*Por Maximiliano Albornoz
Argentina se encuentra en una encrucijada económica histórica. Por un lado, tiene la inflación más alta de Latinoamérica y posiblemente del mundo. Esta patología destruye el cálculo económico, empobrece a los sectores bajos y medios y desincentiva la inversión productiva porque destruye el ahorro.
Por otro lado, las tasas de interés nominales crecen a la par de la inflación mientras que las tasas reales son fuertemente negativas. Esto estimula la inversión especulativa de los inversores nacionales minoristas (a través de los plazos fijos) y de los mayoristas (a través de los bonos y títulos del gobierno) pero castiga a los acreedores porque se les licua el patrimonio.
La inestabilidad de los grandes precios de la economía, el tipo de cambio de cambio real y las tasas nominales de interés generan un gran descalabro económico en la toma de decisiones de corto, mediano y largo plazo. En economía un precio es el valor que la sociedad le otorga a un bien o un servicio que depende del costo de los factores productivos empleados, los impuestos pagados, el margen de ganancia y su escasez y abundancia.
El precio del dinero es el interés, es decir, lo que se paga por cada unidad de dinero tomado a préstamo. Las altas tasas de interés de la actualidad se explican de forma muy simple. Hay muchos pesos en circulación, por lo tanto, su valor es muy bajo (el deterioro del poder de compra de la moneda). Ley de la oferta y la demanda. Además, dado que existe una relación inversa entre el precio de un activo y la tasa de interés, cuando cae su precio, sube la tasa de interés. Es lo que sucede en Argentina.
Lo más grave, es que cuando la alta inflación es una cuestión crónica, como sucede en Argentina, y las tasas de interés son en el largo plazo muy altas o exorbitantes (100 % a 200 % anual) mientras que en el mundo no exceden el 5 % u 10 % anual, la inversión productiva se derrumba. Esto explica porque la relación inversión /ingreso se ubica en orden del 16 % en Argentina, que para un país de ingreso medio es muy bajo.
Países en situación similar, en su etapa de despegue o expansión (Japón en los años cincuenta, Corea del Sur en los setenta y ochenta y China durante los noventa y primera década del dos mil) invirtieron más del 40 % del ingreso. La relación es simple: sin inversión productiva no hay crecimiento sostenible en el tiempo. No hay fórmulas mágicas para el crecimiento mientras se es un país de ingreso bajo o medio. No se puede bajar la pobreza sin crecimiento, al contrario, es una ley natural que esta suba.
Argentina invierte poco, 16 % del ingreso, y además mal, porque ese mísero valor se concentra en bienes raíces y propiedades, es decir, en variables stock, que benefician a los más ricos del país. Un fenómeno que acá es muy preocupante pero que es mundial. Como señalan los datos del economista francés Thomas Piketty, actualmente el 10 % de la población del mundo concentra el 80 % de los activos (stock) y el 50 % del ingreso (stock).
El tipo de cambio real es un precio relativo que nace del cociente entre los precios de los bienes transables (bienes que pueden ser comercializados internacionalmente, sea exportados o importados) y los bienes no transables (aquellos que no pueden ser comercializados en el exterior, como el corte de pelo, los masajes y el corte de pasto).
Cuando los países son de ingreso bajo y medio, el tipo de cambio debe ser alto para estimular las exportaciones y fortalecer el crecimiento económico. En cambio, cuando un país es rico y tiene un alto ingreso per cápita, dado que los servicios suelen ser muy caros, es normal que el tipo de cambio real sea bajo.
A modo de exagerar, establezco las dos grandes leyes del desarrollo en el capitalismo periférico para países de renta baja y media:
Primera Ley. Las tasas de interés tienen que ser necesariamente bajas para fomentar la inversión productiva y desincentivar la inversión especulativa. Sin ahorro, no hay inversión. Sin inversión no hay crecimiento económico. Sin crecimiento se multiplica la pobreza y el conflicto social.
Segunda Ley. El tipo de cambio real debe ser muy alto para estimular las exportaciones. Esto implica que el precio de los bienes no transables debe ser necesariamente más bajo con respecto al precio de los bienes transables. Es decir, la baja inflación es una condición necesaria para garantizar este proceso durante la transición de país de renta media hacia altos ingresos.
