Producciones AGN

Boca volvió a ser Boca

Por Gustavo Ramírez

La final del campeonato argentino podría haber sido escrita por Osvaldo Soriano o por el Negro Fontanarrosa. Pero no fue ficción. Ocurrió y a pesar de los nervios y las tensiones obvias del momento se disfrutó. La frase maradoniana, la pelota no se mancha, rebotó con fuerza en los pasillos de la Bombonera y de la cancha de Racing. Independiente y River hicieron lo que tenían que hacer, Racing no y Boca se alzó con su título 73.

Las horas previas al partido estuvieron cargadas de especulaciones que nada tenían que ver con el juego en sí. La lógica mediática entorpece todo análisis porque el juego queda relegado ante las sombras que se ciernen sobre el universo del fútbol. Se podría alegar que no es para menos, apuestas, VAR, fallos arbitrales escandalosos. Sin embargo, lejos de cualquier interpretación romántica, existe un atisbo de luz al final del pasillo. No hay purismo. Lo que se desnuda casi siempre son las operaciones de prensa.

Boca es un justo campeón. Corrió de atrás sorteando situaciones que perecían estar al borde de los extremo todo el tiempo. Sin embargo, con el correr de los partidos el equipo de Ibarra, cuestionado en principio por propios y extraños, encontró ritmo pero también identidad. Es que el equipo de la Rivera sacó a relucir un carácter del cual solía adolecer con conducciones anteriores. Durante los festejos de este domingo le preguntaron al pibe Varela por qué su equipo salió campeón y respondió: “porque tenemos huevos”.

Claro, con huevos solamente no se ganan partidos y mucho menos campeonatos. Por eso, el equipo de Ibarra tuvo por momentos un despliegue de juego superior al de sus rivales. En un torneo de estas características, largo, parejo, de juego intenso, con mucha marca, Boca supo imponer su impronta y su estilo. Hay que hacer una salvedad, jugar lindo, ser lírico, no siempre es sinónimo de jugar bien.

Cuando Ibarra tomó la dirección técnica del equipo ni el más optimista pensaba en un final como este. Es que el que DT llegaba sin laureles, esos que algunos creen necesarios mostrar para hacer fútbol y que muchas veces suelen reflejar más estados coyunturales que proyectos a largo plazo. La suerte de inexperiencia le marcaba la cancha al histórico lateral del club. Por lo general algo que no tenemos en cuenta los hinchas y tampoco los periodistas, es lo que ocurre en el día a día dentro de cada equipo, de cada club.

Boca, en la mentada era Riquelme, parecía adolecer de programa. En realidad, este estaba ahí, solo que no se veía y que lo actores decidieron aferrarse más en el hacer que en el decir. Cuál es ese programa: Recuperar el sentido de pertenencia, la identidad histórica de su juego. Un juego intenso, aguerrido, por momentos frontal y profundo, pragmático, donde cada jugador da un plus en cada disputa de pelota. Esto, por momentos, puede salir mejor o peor, pero es lo que se reflejó en esta etapa que condujo al club a un nuevo título.

La inclusión de los pibes marcó una impronta disruptiva en un club que en otros  momentos se dotó de nombres resonantes más que de jugadores. A pesar de las discusiones, de las tensiones internas, muchas veces sesgadas por las operaciones, y de las críticas que emergieron sobre todo por la eliminación de la Copa Libertadores (como si eso no fuera posible), el Consejo de Fútbol se mantuvo firme y sostuvo sus convicciones. Riquelme marcó el rumbo de la conducción y este condujo a buen puerto.

Boca terminó conformando un equipo contra el cual es muy difícil jugar. Soberbio, paciente, manejador de los tiempos en la cancha, algo que no muchos equipos pueden hacer, que contó con la virtud del trabajo de pegar en el momento oportuno. Este equipo encontró la solides en la unidad del plantel, el cuerpo técnico y la conducción. Básico, pero no siempre tenido en cuenta, Boca se organizó. En un torneo largo como el que disputó, la regularidad fue clave. Con el correr de los partidos Boca la encontró en función de los resultados y el equipo, en todo momento, demostró convicción.

El equipo de Ibarra ganó los partidos que tenía que ganar. Así de simple. Esa es otra caracterización de este Boca. La simpleza. Y eso es lo que transmite el propio Riquelme. Él mismo lo ha dicho en varias oportunidades: El fútbol es simple. Lo cual la mismo tiempo es parte de la identidad de La Boca. Un  barrio humilde, hecho por inmigrantes. Un barrio de trabajo. Popular. Orgulloso de su propia cultura y de su historia. Juan Román comprendió eso. Lo transmitió y los plasmó en su gestión. En silencio. Con bajo perfil. Lejos del ruido que hace la bajeza de algunos periodistas adictos a genuflexión.

Boca salió campeón otra vez porque es Boca. Un equipo humilde. Un equipo. Donde todos tiran para el mismo lado. Lo entendió Benedetto. Lo saben los pibes. Lo gritan las tribunas populares. Y sí, puede ser que no sea un equipo vistoso. Pero que importa, si en la memoria colectiva se impone al figura recia de Pernía. La camiseta mojada de sudor. La foto del Loco Gatti, Brindisi y Maradona, siempre Maradona, embarrados. El olor a Riachuelo. El olor a pueblo.

 

 

 

 

Fotografía: Télam (Maximiliano Luna)

 

24/10/2022

Subir