Por Gustavo Ramírez
“Siempre estarán los que quieran estar/ solo saldrán los que quieran romper”
Las Pelotas
En una misiva a Mitre, Sarmiento le aconsejó que “no trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”. Como remedo de esa figura poco retórica, en 2018, Patricia Bullrich, por entonces Ministra de Seguridad, mandó a la Prefectura a reprimir, dentro de la empresa, a los trabajadores de Tandanor que reclamaban contra los despidos que propició la coalición de gobierno encabezada por Mauricio Macri.
17 de noviembre de 2021. Lucas González y sus compañeros Joquín Zúñiga, Julián Sala y Niven Huanca, regresaban de entrenar en el club Barracas Central a sus casas, en Florencio Varela. Un auto Nissan Tiida de la Brigada de Investigaciones de la Comuna, ocupado por cuatro miembros de la policía de la Ciudad los interceptó con el objetivo de detenerlos. Los pibes se asustaron ante la maniobra brusca de los agentes. Trataron de evadirlos. Los canas los persiguieron y a penas pudieron le dispararon a matar.
El cuerpo de Lucas, como demuestran las pericias, mostraba la violencia de los hechos. Los forenses determinaron que había sido asesinado por un disparo en la cabeza. Los pibes Zúñiga, Salas y Huanca, fueron víctimas de dos policías que los torturaron, al mismo tiempo que la corporación represiva intentó hacer pasar el hecho como un enfrentamiento. El último martes Gabriel Alejandro Isassi, Fabián Andrés López, y Juan José Nieva fueron condenados a prisión perpetua por homicidio quíntuplemente agravado.
Como arenas en movimiento: El 1° de febrero de 2018, Bullrich y Macri, recibieron a Luis Chocobar. El policía mató por la espalda a Juan Pablo Kukoc, un asaltante que en 2017 apuñaló a un turista estadounidense en el barrio de La Boca. En esa reunión, la ex Ministra de Trabajo de la Alianza, afirmó que el agente “actuó en cumplimiento de su deber de Policía y así debe ser interpretado. Queremos defender a los Policías que cuidan a la gente y no que terminen acusados o presos”.
En 2021 el Tribunal Oral de Menores 2 de la Capital Federal condenó a 2 años de prisión en suspenso al policía Chocobar. Al conocerse la condena, la titular del PRO declaró: “Esta sentencia condena a toda la sociedad: ¿qué policía va a querer actuar sabiendo que terminará juzgado? Lamentablemente, el relato pudo más que la verdad”.
Hace unos días nada más, el intendente de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta en un acto de campaña pidió “terminar con el kirchnerismo para siempre”. En un hecho paradójico, luego de los hechos represivos vividos en Jujuy donde las y los manifestantes populares fueron heridos por la violencia policial el Gobernador radical, Gerardos Morales acusó al gobierno y los responsabilizó por su propio afán autoritario: “Dejen de infiltrar violentos pagados con planes en nuestro pueblo. Nosotros siempre vamos a defender la paz y el orden”.
En 2022, días previos al atentado contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, Larreta militarizó Barrio Norte. El dispositivo policial que se montó rodeó manzanas enteras. Policías de civil se infiltraron entre las y los manifestantes. Uniformados filmaban a las y los militantes. La actitud policial siempre fue amenazante, intimidatoria. Querían ver corre sangre. Casi lo logran.
El viento parece soplar para un solo lado cuando se trata de alinear las ideas y los programas que profesan los exponentes de la violencia política en Argentina. Este miércoles, el presidente de Estado Unidos, Joe Biden, luego del encuentro que mantuvieron los miembros del Consejo Ucrania-OTAN, declaró: “Esto inicia un proceso por el cual cada una de nuestras naciones y cualquier otra que desee participar negociará compromisos bilaterales de seguridad a largo plazo con y para Ucrania. Vamos a ayudar a Ucrania a construir una defensa fuerte y capaz por tierra, mar y aire. Será una fuerza de estabilidad en la región y disuasoria frente a todas y cada una de las amenazas“.
Detrás de la violencia institucional, patrocinada por la coalición opositora, existe un programa que implica la imposición de un proyecto civilizatorio elaborado en los laboratorios sociales del Atlántico Norte. La narrativa política no solo que los identifica sino que también los une. El escenario que propone la oposición no es nuevo, tampoco lo son sus discursos y sus propuestas.
En el 1945 los Bullrich, Macri, Vidal, Morales, Milei o Larreta estaban representados en la figura de Braden, quien también, en nombre de un curso civilizatorio, apoyado por la política exterior de las potencias sajonas, proponía para la Argentina un programa de atraso social en función del sometimiento productivo.
