*Por Gustavo Ramírez
La frecuente exacerbación del escepticismo, en las que muchas veces caen distintos sectores sociales, tiene estrecha relación con la propagación ideológica del régimen de desigualdad que pregona el liberalismo económico. Durante diversos períodos históricos se exaltó la inutilidad de la política para afianzar el dominio socio-cultural y fragmentar los lazos sociales en tanto se ponderaba el universo de lo individual.
Durante este período de crisis sanitaria a nivel mundial la exposición de esa doctrina colonial ha quedado expuesta de manera elocuente. El neoliberalismo comienza a romperse en mil pedazos, sin estar derrotado claro, en la medida que ha dejado al descubierto su pedagogía de dominio. Al tiempo, lo que también se comenzó a resquebrajar, en este contexto, es la idea de seguridad económica para las clases medias siempre aspirantes a mirar más hacia arriba, estirando el cuello, que para su periferia.
Parafraseando a J. G. Ballard podemos decir que tras la crisis del 2008 la clase media experimentó una hipnosis económica que la convirtió en un fantasma lobotomizado. La mirada que esta clase, en su mayoría reaccionaria y en su minoría retardataria, desarrolló sobre el conjunto de la acción política expresa la comunión de ideas implantadas por el liberalismo económico y el republicanismo ideológico. En lo global la mirada que esta clase tiene sobre el resto del conjunto social es un implante cultural que la alejó de su sentido de pertenencia e indentificación primaria. En medio de esta crisis, ostenta su voluntad histórica bajo el lema individualista del sálvese quien pueda, enceguecida en su arrogancia y desesperada, acosada por sus propios temores.
Como contra sentido y contraculturalmente, la clase trabajadora restableció, aun ya desde el inicio del nuevo proceso neoliberal , al menos en Argentina, el “principio de solidaridad”. El mismo se encuentra fundamentado en el corpus general del pensamiento peronista como articulador político de la ética del pueblo y la Comunidad Organizada. Las clases populares nacionales no buscan la refundamentación del proceso liberal que da lugar al contrato social. Por el contrario, han tendido a recomponer los estamentos fundamentales colectivos dentro de la comunidad que integran. Allí entonces juegan un papel preponderante las Organizaciones Libres del Pueblo como vertebradoras de la estructura política y cultural en los territorios. Es en esa acción solidaria donde se instituye el saber colectivo que da cuenta que la organización vence al tiempo.
La demanda salvaje del capitalismo predador impone al individuo un mandato social que éste reproduce permanentemente y tiene que ver con la explotación del Yo sobre sí mismo. La sociedad de alto rendimiento aísla al individuo en la medida que lo sujeta a su propia tiranía y exige el borramiento de la persona, desplanzando su dignidad. Hoy millones de personas que creyeron en este dogma de dominación se encuentran a la deriva, abandonadas. Sufren en carne propia el escarnio del sistema y están obligadas a auto flagelarse, no obstante persisten en su obstinamiento y reivindican el privilegio del Yo. Es decir, aun en la crisis más letal de era la posmoderna, no temen en gestar un fetiche de su egoísmo perdiendo toda conciencia de lo colectivo. De esta manera hacen tronar sus ollas antes que sus pensamientos y traicionan al conjunto social para buscar una salvación personal ficticia.
El Papa Francisco expresó en la homilía de Santa Marta: “Pensemos en el pequeño “Judas” que cada uno de nosotros tiene en su interior: Todos tenemos la capacidad de elegir entre la lealtad y el interés; todos tenemos la capacidad de traicionar, elegir el propio interés. Judas, ¿dónde estás?”.
Pensemos entonces cuales son los sectores sociales que han obrado, históricamente, como Judas. El nihilismo puede obrar como herramienta para justificar la traición. El abandono de los valores que rigen el comportamiento colectivo, que es a su vez el abandono de los compañeros sociales. ¿Cuántas veces en la historia, las clases acomodadas que solo ostenta un poco más que los más pobres, entregaron su voluntad a los falsos valores del Mercado y le dieron vuelta la cara a los más humildes?.
