*Por Gustavo Ramírez
El pensamiento histórico suele presentarse como una temporalidad lineal para el sentido común social. Las manifestaciones de las tensiones internas, en cada Movimiento, son reducidas a espacios temporales que se adecúan a la narración imperante a la coyuntura política particular. Por derecha y por izquierda se ha tratado de desarticular la historia del Movimiento Obrero y se ha pretendido desubjetivar a sus hombres claves como protagonistas esenciales de los procesos socio-políticos y culturales de nuestro país.
Saúl Ubaldini es un nombre fundamental en la reconstrucción del sindicalismo nacional. Su liderazgo trascendió el molde social de su trayectoria gremial y sintetizó el flujo de conducción sindical como evolución permanente de la resistencia, de la lucha y la construcción política. Sin embargo, su imagen quedó resumida, para una gran porción de la mentada opinión pública, como el dirigente que le realizó 13 paros nacionales a Raúl Alfonsín. Esa afirmación conlleva, en su literalidad, la expresión ideológica de un modelo político que asumió como propia la cruzada anti-sindical, expuesta con anterioridad por los sectores conservadores de la esfera política. La negatividad de la connotación representa la exposición contundente de la pretensión liberal de borrar y vaciar de contenido todo vestigio de identidad social para de la clase trabajadora.
El flujo de condensación político-ideológica del alfonsinismo victimizó al mandatario y demonizó al dirigente sindical en una linealidad -ficcional – pero efectiva del proceso histórico. El significante vacío propuesto por el alfonisinismo lo exime de tener que dar explicaciones sobre la gestión de gobierno en el período 1983-1989. Lo exculpa de su condición anti-naciolista y anti-sindical e intenta fortalecer el mito de Alfonsín como padre de la democracia. De la misma manera, esa noción intransigente del relato Radical, excluye la discusión del rol de sus dirigentes desde 1974 a 1989.
La eliminación de la identidad histórica es el vacío de la memoria. Por eso las luchas sindicales son borradas del programa educativo, donde se prescinde de la concepción política del sujeto trabajador como motor social de la resistencia política. Ubaldini es, en parte, representante de los hombres del Movimiento Obrero que se opusieron a la Dictadura Cívico Militar, por ejemplo. Es decir, su biografía social no se estanca, ni comienza, con los 13 paros a Alfonsín. Por el contrario, existe una presencia constante en la reivindicaciones populares como marco de su coherencia de acción y de pensamiento.
“Sin saber lo que el régimen tenía planeado, en vísperas de la toma de Malvinas por parte de las Fuerzas Armadas, la CGT se preparó para organizar una pelea directa. En efecto, en marzo de 1982, Ubaldini llamó a todos los sectores del país para que convergieran en Plaza de Mayo el día 30. Decenas de miles de personas (los cálculos varían entre 180.000 y 250.000 manifestantes) respondieron a la convocatoria para exigir el retorno a la democracia. No sólo se cubrió en su totalidad la Plaza de Mayo, sino que además decenas de miles de trabajadores y militantes políticos se volcaron a las calles de varias otras ciudades del país. La movilización generó una severa represión, con miles de detenidos, heridos y hasta un muerto en la Provincia de Mendoza, el compañero José Bendicto Ortiz, de 53 años, trabajador de la fábrica de cemento Minetti, militante y Secretario General de AOMA, la Asociación Obreros de la Minería Argentina”, registró el periodistas Claudio Díaz en su libro El Movimiento Obrero Argentino, historia de lucha de los trabajadores y la CGT. Este párrafo es citado en esta nota porque condensa el concepto global de la lucha encabezada por Ubaldini y acompañada por la mayoría del Campo Sindical.
Es necesario prescindir del sentido común, despojarse de la visión ideológica de la historia, para comprender en profundidad el rol de la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales en los procesos de lucha y resistencia de nuestro país. La barbarie neoliberal ha intentado desarticular el realismo social con los elementos del realismo capitalista. El dominio de la reproducción ideológica, a través de diversos mecanismos estructurantes, ha pregonado el Fin de la Historia como la sucesión de vacíos relacionales. Ello sirvió para demonizar y criminalizar a la dirigencia sindical en la medida que se propuso su destrucción.
No es casual que el actual gobierno, con características análogas a sus predecesores de la Dictadura y del alfonsinismo, se embarque con mayor virulencia en la defenestración del Movimiento Sindical Nacional. La ruptura de la identidad histórica, el borramiento de la identificación social es una pretensión constante por desmantelar los lazos solidarios, la construcción política y el andamiaje socio-cultural del Movimiento Obrero y por ende de clase trabajadora. El capital necesita vasos comunicantes de su propia estructura por donde pueda fluir su dominio y ese flujo no puede encontrar resistencia. Esa dique de contención, en nuestro país, es el Movimiento Sindical.
La vigencia de Saúl Ubaldini, aún con sus contradicciones a cuestas como lo fue su aval al gobierno de Carlos Menem en su momento, está en la solidez de su conducta en defensa de los intereses de su clase: La de los hombres y mujeres que trabajan. Ya no se trata del deber ser sino el Ser para la comunidad organizada donde la clase trabajadora se realiza. Ubaldini fue parte de ese paradigma que sostuvo la política de la Justicia Social con el sindicalismo en disputa constante con los espacios de poder. Allí hay otra consagración del Movimiento Obrero peronista: El sindicalismo también lucha por espacios de poder y eso para el pensamiento clásico, que dirime sus condicionamientos estructurales en las fantasías ideológicas, es una afrenta imperdonable.
El fundamento histórico y político de Ubaldini está en las veinte verdades peronistas. Su legitimidad histórica se encuentra en su base. Son los trabajadores los que empoderan a sus dirigentes y no los consignatarios de la política. Por ello muchas veces Ubaldini fue vituperado y arrojado a los leones de la historia por los enemigos de la clase trabajadora.
Paz, pan y trabajo. Lucha, dignidad y Justicia Social. Ubaldini superó el estigma de la conducción personalista. No fue ni excluyente, ni sectario. Comprendió la necesidad imprescindible de tener una CGT sólida, firme y fuerte, para contener al sindicalismo nacional y desde allí confrontar con los enemigos de los trabajadores. No necesitó el mármol de la historia, elevado por encima del pueblo, para perpetuarse en la memoria colectiva. Fue un hombre de trabajo, un hombre de Perón, un imprescindible.
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical.