Opinión

José Ignacio Rucci: Zamba por vos

Por Gustavo Ramírez

“Hay un hambre que es tan grande como el pan y es la de la injusticia, la de la incomprensión”
Enrique Santos Discepolo

 

Después del golpe de 1955 Perón dejó en claro que un nuevo modelo de confrontación ideológica se daba en el país: La infamia. Desde allí, por derecha y por izquierda, se edificó parte de la pedagogía del sometimiento como columna vertebradora del sistema que propició la destrucción de los cimientos nacionales.

De manera canallesca, los sicarios de la oligarquía y sus ratones de laboratorio, instituidos en una izquierda lánguida y de vuelo corto, compartieron premisas ideológicas para infamar al peronismo, precisamente como ese hecho maldito que empoderó para siempre a los pobres y a la clase trabajadora.

Las figuras históricas del peronismo fueron también vapuleadas por esa permanente y sistemática malversación discursiva que infamó a íconos de la resistencia y lucha social durante muchos años. La permanente e incesante búsqueda de la destrucción de los grandes símbolos peronistas, apuntó a borrar de la memoria colectiva todo lo que el peronismo representó y representa.

Allí se inscribe la figura de José Ignacio Rucci. Aun cuando su trayectoria militante estuvo signada por la ética orgánica de su lealtad a Perón y a sus bases sindicales, los depredadores ideológicos, se encargaron de vituperar su biografía transvalorando el sentido histórico concreto que su existencia tuvo como significado de reivindicación popular.

Rucci, tanto como Isabel Perón, fueron víctimas de un relato histórico que se sirvió de la pedagogía del imperio para desnaturalizar el proceso de liberación nacional iniciado por Perón en 1945. José Ignacio fue un actor preponderante en esa sostenida e inquebrantable lucha y el artífice de la recuperación de los valores sindicales asignados en la gestación por el regreso del General exiliado.

El ataque a Rucci fue y es un ataque a Perón y un agravio al pueblo trabajador. Es el mismo desprecio que demuestra la oligarquía por el Movimiento Nacional, configurando un escenario de círculo vicioso con el cual pretendieron demonizar al sindicalismo para desarticular al peronismo. El asesinato de Rucci dejó al desnudo que hubo un sector de la izquierda que había perdido la brújula y terminó siendo funcional a los intereses de la anti-Patria.

 

Zamba por vos

“La historia no es una ciencia; es el arte de mostrar una cara limpia y esconder un culo siniestro”
Leopoldo Marechal

Rucci llegó a la conducción de la CGT en medio de un fuego cruzado que complejizó la realidad concreta. No obstante, a pesar de las dificultades manifiestas, el dirigente metalúrgico salió hacia adelante con una política activa que promovió un plan estratégico para reconfigurar el mapa social nacional.

La llegada de Rucci a la conducción de la CGT fue disruptiva e inauguró un ciclo que tendrá continuidad en liderazgos como los de Saúl Ubaldini y Hugo Moyano. La central Obrera no podía ser solamente un organismo de reivindicación salarial global, además tenía que pugnar en la discusión política y social, con un objetivo central en ese entonces: Propiciar el regreso de Perón al país para consagrarlo nuevamente presidente.

El Secretario General de la CGT definió su política en un Documento que sorprendió “al ambiente político y económico de la época”. Algunos pensaron que lo de Rucci era un mero diagnóstico para reclamar aumentos salariales. Sin embargo, en la redacción del texto se plasmó el espíritu de un plan que retomaba las banderas de las  62 Organizaciones Peronistas “casi olvidadas desde la reunión de La Falda en 1957”.

Allí se interpeló al pueblo enarbolando “un proyecto revolucionario que devuelva a la República su perdido estilo de grandeza y le permita recrear una convivencia generosa y solidaria”.

El Documento de la CGT, redactado por el propio Rucci, proponía: La nacionalización de la banca, el comercio exterior y el seguro; la conformación de un Banco Nacional para ejecutar el financiamiento y la comercialización de la producción exportable; reforma agraria, en el marco de un principio peronista  que  “la tierra sea para el que la trabaja”. Se reclamaba la creación de un impuesto para la renta potencial de la tierra, liquidación de latifundios improductivos; defensa de la industria nacional frente a la competencia de productos extranjeros. Entre otras cuestiones.