Algo que las clases fariseas no comprendieron es lo que abordó con claridad Perón en su momento: y hoy tiene plena vigencia: “El progreso social no debe mendigar, ni asesinar sino realizarse por la plena conciencia plena de su inexorabilidad”.
En el mentado siglo del individualismo es la clase trabajadora, sus organizaciones sindicales y populares, la iglesia en salida con los curas de la opción por lo pobres, los curas villeros, los mestizos de siempre, la argentina profunda que huele a fábrica, a sudor de trabajo, la que comparte un pedazo de pan, la juventud organizada, los descamisados, los “grasitas”, la ha salido en medio de una pandemia a reivindicar los valores que los han llevado a la felicidad social. Esos valores son los caminos que conducen a la Justicia Social. Una Justicia Social que solo es realizable dentro de la Comunidad Organizada, donde el Eros ontológico es la vida misma, el ser, donde la persona y el trabajo son los núcleos principales del crecimiento social y no un mero recurso humano.
No hay fundamento posible fuera del comunidad: “El hombre puede desafiar cualquier contingencia, cualquier mudanza, favorable o adversa si se halla armado de una sólida verdad para toda la vida. Pero si esta no le ha sido descubierta al compás de los avances materiales, es de temer que no consiga establecer la debida relación entre su yo, medida de todas las cosas, y el mundo circundante, objeto de cambio circundante”. Perón nos persuade a abandonar la caverna de Platón y a situarnos en el mejor de los mundos posibles, donde existe una sola clase de hombres, los que trabajan.
No será el coronoavirus el que promueva las transformaciones políticas que la actualidad demanda. Son nuestras organizaciones populares. En ese camino la elección de Alberto Fernández, aun con errores, ha sido honesta e influyente. La reivindicación y el trabajo conjunto con el Movimiento Obrero y con los Movimientos Populares, es decir con una gran parte de la Organizaciones Libres del Pueblo, apuntan a privilegiar a los más desfavorecidos y a quebrar el paradigma del descarte con la razón y la fuerza de la comunidad. Es una sana señal en este contexto enfermo, patológico.
Como bien señala Dionela Guidi en Perón, la palabra realizada: “Perón propone no es una verdad dogmática, impuesta desde arriba para lograr obediencia, sino enfatiza en la función social de verdades que se hagan carne en los hombres para que sirvan como regulación de las relaciones en sociedad y tiendan a ser el cimiente entre sus deseos, intereses y fines y los de la comunidad. Perón entiende esa verdad como la citada por Scalabrini Ortiz al comienzo de “el hombre que está solo y espera”: “creer: he allí toda la magia de la vida”.
La egoísmo de la oligarquía y sus acólitos de clases acomodadas se los combate creyendo en los que realmente hicieron grande a esta país. No fueron los porteños aferrados al unitarismo leberal, no fueron las familias patricias, no fue la aristocracia banal de los periodistas alcahuetes del poder, no fueron los caceloreros de los “barrios bien”. Fueron los pobres y los hijos de los pobres. Los trabajadores y trabajadoras, formales e informales. Fuimos nosotros.
La historia es testigo, como lo anticipó el General San Martín: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar. No quieren mandar a sus hijos a la batalla. Me dicen que enviarán a tres sirvientes por cada hijo, solo para no tener que pagar las multas. Que a ellos no les importa seguir siendo una colonia. Sus hijos quedan en sus casas, gordos y cómodos. Un día se sabrá que nuestra patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos de nadie”.
la pandemia de coronavirus ha expuesto la miseria de los que siempre se han sentido privilegiados, la comodidad de pensamiento de los que han traicionado a la Patria y a sí mismos. Pero también ha dejado en evidencia que en Argentina hay esperanza y hay esperanza, desde la periferia al centro, como atestiguan los más humildes, porque el peronismo es presente y futuro.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical
08/04/2020