En 1951 Perón escribía: “Obsérvese cómo somos tratados: primero, el señor Braden, para no recurrir a lo antiguo, creó en este país una enemistad profunda, cuyo recuerdo no ha de borrarse jamás, porque un argentino olvida una bofetada, pero no una injuria, y ese “diplomático” ofendió la bandera de los argentinos”.
Acto seguido agregó, “vino luego el bloqueo económico , que aunque no nos produjo perjuicios materiales, la intención estaba bien clara. Siguió el boicot económico y culminó con el sabotaje económico. A reglón seguido, el Plan Marshall, verdadera maniobra monopólista, insidiosa por la forma en la que se aplicó, de verdadero azote a nuestra economía. Todo ello con una campaña insidiosamente organizada, con inconvertibilidad y maniobras de neto corte ofensivo y de mala fe contra el crédito para aniquilar el peso argentino”.
Perón describe en estas líneas el tejido de las operaciones que diagramaba entonces, igual que ahora, el dispositivo oligárquico internacional. La postura de su gobierno fue trabajar siempre con los pueblos más allá de los acuerdos coyunturales para la defensa del interés nacional. En su proyecto de país la violencia no tenía lugar. Sin embargo, la respuesta del enemigo fueron los bombardeos a Plaza de Mayo.
El programa de gobierno que presenta la oposición reaccionaria no contiene propuestas de pacificación social. El carácter violento de su proyecto no sólo tiene inscripciones del pasado ominoso, pregona como falsa paradoja del bienestar social lo que Perón denominó como “indignidad organizada”.
El despliegue de una campaña electoral ceñida en la hipocresía sería lo de menos si detrás no se ocultara la auténtica cara del monstruo: acabar con la poca independencia que aún le queda el país, alineándolo con el Atlántico Norte para que éste saquee los recursos naturales, fomente el endeudamiento perpetuo, condicione la matriz productiva al proceso civilizatorio agro-exportador, genere empleo esclavo y suma a la población en la pobreza más extrema. Lo que prometen no es lo que van a hacer, sino lo que ya hicieron.
Detrás de asesinato de Lucas González hay una estructura de dominación que solo puede ser sostenida a través de la represión y la instalación en el núcleo social, de la violencia como sustitución de la integración social. El orden suplanta, por medio de la ejecución política de la violencia, a la Comunidad Organizada y desplaza toda ontología de realización social que no sea disciplinada por la dependencia.
Lucas volvía de participar de un espacio de integración, como lo es el marco comunitario que se despliega en un club social y fue cruzado por el orden social del descarte, la segmentación y la producción de injusticia: los agentes del neoliberalismo unitario y pro-colonial. El orden, entonces, para esta plana mayor de actores anti-nacionales no es más ni menos que la implementación de los elementos ejecutores de la necropolítica.
Para imponer su plan, Juntos por el Cambio necesita lumpenizar a las fuerzas de seguridad. Dotarlas de una estructura que propicie su desclazamiento. Adoctrinarlas en la cultura de la tortura y de la muerte, como hicieron los franceses en Argelia y como hace Israel en los territorios que ocupa. La violencia política y social, para Juntos por el Cambio, es parte de su naturaleza política. No van a escatimar sangre de gauchos.
En esta campaña no temen alistarse sobre las estructuras de las falsas representaciones. En realidad nunca se pusieron colorados por hacerlo. Cuando fueron gobierno no sólo reprimieron, espiaron, persiguieron, encarcelaron. Sus antecesores mataron. A ellos tal vez no les falta mucho para alcanzar ese estadio. Cada día se desesperan más.
Y lo hacen en nombre de una democracia que aborrecen. Mienten y lastiman. Experimentan un placer hedonista en ello. Por eso alimentaron la impunidad de Chocobar, callaron ante el atentado contra la vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Justificaron a los asesinos de Lucas y piden más y más represión en Jujuy.
“Todos los hipócritas son doblemente traidores. Traicionan a su pueblo y engañan al poderoso. Muchos de ellos piensan lo contrario de lo que dicen: basta oírlos privadamente; en el fondo no comparten la idea que apoyan y menos aún representan la voluntad popular ni trasmiten el verdadero sentimiento de los pueblos que dicen representar”, afirmó Perón.
Trabajar solo sobre los gobiernos puede terminar por ser un trampa sino se atiende y se olvida al pueblo. Él es el que sangra, pierde a sus hijos, a sus padres, a su madres. Es el que le hace frente a la represión y a la necropolítica. Está donde tiene que estar y con quien que tiene que estar. El pueblo cree, el pueblo es gaucho. Es una lección que no se aprende en las encuestas ni en lo editoriales mediáticos, algo a lo que deberían prestar más atención los dirigentes políticos de estos pagos.
12/7/2023