiene una imagen positiva de la economía”. 

El dato más sensible e impactante es el que puntualizó que “la mitad de los hogares entrevistados disminuyeron la porción de la comida porque no tuvieron suficientes ingresos. En el segundo cordón del conurbano llega al 58%”. Un reflejo dramático de una realidad efectiva que habla a las claras de la desarticulación social impulsada por el Ingeniero Macri:”El  30% de los entrevistados afirma haber tenido hambre por problemas de ingresos. En CABA es el 13%, mientras en el segundo cordón llega al 40 %”. 

La desestructuración del aparato productivo desbarató al mercado interno, desarticuló el tejido social, desmanteló la articulación económica de los sectores populares que son el motor determinante del desarrollo global del país. En tres años, este gobierno, cambió el curso de la distribución de la riqueza. Concentró el flujo de ganancias de capital en manos de sus propias estructuras de poder económico.

La ponderación de la libertad de mercado es la distorsión social de dicha distribución. El canibalismo vampiresco de Macri se desplegó en sus fieles perros operadores: Dujovne, Caputo, Aguad, Dietrich, Frigerio, Peña, Monzó y personeros fantasmales que se condensan en el servilismo mediático como Luis Brandoni, Fernando Iglesias y Yamil Santoro, entre otros esclavos del anti-peronismo.

Durante la década del ’80, Margaret Thatcher, instaló el eslogan “no hay alternativa”. Una frase que repite el empresario Mauricio Macri cada vez que tiene oportunidad. Ese significante es el argumento ostensivo de la adulación ideológica al “libre comercio y la desregulación del mercado como único modo para organizar las sociedades modernas”. Pero en Argentina hay alternativa.

El impulso social del Movimiento Obrero es una herramienta determinante para la erradicación definitiva del neoliberalismo en Argentina, el 2018 ha dado claras muestras del poder de fuego que tiene, aún con sus propias pujas, el sindicalismo nacional.

Los augurios económicos no son los mejores para el 2019. Desde diversos sectores del Movimiento de Trabajadores advirtieron que el año nuevo comenzará con una creciente tensión social. No habrá tregua, adelantaron algunos dirigentes. Es un año electoral. Ello presupone discusión interna y re-alineamientos. Y es un desafío para el campo político. ¿No ha llegado la hora de insertar, de  manera contundente, a representantes de la clase trabajadora en la estructura posible de un gobierno popular?

Ha llegado el tiempo donde sea el sindicalismo el que se beba la sangre de los vampiros. Lo cual implica un cambio de posicionamientos internos ante la realidad. Para ello es necesario impulsar una transformación sustantiva en la CGT. Darle contenido, impulsar un dominio de su propia comunicación, dotarla de referencias sociales actuales, modernizarla para  que vuelva a interpelar, interpretar e identificar a los trabajadores más allá de las conducciones, para que no sea reducida a  un mero relato.

El optimismo del gobierno no se centralizó en el desarrollo de las potencialidades del país. A ellas se las cargó aceleradamente. La satisfacción de su gestión radicó en el beneficio de su propia clase. Esa clase social que menosprecia el trabajo y vive, como parásito, de la labor ajena. Claro que la vemos aggiornada a los nuevos tiempos, es la aliada histórica  del Capital financiero y se rigió, hasta el momento,  por su psicología y andamiaje social. Y que  cada día se repitió  ante el espejo: “Yo soy un desgraciado, soy un bicho raro ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?”. 

 

*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical

 

 

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