Opinión

El espíritu del parásito

Por Gustavo Ramírez

Hay una práctica pedagógica que se repite constantemente entre los soportes de  propagación del colonialismo cultural y que tiene que ver con la persistente deshumanización del conflicto. En el caso de la pandemia mundial de coronavirus lo que se naturalizó, en primera instancia, fue el anonimato de la muerte. Algo redundante si uno observa, por ejemplo, el tratamiento mediático de la Guerra en Siria. Los muertos son N. N y solo sirven a efectos de la manipulación estadística, son borrados de la realidad efectiva y permanecen solo como una fantasmal advertencia de lo posible.

Esa misma práctica impone el despeje de las realidades colectivas y el ocultamiento de los barrios pobres, en medio de una crisis sanitaria que obligó al confinamiento de la población. En un marco de incertidumbre aguda los periodistas no hemos podido determinar cuál es la pregunta que se debe hacer para develar donde estamos inmersos. El proceso de contra-información se dilucida como un juego de espionaje ampliamente manipulado por los intereses económicos de los grandes capitales. Lo que escasea por estas horas en información veraz. En la medida que se destruye lo que no se informa se elimina el principio de realidad, lo que impera es la desinformación y el desconcierto.

En la era de Tánatos se pondera el valor de lo material como práctica tangible de lo social. Los agentes de cohesión comunicacional distorsionan lo real e imponen una agenda que se aleja de las necesidades reales del pueblo. Vuelcan sus operaciones a la dependencia económica e instalan agendas imperativas que nada tienen que ver con lo que ocurre en las calles. Esto no es nuevo. No debería sorprender, lo que altera los nervios es la ausencia de ética a la hora de respetar el contrato de lectura y generar noticias falsas en medio de una crisis que cuesta vida.

Quienes están al servicio del coloniaje cultural y de la ideología oligárquica desmerecen a la verdad y soslayan el esfuerzo que realiza la clase trabajadora en medio de esta crisis, como en medio de tantas otras. Durante las últimas horas se ha instalado la idea de que quienes realmente la pasan mal, en materia económica, en Argentina son los empresarios. Desde el falso concepto de que es este sector social el que motoriza la dinámica económica del país, con un único soporte, el capital, pretenden naturalizar la pérdida de derechos laborales  que muchos “empresarios” impulsan en este marco.  Es decir, lo que se oculta detrás de estas maniobras y de las lágrimas de cocodrilo de algunos empresarios es  la idea de imponer una flexibilización laboral de hecho que sirva aun para después de superada la crisis. Vale aclarar que esta situación no engloba a todos los empresarios. Basta con ver que los que derraman pena son siempre los mismos.

A pesar  del dictamen del DNU 329/ 2020 del 1° de abril, donde se prohibieron los despidos por 60 días, hubo empresas que no respetaron la normativa e impulsaron suspensiones, despidos y recortes de salarios.La mayoría de los casos fueron registrado en el sector privado. Vale recordar el caso Techint donde 1450 trabajadores se quedaron sin su fuente de trabajo a partir que la empresa decidió no renovarles el contrato. El precedente de este hecho lo plasmó con anterioridad a la pandemia, Vicentin.

Según un informe del  Centro de Economía Política Argentina entre el 15 de marzo y el 15 de abril se relevaron 5380 despidos y 12.343 suspensiones, la mayoría de los casos fueron registrados en el ámbito privado. Según el informe hubo 26.110 suspensiones que sufrieron recortes de salarios. La industria de la construcción fue la que mayor carga de despidos tuvo con un 45 %, mientras que el sector fabril registró un 21 % de despidos y un 45 % de trabajadores suspendidos.

Aun con el arrastre de la crisis de cuatro años de gobierno neoliberal resulta muy difícil pensar que una empresa de magnitud se encuentre en reales problemas económicos en menos de un mes de aislamiento social obligatorio. La observación está más relacionada con obtener ventajas económicas al coto-beneficio que a una perdida estructural de las ganancias.

Por estas horas el Gobierno Nacional amplió los beneficios para las empresas anotadas en Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción, según fuentes oficiales son 420.000 entidades en todo el país, lo que equivale a un 82 % de las empresas. En este contexto el Ejecutivo anunció que se hará cargo  de abonar  50 % de los salarios  del mes de mayo como ayuda complementaria. Una vez más resulta llamativo en número de empresarios que hoy necesitan ayuda salarios, aun más si tenemos en cuenta que el país no se paró en su totalidad   y que la cuarentena, insistimos, lleva casi un mes.

Llama también la atención que en plena crisis macrista estos sectores no solicitaron ninguna ayuda del Estado, ¿será que tal vez corrían detrás de las políticas cambiemitas que los favoreció ampliamente para que ellos maximizaran costos a costilla de su trabajadores?

Una encuesta de Raúl Aragón  da cuenta que el sector más golpeado, en materia económica, ha sido el cuentapropista o autónomo, de ellos  un 30,1 % dijo estar perdiendo ingresos. Mientras que solo un 2,2 % de empresarios  empresarios o emprendedores tuvo que cancelar o postergar proyectos. Del mismo modo solo un 1,1% cerró su comercio o pyme. Por otro lado,  un 61,9% de los encuestados se mostró atemorizado por quedarse sin recursos para subsistir. Un 81,6% se mostró preocupado por la pandemia.

Entonces, ¿cuál es la verdadera crisis que dicen estar atravesando el sector de los que tienen capital en el país? Sin descuidar ninguna situación en particular lo que se ve es un encuadramiento de una porción de empresas detrás de la especulación promovida por los grandes capitales. Esto está demostrado a partir del enunciado de la CGT, expresado la semana pasada: “No podemos permitir que los especuladores de siempre hagan un nuevo negocio con la pandemia”. 

Una vez más el egoísmo del régimen de muerte que representa la oligarquía a través del neoliberalismo pretende imponer la reglas de juego. Esto, como es histórico, lo quieren hacer a expensas de la salud de los y las trabajadoras. A ellos no les importa la Patria porque el capital no tiene fronteras. La única salud que reconocen estos parásitos sociales es la de sus cuentas bancarias. No les importa la vida. Es necesario entonces reconstruir la matriz productiva autóctona con empresarios que piensen en la Patria y en sus trabajadores y dejar de lado el espíritu depredador de salvajes como Paolo Rocca.

Es difícil pronosticar una salida de la crisis. Pero está claro que el plan de gobierno no es con todos. Sobre todo si es como dijo el Presidente, en algún momento de esta grave situación, que se terminó el tiempo de la especulación. No está mal que el Estado esté presente pero se deben establecer prioridades de asistencia y tener cuidad de no caer en la trampa extorsiva de siempre. En este mes no hay empresas fundidas o cerradas. Ese relato debe ser refutado por la realidad. Es curioso, cuando un pobre busca la asistencia del Gobierno se lo descalifica como “vago” o “planero”, cuando lo hace un empresario anti-nacional o una transnacional a nadie se le ocurre gritarle “parásitos”.

Sigue quedando claro que en medio de esta crisis a una densa minoría, que tiene la capacidad política de marcar agenda, no le interesan ni los muertos, no los pobres, ni los trabajadores. A sus agentes tampoco. Tal vez sea el momento de aprovechar el 79,7 % de apoyo que tiene el gobierno en este contexto, para liberar las fuerzas sociales que nos permitan ir hacia la independencia económica. Sobre todo porque también ha quedado en claro que ni los muertos, ni los pobres, ni los trabajadores son fantasmas.

 

20/04/2020

 

 

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