De la misma manera, exagerando, establezco las dos grandes leyes del subdesarrollo o del empobrecimiento de los países de ingresos medios y bajo:
Primera Ley. Si las tasas de interés son altas o exorbitantes, se estimula la inversión especulativa, “la economía del casino” (1), se reduce la inversión y se debilita el crecimiento. Aumenta la pobreza y el conflicto social permanente.
Segunda Ley. Si el tipo de cambio real es bajo, el precio de los bienes no transables es muy alto con respecto a los bienes transables, de manera que la importación es una consecuencia natural debido a la necesidad de bajar el precio de los segundos. La apreciación cambiaria reduce el crecimiento, deteriora la balanza de pagos y destruye los empleos de media y baja productividad.
Estas dos grandes leyes del desarrollo en el capitalismo periférico, en su versión positiva y negativa, para el caso de Argentina se retroalimentan de otros hechos estilizados, regularidades empíricas, que empeoran la situación y nos llevan a una situación de urgencia.
Por un lado, Argentina es uno de los principales productores de alimentos del mundo, de hecho, produce alimentos para 400 millones de personas, pero somos apenas 48 millones y por lo menos 24 millones están debajo de la línea de pobreza. El principal condicionante de la pobreza es el costo de la comida, en especial de la carne y el trigo (un kg de carne vacuna cuesta 6 dólares).
Se dice que la escasez sucede cuando las necesidades son superiores a los bienes económicos. En términos alimentarios, sucede lo contrario en Argentina, hay abundancia de comida con pobreza, indigencia y desnutrición. Dos caminos. O hay que quemar todos los manuales de economía de la historia y arrancar de cero, o hay que contar a los hijos de puta que tenemos adentro del país y sacar conclusiones.
Por otro lado, la vivienda está cotizada en dólares cuando los salarios se cobran en pesos, siendo el salario mínimo de US$ 183 dólares y el promedio de US$ 500 dólares, ambos por mes. Con esta estructura salarial, la vivienda propia es una utopía, una quimera y la lucha por la tierra, especialmente en los barrios periféricos se puede transformar en una cuestión de vida o muerte, como está sucediendo con los incidentes en La Matanza.
Volviendo al tema de la escasez, Argentina tiene el octavo territorio del mundo con un déficit habitacional enorme. Sobran tierra e hijos de putas. Dada la abundancia de tierra y la escasez de personas, la vivienda debería estar regalada, como señala la teoría de la oferta y la demanda.
Pasando de lo importante (los párrafos anteriores) a lo urgente (los próximos párrafos), se analizan las cuentas públicas. Argentina ingresa al 2024, según el gobierno, con un déficit fiscal consolidado del 15% del PIB, donde el 10% le corresponde al Banco Central (déficit “cuasi fiscal”) debido a las “Lebacs” y “Leliqs” que se emitieron en las últimas décadas y que están en manos de los bancos, las grandes empresas e inversores. Lo urgente es resolver este problema financiero y que el ajuste recaiga, una vez en la vida, en el 10% más rico, que en realidad no llegaría a un ajuste, sino a la pérdida de una porción muy pequeña de su riqueza y activos.
Dado que es tan grande la concentración de activos, tanto en Argentina como en el mundo, impuestos a la herencia y al patrimonio deberían crecer en proporción en detrimento de los impuestos al trabajo y al consumo, y especialmente, con la reducción del impuesto inflacionario, que es el único que toda la sociedad paga sin consumir bienes y afecta exclusivamente a los sectores de ingresos medios y bajos.
Sin baja inflación no hay posibilidad ni de crecimiento ni desarrollo. Es la condición necesaria para cualquier programa de estabilización, sea gradual o de shock. Argentina es uno de los países del mundo con el efecto “Pass-Through”, el traslado de una devaluación a los precios, más alto.
Con independencia de las causas reales de la inflación (la biblioteca se divide en dos partes), la estabilidad cambiaria es otra condición para el caso de Argentina debido a su elevado grado de dolarización implícita y en los principales bienes de la economía, la comida, la vivienda y la energía.
Mirando los niveles de concentración de la riqueza y el ingreso, la humanidad está transitando “La era de la hijaputez humana”, parafraseando al historiador británico, Eric Hobsbawm con sus trilogías (La era de la revolución, la era del capital, la era del imperio).
1-Término propuesto por el economista Eduardo Conesa.
*Economista. Profesor universitario, investigador y autor de libros y artículos académicos publicados en revistas con referato.
18/1/2024