El derrotero de la Rucci en la CGT no se dio, obviamente, de manera lineal. Las fragmentaciones internas atentaban contra la unidad que buscaba el dirigente metalúrgico. No obstante, su inteligencia y su óptima capacidad de maniobra propiciaron un mapa sindical que lentamente comenzó a comprender el objetivo principal de la de la Central.

Un canto de la época reflejaba parte del espíritu que se vivía en algunos auditorios sindicales:

“Vandor está en el cielo, Rucci en la pomada y dentro de tres meses, Perón en la Rosada”.

Entre represión, persecución y difamación, Rucci persistió en su plan, aun contra voluntades internas de las disputas que se desarrollaban en el seno del Movimiento Sindical: “Cumpliremos inexorablemente el plan de lucha programado por la CGT, a pesar de los intereses que traten de medrar con la necesidad de los trabajadores. No tenemos propósitos partidistas, sino que los trabajadores están nutridos por un gran movimiento popular”, expresó convencido, Rucci durante un acto en una jornada de lucha nacional.

Estas partículas de la historia parecen ser arrastradas por el viento de los que agitan los fantasmas de la infamia. El impulso de la desmemoria es la pretensión ideológica de adaptar los procesos históricos al deseo sectorizado. La propulsión de la ignorancia es un acto de funcionalidad a favor de los intereses del anti-pueblo.

Desde el alma

“Aquí están nuevamente mis hijas a mi lado;
he colgado los cuadros, he juntado mis libros,
he conquistado el pan otra vez y he llorado
por cierto, tantas veces mas, también he vivido
Alfredo Zitarrosa

En septiembre de 1973 Perón mantuvo un encuentro con las juventudes políticas, allí se hicieron presentes los referente Montoneros, Mario Firmenich y Roberto Quieto, allí el líder del Movimiento Nacional les dijo:

“Yo he visto que atacan a la organización sindical; y eso es injusto. La organización sindical no ha actuado (en el pasado) porque yo le he dicho que no actúe. Ellos han cumplido perfectamente la orden que yo les he dado. ¿Por qué iban a actuar para destruirse, ocupar fábricas y poner a la organización para que la interviniera la dictadura militar?”.

En esa reunión Perón dejó en claro que contaba con el apoyo de los gremios peronistas y que allí él se iba a recostar para organizar al Movimiento y al país:

“No deben jugarse en una aventura generacional y que pueda conducir a un desastre en el que ustedes mismos (los jóvenes) se van a matar unos, como han empezado ya algunas veces a hacerlo. Eso es lo que hay que evitar. Hay que ir creando los seguros y reaseguros necesarios para que la juventud sea verdaderamente una juventud de emergencia, pero en su momento”.

Tras ese encuentro fue elocuente el mensaje que plasmó públicamente Firmenich: “El poder político brota de la boca de un fusil. Si hemos llegado hasta aquí ha sido en gran medida porque tenemos fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas”.

Las expresiones eran un claro desafío al mandato de Perón y preanunciaban lo que estaría por venir. Un mes antes Rucci sellaba el acuerdo, que él mismo llamó, “Pacto Isabel Perón”. El mismo era un convenio alcanzado con el Ministerio de Bienestar Social por el medio del cual a partir del 1 de septiembre, se aseguraban las vacaciones gratuitas para “jóvenes de entre 10 y 18 años en hoteles sindicales de todo el país y por siete días, con beneficios de descuentos en caso de optarse por más días”.

En ese acto Isabel Perón manifestó que “la tarea que se está realizando es tan profunda, tan patriótica y tan honesta que, repito, creo que no existen palabras para hacerlo. Pero sí quiero agradecer en nombre de la Fundación “Eva perón” y en nombre de todos los niños desposeídos del país, de todos estos niños que durante estos días he podido ver con el agua hasta las rodillas, y he podido apreciar cuanta fe tienen en el Gobierno Peronista, agradecer, digo, y expresas a todos los compañeros trabajadores, que me siento profundamente orgullosa de estar aquí, ya que ésta es la primera vez que tengo el honor de pisar este recinto de la histórica CGT”.

En ese mismo acto Rucci respondió: “Recuerdo, compañera Isabelita, que cuando el actual consejo directivo se hizo cargo de la central obrera, se impuso una línea de conducta que no sufrió ningún tipo de desviación durante sus tres años de ejercicio. Lo primero que dijo este consejo directivo, a través de su Secretario General, era que la CGT se proclamaba peronista y estaba al servicio del único líder, el General Perón”.

De cierta manera estas declaraciones y el apoyo que la CGT le brindó al pacto social llamado por Perón, significaron para Rucci su sentencia de muerte por parte de las organizaciones armadas que no lograban dimensionar la estrategia propuesta por quien sería el nuevo Presidente de los Argentinos un año después. No obstante, El titular de la CGT se mantuvo firme en sus principios y no claudicó.

En el nombre del Padre

“Tantas veces me mataron
Tantas veces me morí
Sin embargo estoy aquí resucitando”
María Elena Walsh

El 24 de septiembre de 1974 Perón convocó a Rucci a una reunión a solas. Allí el flamante presidente le comunicó: “Rucci, yo no puedo empezar una nueva gestión con ese Consejo Directivo de la CGT. Le ruego solicite la renuncia de todos, incluida la suya. Yo no puedo empezar una gestión con dirigentes desprestigiados. A usted lo voy a reivindicar, pero a los otros no”.

La inmediata respuesta fue “General, mi renuncia ya la tiene, voy por las otras”. El desgaste de una puja intestina hizo lo suyo. La erosión para la conducción de la CGT, en medio de una lucha interna, era notorio.

Después, después todo ocurrió muy rápido.

La primera bala dio directo en la yugular, eso le produjo la muerte. La balacera lo hizo caer boca arriba. Se ha escrito mucho sobre el móvil y sobre los autores del asesinato de José Ignacio Rucci. Tal vez lo más justo sea decir que lo mataron por su lealtad a Perón y con su muerte enviarle un mensaje a Perón. En todo caso, su muerte, fue un plan ejecutado para desestabilizar a su gobierno e imponer condiciones.

Pero el asesinato de Rucci no tuvo el efecto deseado por las organizaciones armadas. Fue el principio del fin para las mismas y selló el definitivo desprecio de Perón por estas formas de entender la política. Pero la muerte de Rucci abrió un espiral de violencia que no pudo ser contenido y puso en riesgo de liberación nacional. La Conducción Nacional de Montoneros, una vez más, actuó de espaldas al pueblo y al mandato popular.

“Me mataron al hijo”, le dijo Perón a la esposa de Rucci en su velatorio. Tal vez, la muerte del sindicalista haya acelerado el proceso de deterioro de la salud del General. Crónicas de la época los describen simplemente como abatido y desolado.

Rucci abrió una nueva instancia para la Central Obrera, fue un cuadro sindical que se forjo en la lucha, en la resistencia y bajo las luces de la Doctrina Peronista. Su lealtad lo llevó a ser único y logró lo que hasta el momento no se había logrado: “poner a la CGT al servicio de la vuelta de Perón”. Con esa bandera enfrentó a los poderes de turno y hasta confrontó con sus propios pares.

Rucci se forjó en la escuela de los pobres, conoció, como hombre del interior, la explotación de campesinos y obreros por igual y la padeció en carne propia, padeció la persecución y la cárcel, pero militó incansablemente, sin rendirse y aun con contradicciones, por un solo objetivo: La vuelta de Perón que era en definitiva la felicidad del pueblo.

La historia escrita por los personeros del anti-peronismo suele ser muy injusta con los mártires del Movimiento Nacional. Por derecha y por izquierda imponen la infamia como respuesta política. Rucci, como muchos otros dirigentes, fue inscripto en la larga lista del olvido por los fariseos intelectuales que escriben en nombre de la historia liberal.

El asesinato de Rucci no fue uno más, inscribe en las canallescas páginas de la historia que levantan los enemigos internos y externos del Movimiento Nacional, los mismos que pregonan y elevan a universal categórico la infamia contra el sindicalismo peronista.

Rucci peleó en el nombre del padre. Su convicción, su fanatismo y su solidaridad, manifiestan la trascendencia de los militantes peronistas que no abandonaron los principios del justicialismo en nombre de falsas reivindicaciones. José Ignacio Rucci fue en definitiva un pastor con olor a oveja.

 

 

 

 

Fuentes bibliográficas consultadas por el autor: José Ignacio Rucci, de Luis Fernado Beraza. María Estela Martínez por siempre de Perón, de Diego Mazzieri.

 

25/9/2020

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