Por Gustavo Ramírez
Las maniobras desestabilizadoras de la oposición canalla se intensifican en la actualidad como la continuidad del plan estratégico elaborado en las usinas ideológicas de la oligarquía desde 1955 hasta la fecha. El anti-peronismo es, antes que nada, el reflejo fiel de ese entramado que condujo el imperialismo británico y estadounidense en el Río de la Plata contra la realización nacional.
Hoy, arropados con los hilos de oro de la vestiduras republicanas, los herederos de la generación fusiladora vuelven a hacer sonar sus joyas en representación de los viejos intereses de los vende patrias. Al peronismo nunca le van a perdonar que el objetivo de su política nacional sea la liberación definitiva del pueblo con el empoderamiento de la clase trabajadora. Vale decir que los métodos utilizados ayer se repiten hoy con la misma articulación discursiva: La infamia como toda y única respuesta política basada en falsas representaciones sociales.
El 5 de octubre de 1955 tras el golpe de Estado, el General Juan Domingo Perón, relató a la agencia United Press los pormenores de su destitución en manos de una minoría violenta que se cargó la vida de miles de compatriotas, no solamente ese 16 de septiembre, sino a lo largo del devenir histórico:
“Estallada la revolución, el día 18 de septiembre la escuadra sublevada amenazaba con el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires y de la destilería de Eva Perón, después del bombardeo de la balnearia de Mar del Plata. Lo primero, de una monstruosidad semejante a la masacre de la Alianza; lo segundo, la destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de cientos de millones de dólares. Con ese motivo, llamé al ministro de Ejército, general Lucero, y le dije: “Estos bárbaros no sentirán escrúpulos en hacerlo, yo no deseo ser causa para un salvajismo semejante”. Inmediatamente me senté al escritorio y redacté la nota que es de conocimiento público y en la que sugería la necesidad de evitar la masacre de gente indefensa e inocente, y el desastre de la destrucción, ofreciendo, si era necesario, mi retiro del gobierno. Inmediatamente la remití al general Lucero quien la leyó por radio, como comandante en Jefe de la fuerzas de represión, y la entregó a la publicidad. El día 19, de acuerdo con el contenido de la nota, el ministro Lucero formó una junta de generales, encargándole discutir con los jefes rebeldes la forma de evitar un desastre. Esa junta de generales se reunió el mismo día 19 e interpretó que mi nota era una renuncia.
Al enterarme de semejante cosa llamé a la residencia a los generales y les aclaré que tal nota no era una renuncia sino un ofrecimiento que ellos podrían usar en las tratativas. Les aclaré que si fuera renuncia estaría dirigida al Congreso de la Nación y no al Ejército ni al pueblo, como asimismo, que el presidente constitucional lo era hasta tanto el Congreso no aceptara la renuncia. La misión de la Junta era solo negociadora. Tratándose de un problema de fuerza, ninguno mejor que ellos para considerarlo, ya que si tratara de uno de opinión, lo resolvería yo en cinco minutos. Llegados los generales al Comando de Ejército según he sabido después, tuvieron una reunión tumultuosa en la que la opinión de los débiles fue dominada por los que ya habían defeccionado. Esa misma madrugada, del 20 de septiembre, fue llamado mi ayudante, mayor Gustavo Renner, al comando, y allí el general Manni le comunicó en nombre de los demás que la Junta había aceptado la renuncia (que no había presentado) y que debía abandonar el país en ese momento. En otras palabras, los generales se habían pasado a los rebeldes y me imponían el destierro”.
Desde entonces, la persecución al peronismo fue incesante, constante y sistemática a lo largo de la historia y siempre bajo el mismo relato infamante pergeñado a través de la colonización del pensamiento. El golpe del ’55 tiene connotaciones ideológicas muy fuertes pero Perón afirmó que “las causas son solamente políticas. El móvil, la reacción oligarco-clerical para entronizar al “coservadurismo” caduco. El medio, la fuerza movida por la ambición y el dinero. El contrato petrolífero, un pretexto de los que trabajan de ultranacionalistas “sui generis””.
A lo largo de sus historia el peronismo sufrió persecución, fusilamientos, exilio, torturas, desapariciones y muerte, en manos de aquellos que sostienen una narración artificial para encubrir sus intenciones criminales. En la actualidad puede observarse esta distinción en la maniqueas declaraciones, pornográficas, de los agentes de la colonia. Sin eufemismo: Juntos por el Cambio continua el plan sistemático de la anti-patria para beneficio de sus socios imperialistas y de su propio status quo.
Mauricio Macri demuestra, en cada intervención que “la soberbia de la ignorancia no tiene límites”; su verbalización desnudad las intenciones de las embajadas de Estados Unidos y Gran Bretaña. Aun cuando algunos crean que estas entidades resultan anacrónicas y de otras épocas. El capital financiero reside allí, es más, se podría sumar a la embajada de Israel, con la que el macrismo, durante su gobierno, tuvo relaciones más que carnales.
El golpe del ’55 pasó a la posteridad como “revolución libertadora” un eufemismo que hoy es sostenido en la narración anti-cuarentena, por ejemplo, como reformulación violenta de la democracia liberal. Esta impronta repite una y otra vez el mismo el mismo sofisma aleccionador, lejos de la realidad popular y desoyendo el clamor de la voluntad mayoritaria.
“El único gobierno fuerte es el del Pueblo”, eso es lo que se niegan a comprender los fariseos actuales y lo que no le perdonarán jamás al peronismo. Perón sostuvo: “Los que llegan con sangre con sangre caen. Su victoria tiene siempre el sello imborrable de la ignominia, por eso los pueblos, tarde o temprano, terminan por abominarlos”. El mensaje del General tendría que ser tendido en cuenta por aquellos que como Macri, Larreta, Patricia Bullrich, entre otros, levantan las banderas de la dominación y la muerte, en sus proclamas anti-pueblo y vende Patria.
El peronismo, igual que ayer, hoy es el futuro.
16/9/2020