Por Redacción
Jorge Ignacio García Cuerva asumió como nuevo Arzobispo de la Arquidiócesis de la Ciudad de Buenos Aires y primado de la Argentina con una ceremonia religiosa que se ofreció el último sábado en las puertas de la Catedral Metropolitana. La asunción contó con la presencia del Presidente de la Nación Alberto Fernández, así como con miembros de Gabinete del gobierno nacional.
En ese contexto, García Cuerva prestó su profesión de fe y juramento de fidelidad, se le impuso el palio arzobispal que le había sido entregado por el Papa Francisco el 29 de junio último, en el Vaticano. La Misa fue concelebrada por por el arzobispo emérito de Buenos Aires, cardenal Mario Poli; el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, los cardenales electos Víctor Fernández de La Plata); Ángel Rossi, Córdoba; Luis Dri, Confesor en el Santuario Nuestra Señora de Pompeya y monseñor Oscar Ojea presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
En su homilía de inicio pastoral, el nuevo Arzobispo de Buenos Aires señaló: ” hoy estamos llamados a reconocer que, entre nosotros, hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: las familias que siguen llorando a los más de 16.000 fallecidos por Covid en la ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen “malabares” buscando llegar a fin de mes”.
“Frente a una realidad tan compleja, donde la impotencia parece tener la última palabra y el “sálvese quien pueda” puede volverse un canto de sirenas, el evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad”, agregó.
Asimismo, García Cuerva enfatizó que “no podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza. ¡Cuánta necesidad tiene nuestra ciudad, nuestra sociedad, nuestra Iglesia diocesana de ver esas manos tan distintas sosteniendo juntas esa camilla que reclama esperanza! La fe de estos hombres, se concretizó en ese gesto de querer trabajar juntos, y despertó un mensaje profético para el Cafarnaúm de aquel tiempo y para el Buenos Aires de hoy”.
Del ismo modo, alegó: “Es primordial cuidarnos de la sutil atracción de las confabulaciones, del aparente regocijo del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por detrás; y mucho menos de aquellos que se animan a jugarse la vida y hacer algo por los demás. No seamos, como esos escribas, que descalifican a Jesús, (recordemos que lo acusan de blasfemo) (Mc, 2, 7); no fomentemos la profundización de la grieta, a la que, me escucharán siempre decir que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo”.
En tal sentido resaltó que “el Evangelio de Jesús nos seguirá convocando. Es Buena Noticia, es mensaje de liberación; es mensaje de ternura y compasión; porque conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obra es nuestro gozo. Entonces, dejemos que, hoy y siempre, nos renueve en la misión”.
Por último, Moseñor García Cuerva expresó: “Nosotros también nos queremos seguir jugando la vida por la Buena Noticia de Jesús; ¡entonces no le tengamos miedo al futuro!, ¡Atrevámonos a soñar a lo grande!, que el chiquitaje no nos gane, y no nos consolemos con vuelos rastreros. Volemos alto y soñemos en grande”.
17/7/2023